miércoles, 27 de marzo de 2013

Biblioteca oscura y biografias oscuras.


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Blog Entry Jul 23, '12 12:22 PM
by Hervione for group lososcuros

Quiero dedicar esta autora a Isset Neferluz.


Biografía de Charlotte Bronte Nació un 21 de abril de 1816 en Thornton, Inglaterra. Perteneció a una familia inglesa, de seis hermanos, radicada en Yorkshire, y es de quien se conservan más datos biográficos pues fue la única que mantuvo un contacto regular con el mundo exterior. Hizo dos amigas con quienes mantendría correspondencia durante toda su vida: Ellen Nussey y Mary Taylor.
Al morir la madre, las hijas fueron enviadas a un internado de pésimas características, por lo que enfermaron de tuberculosis.
En enero de 1831, Charlotte fue a la escuela Roe Head (Yorkshire) como alumna, dejando atrás a su hermano y hermanas en su "mundo interior" de imaginación. Estuvo allí dos años y sus compañeras la consideraban una chica con vestidos pasados de moda, muy miope, tímida, nerviosa, con gran acento irlandés. Cuando tomaba un libro lo acercaba tanto a la nariz que era imposible verla y no sonreír. En julio de 1832, vuelve a casa y les da clases a sus hermanas. Fue en esta época que el señor Brontë consiguió un profesor de dibujo para sus hijos. Para Charlotte, en este período de su vida, dibujar y pasear con sus hermanas eran sus dos grandes placeres. Las tres chicas caminaban y siempre en soledad, pues preferían no encontrarse con caras, aunque fuesen conocidas.
En julio de 1835, Charlotte con poco mas de 19 años fue como profesora a Roe Head, acompañada de Emily que iba como alumna. Tuvo una estancia feliz hasta que comenzaron los problemas de salud.
Fueron allí con el propósito de quedarse seis meses pero no hicieron las maletas de vuelta hasta que su tía enfermó de muerte. Cuando llegaron el funeral ya se había celebrado. Tras el impacto por la muerte de su tía, las hermanas estaban de nuevo juntas. Pasaron juntas las Navidades, pero Charlotte volvió a Bruselas como profesora de inglés, aunque continuó sus estudios. Estaba sola y en su interior suchaba por no desear marcharse. Enamorada del profesor Heger, a quien bautiza como el "cisne negro" y en quien se basó para el personaje de Paul Emmanuel en Villette, pues no es de extrañar, la mayor parte de sus personajes son tomados de la vida real. A fines de 1843 decide volver a casa, alegando la ceguera de su padre.
Las hermanas planean formar una escuela, pero no hay alumnas posibles, por lo que abandonan la idea.
En 1846, su padre empeora de cataratas, por lo que Charlotte va a Manchester a buscar un oculista. Es en esta época cuando las hermanas quieren lanzar su carrera literaria. Las hermanas se comentaban las historias que se les ocurrían y describían la trama de sus obras. Se leían lo que escribían y escuchaban lo que tenían que decirse, aunque tal y como Charlotte dijo, las críticas de sus hermanas rara vez la habían inducido a alterar su trabajo.
Emily escribía hermosos poemas, que luego de ser descubiertos por su hermana Charlotte, fueron publicados.
Tres de las hermanas Brönte, Charlotte, Anne y Emily, se enfrascaron en la tarea de escribir cada una, una novela, de neto corte victoriano.
Emily publicó "Cumbres Borrascosas"; Charlotte, "Jane Eyre" y Anne, "Agnes Grey", en el año 1847.
El 19 de diciembre de 1848, Emily Brönte falleció de tuberculosis. Su hermana Anne, que en 1848 publicó su segunda novela "La dama de Wildfell Hall." falleció al año siguiente.
Charlotte, después de la muerte de sus hermanas, quedó viviendo sola con su padre, y dedicándose a la literatura.
Estaba inquieta. Su fama empieza a empujarla al "mundo exterior" como autora respetada. Efectúa visistas a Londres, se cartea con la escritora Elizabeth Gaskell, quien publicará una biografía. Pero el recuerdo le resulta insoportable. Los editores le propusieron una nueva publicación de las obras de las Brontë y se puso a trabajar en ello, pero no permitió la reimpresión de Wildfell Hall, porque el carácter del personaje Arthur Huntingdon era un retrato de Branwell demasiado exacto.
Finalmente, en 1852, publica Villete, la historia de Lucy Snowe.
Se enamora del coadjutor de su padre, el reverendo Arthur Bell Nichols y el 29 de junio de 1854 se casa con él en Haworth. Empieza su cuarta novela Emma (su "niño idiota" El Profesor no se había publicado aún y no lo sería hasta dos años después de su muerte), pero su papel de esposa apenas dura 9 meses.
Charlotte Brontë muere el 31 de marzo de 1855, a los 38 años de edad.

Blog Entry May 15, '12 4:09 AM
by clavedere for group lososcuros


“Soy una pequeña abeja furibunda. Me gusta cambiar de color. Me gusta cambiar de medida”. La poetisa Alda Merini eligió estas palabras para abrir su página web. Nacida en Milán, en 1931, de familia modesta, la poetisa murió en esa misma ciudad el 1 de noviembre 2009, a causa de un tumor óseo. Fumaba 70 u 80 cigarrillos al día, pero a sus 78 años sostenía que el tabaco le había alargado la vida. Siempre llevaba un collar de perlas, pero vivía y murió en la indigencia por elección personal.
Se la considera una de las voces más claras y profundas de la poesía italiana del siglo XX. Quienes la conocieron han escrito estos días que era simpática y nostálgica, y que su personaje vital recordaba al eco de sus versos, de apariencia simple y burguesa, pero a la vez transgresores, intensos y dolorosos.

Con lucidez extrema, Merini narró en sus poemas la experiencia de la locura (vivió casi 20 años en manicomios, de 1961 a 1978) y de la estrechez física y económica. “Me inquieto mucho cuando me atan al espacio”, escribió.
En 1953 publicó su primer libro, Presencia de Orfeo. Empezó a escribir siendo una niña, y uno de sus primeros poemas se lo dedicó al legendario banquero Enrico Cuccia. “Una vez me lo crucé por la calle y le dije: ‘Yo tengo hambre’. Él contestó: ‘Buena señal’. Y tiró derecho”.

“La poesía nace de un terreno de dulzura, de amor. Las verdades me vienen de los sueños, los muertos me visitan”, contaba.
Escribió también prosa y aforismos, y en 1996 fue propuesta para el Premio Nobel de Literatura por la Academia francesa. Su gran obra, La Terra Santa, le valió en 1993 el Premio Eugenio Montale. Se declaraba loca de amor por Rilke, y le gustaban Hölderlin, Valéry, Melville, Gide, Pirandello, Dante, Manzoni. Y en la vida: “Quasimodo, Manganelli, Montale, Raboni, la Spaziani. A algunos los amé y los tuve”.
Otros de sus libros son Testamento, Vuoto d’amore, Ballate non pagate, Superba è la notte, L’anima innamorata, Corpo d’amore, La carne degli Angeli, Più bella della poesia è stata la mia vita o Clinica dell’abbandono.

Blog Entry Apr 18, '11 5:39 AM
by clavedere for everyone



Biografía SYMPHONY X

La historia de Symphony X comenzó con el guitarrista Michael Romeo en el início de la década de los 90´s en New Jersey. Se había retirado de la banda Phantom´s Opera y decidió crear algunas canciones en casa. Compuso y grabó las canciones que eran básicamente instrumentales - Michael envió el demo titulado "The Dark Chapter" a algunas revistas especializadas en guitarras de las que obtuvo grandes elogios por el material grabado.

El Demo fue a parar a las manos de varias revistas japonesas y también a una empresa discográfica, Zero Corporation, en Tokio. Ésta entró en contacto con Michael para saber si él tenía una banda. El guitarrista sólo tenía contratado al bajista Thomas Miller con quien estaba componiendo otras canciones, pero la grabadora exigía una banda entera.

Michael y Thomas comenzaron la búsqueda de esa banda, localizaron un vocalista con quien ya habían trabajado antes, Rod Tyler. Para completar recibieron dos recomendaciones, el baterista Jason Rullo y el tecladista Michael Pinnella. En 1994, finalmente consiguen armar la banda, que ya tenía nombre, Symphony X, y la cinta "The Dark Chapter" se tornó en la base para el disco homónimo que salió ese mismo año.

Inicialmente lanzado en Japón, el disco tuvo gran suceso entre los fans del metal progresivo en el país del sol naciente, y recibió excelentes críticas. Pasados solamente ocho meses, el grupo lanzó un segundo disco, "The Damnation Game". A comienzos de 1995, el vocalista fue sustituido por Russel Allen (VAMOS CARAJO! >_______< !!!!!!). Con su disco nuevo, el grupo comenzó a llamar la atención en muchos países.

El tercer album, "The Divine Wings Of Tragedy", salió a finales de 1996 y se tornó en el trabajo más importante del grupo hasta el momento. La prensa europea fué la que mas elogió el disco y éste entró en las listas de las revistas especializadas como uno de los mejores dentro del género progresivo. Sólo en Japón el disco vendió 100 mil copias.

Después de una gira presentando el nuevo disco y a la banda, el grupo se detuvo para componer nuevas canciones. Antes de entrar en estudio, Jason salió y Thomas Walling entró en su lugar. "Twiliight in Olympus" fue lanzado y terminó de consolidar la carrera del grupo en Europa. Walling y Miller decidieron no acompañar a la banda durante el tour promocional del disco. Jason volvió y trajo consigo a Andy DeLuca. Los shows en Europa fueron un éxito y demostraron una de las principales cualidades del grupo, su performance en vivo y la calidad de sus discos.

Había un problema, la salida de Thomas Miller era realmente permanente, entonces era preciso hallar un nuevo bajista. Fueron hechas varias audiciones hasta encontrar a Mike LePond. En 1999, salió el disco con la nueva formación, "V: The New Mythology Suite". Michael Romeo encontró tiempo para lanzar un album en solitario, en los años siguientes la banda se volvió muy solicitada entre los demas grupos metaleros, tener un integrante del grupo como invitado de lujo aseguraba buenas ventas. Michael Romeo participó en el disco solista de Timo Kotipelto (Stratovarius), junto con Pinella en el de Jens Johansson(Yngwie Malmsteen, Stratovarius), Jason como guitarrista en Redemption, Rusell Allen participó en dos discos de Arjen Lucassen (Ayreon) y en muchos otros proyectos.

El grupo no disminuyó su ritmo de trabajo, en 2002 lanzó "THE ODYSSEY" y en 2004 entró en estudio para comenzar a preparar el próximo.

Blog Entry Jan 30, '11 10:43 AM
by clavedere for everyone



Roberto Iniesta (voz y guitarra) se junta con El Salo (bajo) y Luis von Fanta (batería), no se puede decir que sea precisamente un niñato inguenuo que quiera matar el tiempo en un local de ensayo. Nacido en 1962, casado, con dos hijos, el Robe ya tienen mucho camino recorrido.
El futuro gris e insípido, que le ofrece la árida Plasencia le da por encontrar la fuerza suficiente para poner la carne en el asador, su oscuro y turbulento pasado (de vendedor a yonqui, de ratero a chapista) le ofrece la experiencia necesaria para poder contar algo. Su inspiración es tan sencilla como determinante: AC/DC y LEÑO le enseñan el camino musical, la jerga y la rabia callejera serán la clave de su poesía. Pronto se hacen muy populares entre la población llegando a tocar ante 700 personas, con lo que se demuestra el potencial de la banda. Plantada la semilla, el trío pasa unos meses de inactividad musical, hasta que al verano siguiente Roberto vuelve a activarlo, Venden por adelantado, y entre colegas, un disco que ni han hecho, a mil pelas por barba, sacando un cuarto de kilo en la jugada, con lo que hacen una impagable maqueta, registrada en enero de 1989 en los estudios Duplimatic.
Posiblemente esta sea una de las mejores grabaciones que haya hecho el grupo jamás: parca en arreglos, efectiva en claridad y contundencia, perfecta en ejecución. La cinta encandila desde la psico-jota con que se abre la primera canción (el anti-himno a su tierra,"Extremaydura"),y a partir de ahí llegan un puñado de temas que cabalgan entre el radicalismo duro de ascendencia vasca y el rock urbano con raigambre de campo. El mayor atractivo lo constituyen las letras, que metidas en música pegadiza y estribillos muy coreables, calan hondo. Se enlazan burdas rimas de borracho con lúcidas reflexiones en voz alta, bonitas verdades sobre antangonismo social y sinceras declaraciones de principios, Individualimsmo y autoestima revestidos de combatividad y desamor. Mención muy especial para "Jesucristo Garcia", un autobiográfico medio tiempo que es su mejor y más popular tema.
Después de unos agotadores meses moviendo la maqueta, la cosa de sus frutos: el programa televisivo musical catalán, Plàstic, los llama para grabar un par de canciones. Además quedan seleccionados para la final nacional del Trofeo Yamaha. Es precisamente en esta final (quedaron terceros) donde entrarán en tratos con el pequeño sello Avispa, que prensará el primer disco.


El primer disco no fue en principio todo lo que debía ser. Las canciones son las mismas que las de la maqueta (más una de sus habituales en directo,"Amor castuo",sin embargo, el tratamiento no es el más apropiado: ecos a deshora, coros innecesarios y un montón de solos de guitarra jeviguarrindongos... diluyen el resultado final con florituras innecesarias. Pero los incondicionales se irán ganando concierto a concierto, de boca en boca. Porque en los bolos es donde adquieren su auténtica dimensión de transgresores natos. Esto será una constante en el grupo y las instituciones estatales les van a vetar por sistema.
Roberto comienza a fijarse en otros escritores, poetas de la tierra mayoritariamente, como Manolillo Chinato o Rafa Pandero, y se va introduciendo en un universo literario del que sacará sus propias maneras y conclusiones, siempre en beneficio de los textos del grupo. Ante las pocas expectativas de futuro que Avispa les ofrece, rompen con el sello su contra por tres años y fichas por Pasión, otra independiente con algo más de interés y cobertura.

Discografia de Extremoduro.
Agila
Extremoduro
Pedrá
Extremoduro
Deltoya
Extremoduro
Somos unos animales
Extremoduro
Rock transgresivo
Extremoduro
La ley innata
Extremoduro
Libro de Roberto Iniesta.
El viaje Íntimo de la locura
Os dejo la entrevista del youtube.




Blog Entry Sep 3, '10 5:28 AM
by novia for group lososcuros
JIM MORRISON / AN AMERICAN POET
A veces quisiera cerrar los ojos
y regresar a paisajes que no conozco,
regresar a la cueva.
¿De que sirve soñar?
Sueña conmigo.
¿Eres feliz pensando que nada de lo que te rodea es real,
solo tus sueños?
No oirás lo que esperas oír,
no veras lo que quieres ver,
no abrazarás a quien amas más que en tú solitario sueño.
Ven, baja, hundete
en mi pesadilla.

(By Jim Morrison)

BIOGRAFIA
James Douglas Morrison Clarke nació en Melbourne (Florida) el 8 de diciembre de 1943. Sus padres eran Clara Clarke y George Stephen Morrison. Tuvo 2 hermanos: Anne y Andy Morrison. Su padre era un militar estadounidense (almirante del primer navío nuclear). Desde niño, su familia debió trasladarse por varias ciudades de Estados Unidos debido a la carrera militar de su padre y vivir en diversas bases militares (a los 14 años de edad ya había tenido 7 hogares). Según se cree, este tipo de vida sin apego a lugares o personas, caló profundamente en la forma de ser de Jim, tenía un negro sentido del humor, escribía poesía, pintaba un poco y leía vorazmente. Desde muy joven estuvo fascinado por la literatura y la poesía.
La relación que llevó con su padres (en especial con su madre) y hermanos siempre fue la de quien no quiere ser parte ni comprometerse. A Jim lo confundía enormemente la autoridad que sobre él se ejercía ya que, en las largas ausencias de su padre era su madre quien llevaba la batuta, pero al volver Steve era entonces él quien mandaba a todos, excepto a Clara, la cual solía humillarlo delante de sus hijos ordenándole sacar la basura o lavar el refrigerador. Así lo recordaba Jim amargamente: "Le ordenaba sacar la basura y él sin chistar lo hacía". Esta actitud forjó en Jim un pésimo concepto hacía la autoridad y hacia quien la ejercía, concepto que habría de cargar consigo el resto de su vida (sus arrestos y encuentros con la policía habrían de confirmarlo).


El joven James se marchó de su hogar a los 19 años. Era un muchacho alto y fornido, siempre desarrapado que podía utilizar la misma camisa día tras día hasta que se le caía a jirones, porque prefería comprarse libros a comprar ropa. Estudiaba en la Universidad Estatal de Florida y después cine en la UCLA, en Los Ángeles, estudiando en la misma generación que el famoso cineasta Francis Ford Coppola quien, años después, utilizaría el tema The End, como soundtrack de introducción para su película ambientada en la guerra de Vietnam, titulada: "Apocalypse Now". Jim logró graduarse pero nunca fue a recoger sus papeles, pues estaba desilusionado de la carrera y de la comercialización en la industria cinematográfica.
Decidió enfocarse de lleno a lo que él considero siempre su verdadera vocación: la poesía. Para tal efecto se trasladó a Venice Beach en Los Ángeles, California, viviendo en la azotea de un edificio o en las casas de las chicas que conseguía conquistar con su estrafalario aspecto y recitándoles largos y complejos sonetos del siglo XVIII. Esta fue una época de descubrimiento para Jim, por un lado el acercamiento a las drogas psicodélicas que tanto le fascinaban, cortesía de autores como Baudelaire y Aldous Huxley, y por otro lado el nacimiento de la cultura hippie que florecía por doquier, cosa que rodeaba a Jim pero que jamás adoptaría e incluso desdeñaría debido a su habitual nihilismo y conocimiento avanzado. Por ejemplo, Jim no podía conciliar en su mente temas hippies fundamentales, como el acercamiento al espíritu a través de la meditación, el vegetarianismo o la astrología.
Se dice que Jim Morrison tenía un alto coeficiente intelectual:149. Aunque este no está comprobado en las pruebas de IQ de aquellos días es cierto que Jim leía textos complejos para la mayoría, que tocaban las obras de autores como Friedrich Nietzsche, Aldous Huxley, Jack Kerouac, Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, el conde de Lautréamont, Emanuel Swedenborg, Gérard de Nerval y William Blake, entre muchos otros. Un profesor de Jim incluso relató después a sus biógrafos que iba a la bliblioteca del congreso para ver si existían algunos de los libros que Jim decía leer. Los profesores de la universidad charlaban tendidamente con Jim sobre libros de este tipo, y algunos, también en declaraciones a los autores de la biografía de Jim, definieron esas charlas así: "Parecía como si él mismo hubiera escrito esos libros; la mayoría de los otros alumnos no llegaban a comprenderlos como él".

Jim Morrison / Lizard King / Mr Mojo Risin'

Jim Morrison formó a The Doors en 1966 junto a Ray Manzarek (tecladista), John Densmore (baterista) y Robbie Krieger (guitarrista), en el condado de Venice Beach, California. Con un rock ácido, oscuro y espeso, con bases de jazz y blues, y textos que exponían el lado oscuro del alma humana, el grupo pronto se hizo de popularidad en la escena rockera de la costa oeste estadounidense (Los Ángeles y San Francisco), en donde contrastaba con el colorido y la ideología hippie de paz y amor que entonces pregonaban bandas como The Jefferson Airplane, The Greateful Dead y Love, entre otras. Además de su potente y singular propuesta musical.

The Doors se catapultó de inmediato gracias a la extrovertida personalidad de Morrison y a su imponente presencia, que igual era idolatrada por hombres -por su aspecto y actitud rebelde, revolucionaria e ilimitada en cualquier sentido- como por mujeres -por su físico atractivo, que lo convertía en un símbolo sexual que no existía desde Elvis Presley. La imagen de Morrison siempre estuvo relacionada de alguna manera con lo sexual, ya fuera por su figura, por su actitud o por sus letras. Aficionado al cine (arte que estudió en la Universidad de California en Los Ángeles), a la filosofía (Friedrich Nietzche, William Blake) y a la poesía (Arthur Rimbaud, Charles Baudelaire), Morrison conjuntó estos gustos con la música para proyectarlos en sus canciones y sobre el escenario, creando una personalidad única que sería prototipo para muchos cantantes y rock stars en el futuro (Bono –U2-, Michael Hutchence -INXS-, Ian Astbury -The Cult-, Eddie Vedder –Pearl Jam, Scott Weiland -Stone Temple Pilots- Scott Stapp –Creed- Bunbury -Héroes del Silencio). Su voz, aunque no muy privilegiada, contaba con ese timbre grave que igual le permitía sonar introspectivo, provocador o seductor; igualmente, sus gemidos entre canciones o al final de estas son otro de sus sellos distintivos. The Doors fue el escaparate de Morrison para convertirse en rock star y, tras su muerte, en leyenda. Con el grupo grabó los discos The Doors, Strange Days, Waiting for The Sun, The Soft Parade, Morrison Hotel, Absoletly Live y L.A. Woman. De entre sus canciones más destacadas se encuentran “Break on Through (To the Other Side)”, “The Crystal Ship”, “The End”, “Strange Days”, Moonlight Drive”, “When The Music is Over”, “The Unknown Soldier”, “Wild Child”, “Rodhouse Blues”, “Riders on The Storm” y “L.A. Woman”. Curiosamente, los temas de The Doors que alcanzaron los primeros lugares de las listas de popularidad no fueron escritos por Morrison sino por Robbie Krieger, como lo fueron “Light my Fire”, “Hello, I Love You” y “Touch Me”.

Regido por la frase de William Blake de “el camino de los excesos conduce al palacio de la sabiduría”, Morrison vivó siempre entre la delgada línea que divide la vida y la muerte. Su afición por las drogas, el sexo y el alcohol lo condujeron a ser una persona de difícil trato en muchas ocasiones, lo cual provocaba, entre los que lo rodeaban, algún tipo de resentimiento (como el caso del baterista John Densmore), pero a la vez resultaba un atractivo más de su personalidad, para aquellos que veían en él únicamente al rock star y no al ser humano. Quizá por estas características, al momento de su muerte, cuando avisaron al que fuera al manager del grupo como a sus compañeros, éstos pensaron que se trataba de una broma, pues conociendo la extremosa vida de Morrison no era extraño que en numerables ocasiones le inventaran muertes, ya fuera por sobredosis o por accidentes automovilísticos. De entre sus “travesuras” más célebres, se cuenta con aquel concierto en el bar angelino Whiskey A Go-Go, en los inicios del grupo, cuando en plena interpretación de la canción “The End” se le ocurrió agregar al texto la edípica frase de “father, I want to kill you; mother, I want to fuck you” (padre, te quiero matar; madre, quiero fornicarte). Tal ocurrencia les valió ser despedidos del entonces prestigiado foro, pero a la vez fue motivo de que siguieran llamando la atención de cada vez más público. En otra ocasión, cuando se presentaron por primera vez en el Ed Sullivan Show, el programa de más rating en la televisión estadounidense de los años 60, Sullivan mandó pedir al grupo que durante su actuación cambiaran una parte a la letra de la canción “Light My Fire”, pues consideraban que la frase “girl we couldn’t get much higher” (“nena, no podemos elevarnos más”, en donde la palabra “elevarnos” es utilizada haciendo referencia al uso de drogas) era muy “fuerte” para transmitirse en cadena nacional. A pesar de las advertencias, durante su presentación Morrison no sólo dijo la frase original, sino que la acentuó más al momento cantar. Sin embargo, la mayor “travesura” de Morrison, cuyas consecuencias, sin embargo, sí afectaron al grupo de forma definitiva, fue el 1 de marzo de 1969, durante un concierto en el Dinner Key Auditorium de Miami. En un estado de total ebriedad, en algún momento del concierto Morrison, aparentemente, expuso públicamente sus genitales e incitó a la audiencia a que alguien subiera al escenario a “amarlo”, y a que los restantes tuvieran sexo ahí mismo. A pesar de que nunca se pudo comprobar si realmente el “rey lagarto” expuso sus genitales, eso le costó un arresto con cargos de “comportamiento indecente y lascivo, exposición indecente, profanidad abierta y estado de ebriedad”. Tras eso, los conciertos de The Doors fueron prohibidos en muchas ciudades y su popularidad disminuyó en gran parte.

Como ocurre con toda personalidad célebre y controvertida, la historia de Jim Morrison no podía dejar de tener su capítulo que da nacimiento al mito, que en el caso del líder de The Doors surge al momento de su muerte. La historia oficial señala que James Douglas Morrison falleció el 3 de julio de 1971 a causa de un "fallo cardíaco" mientras se encontraba en la bañera de su departamento en París. Sin embargo, los sucesos previos y posteriores a su muerte nunca han sido completamente aclarados, por lo que, a 30 años de su deceso, siguen siendo motivo de suposiciones de todo tipo. El mayor mito alrededor de la muerte de Morrison es que éste nunca falleció, sino que fingió su muerte para deshacerse por completo de su figura de rock star y personalidad pública para dedicarse por completo a la poesía desde el anonimato, y que actualmente estaría radicando en África o en Las Bahamas. Esta creencia se basa en varios factores, como el hecho de que si bien Morrison murió el 3 de julio, su muerte fue dada a conocer de manera oficial cuatro días después de que ésta ocurriera. Más aún, la única persona que vio vivo por última vez a Morrison fue su novia Pamela Courson, quien lo descubrió muerto en la bañera, y ni siquiera Bill Siddons, manager del grupo, pudo ver el cadáver de Morrison cuando arribó a Francia, luego de que Pamela le telefoneara anunciando la trágica noticia. También, al funeral del líder de The Doors en Père Lachaise, acudieron únicamente cinco personas, Courson, Siddons y tres amistades que Morrison había hecho en París, reduciendo con esto el número de testigos que pudieran aportar más datos sobre su muerte. Sin embargo, el autor Alex Constantine, en su libro The Covert War Against Rock (La Guerra Cubierta contra el Rock), sostiene una teoría diferente a la anterior. Para Constantine, la pregunta no es "¿sigue vivo Jim Morrison?", sino "¿quién mató a Jim Morrison?". Al igual que la muerte de Morrison, Constantine relaciona el deceso de otros rockeros contemporáneos del “rey lagarto”, como Brian Jones y Jimi Hendrix, como parte de una conspiración del FBI y/o la CIA en contra de éstos, por considerarlos entonces como individuos peligrosos para el sistema, por su poder de convocatoria e influencia en la juventud. En el caso de Morrison, el autor considera la posibilidad de que éste pudo haber sido asesinado por fuerzas de inteligencia francesas en conjunción con la CIA, inclusive con la complicidad de su novia Pamela, quien, curiosamente, moriría tres años después (el 24 de abril de 1974) a causa de una sobredosis de heroína. Los motivos de la sospecha de Constantine son varios, como el hecho de que la muerte de Morrison nunca fue bien especificada , pues de acuerdo con el reporte forense se trató de un “fallo cardíaco”, y no de un “ataque” o un “paro”, es decir, en la comucicación oficial el corazón falló, simplemente. También, el Dr. Vasille, encargado de examinar el cadáver, expuso que encontró "un poco de sangre alrededor de las fosas nasales", lo cual indica que hubo una hemorragia, pero a la vez ésto es incongruente si se considera que murió por una fallo cardiaco; por si fuera poco, los paramédicos de la Brigada de Bomberos local, quienes acudieron al llamado de Courson, contaron que Morrison aún sonreía cuando lo encontraron, lo cual tampoco coincide con la causa oficial de muerte. Otras sospechas de Constantine se basan en que antes de partir a París, el médico de cabecera de Morrison declaró a los medios que el cantante se encontraba en perfecto estado de salud; o que en su declaración a la policía parisina, Pamela aseguró que la noche anterior a su muerte, Morrison se encontraba “saludable y muy contento”; también el hecho de que no se le practicara ninguna autopsia... La conclusión que sugiere Constantine es que Morrison fue asesinado, al haber sido dosificado con una dosis mortal de heroína inhalada.
( Jim-Pamela)Pamela, una de las dos personas que pudieron aportar más datos al respecto (la otra, cita Constantine, es el doctor Vassille, quien, sin embargo, siempre ha declinado hacer comentario alguno respecto a la muerte de Morrison), fue también asesinada con una dosis mortal de heroína inyectada, aunque su muerte fue descrita como accidental por sobredosis. Pero por sobre estos mitos y teorías, la vida y obra de Jim Morrison seguirá siendo recordada y perpetuada como una de las más intensas, prolíficas y atractivas que la historia del rock haya tenido jamás.



AN AMERICAN PRAYER
Do you know the warm progress
under the stars?
Do you know we exist?
Have you forgotten the keys
to the kingdom
Have you been borne yet
& are you alive?
Let's reinvent the gods, all teh myths
of the ages
Celebrate symbols from deep elder forests
[Have you forgotten the lessons
of the ancient war]
We need great golden copulations
The fathers are cackling in trees
of the forest
Our mother is dead in the sea
Do you know we are being led to
slaughters by placid admirals
& that fat slow generals are getting
obscene on young blood
Do you know we are ruled by T.V.
The moon is dry blood beast
Guerrilla bands are rolling numbers
in the next block of green vine
amassing for warfare on innocent
herdsman who are just dying .
O great creator of being
grant us one more hour to
perform our art
and perfect our lives
The moths and atheists are doubly divine
and dying
We live, we die
and death not ends it
Journey we more into the
Nightmare
Cling to life
Our passion'd flower
Cling to cunts and cocks
of despair
We got our final vision
by clap
Columbus' groin got
filled with green death
(I touched her thigh
and death smiled)
We have assembled inside this ancient
and insane theatre
To propogate our lust for life
and flee the swarming wisdom
of the streets
The barns are stormed
The windows kept
And only one of all the rest
To dance and save us
With divine mockery
of words
Music inflames temperament
(When the true King's murderers
are allowed to run free
a thousand Magicians arise
in the land)
Where are the feasts we were promised
Where is the wine
The New Wine
(dying on the vine)




¿Conoces el cálido progreso
bajo las estrellas?
¿Sabes que existimos?
Has olvidado las llaves
del reino.
Acabas de nacer
¿y estás vivo?
Reinventemos los dioses, todos los mitos
de los tiempos.
Celebremos símbolos desde el profundo y antiguo bosque.
(Has olvidado las lecciones
de la antigua guerra)
Necesitamos grandes y doradas cópulas.
Los padres están ocultos en los árboles
del bosque.
Nuestra madre está muerta en el mar.
¿Sabes que estamos siendo conducidos
a matazas por apacibles almirantes?
¿Y que gordos y lentos generales están siendo
obscenos en sangre joven?
¿Sabes que estamos siendo manejados por la televisión?
La luna es una bestia de sangre seca.
Bandas guerilleras hacen rodar números
en el siguiente bloque de verde vid
acumulado para guerras sobre inocentes,
pastores que solo están muriendo.
Oh gran creado del ser
concedenos una hora más para
realizar nuestro arte
y perfeccionar nuestras vidas.
Las polillas y los ateos son doblemente divinos
y morir.
Vivimos, morimos
y la muerte no termina con esto.
Nos hace viajar hacia la
Pesadilla,
aferrarnos a la vida.
Nuestra pasión florecerá.
Aferrarnos a coños y pollas
de desesperación.
Conseguimos nuestra visión final
por aplauso.
La ingle de Colón se
llenó de sangre verde.
(Toqué su muslo
y la muerte sonrió.)
Nos hemos reunido dentro de este antiguo
e insano teatro.
Para propagar nuestra ambición de vida
y escapar de la sabiduría que invade
las calles.
Los graneros son asaltados
Las ventanas se mantienen
Y solo uno de todo el resto
para bailar y salvarnos
con burlas divinas
de palabras.
La música inflama el temparamento
(Cuando los verdaderos asesinos del Rey
son dejados correr libremente
mil Magos surgen
en la Tierra)
Dondé están los banquetes que nos prometieron
Dónde está el vino,
el nuevo vino.
(Muriendo en la vid)

La poesía fue algo en lo que siempre estuvo vinculado Morrison. De hecho, su decisión de dejar a The Doors a principios de 1971 para irse a radicar a París fue en gran parte por el deseo de alejarse de su vida pública y de rock star y dedicarse a la poesía. En su trayectoria con The Doors, gran parte de las canciones de Morrison incluían líneas poéticas, o en específicos casos eran poemas que los Doors restantes musicalizaban, como lo fue el caso de “Horse Latitudes” y “The Celebration of The Lizard”. Pero también, a la par de su actividad con el grupo, Morrison editó dos libros de poesía: The Lords & The New Creatures (1970) y An American Prayer (1970), éste último del que Manzarek, Densmore y Krieger, posterior a la muerte de Morrison, retomaran algunos textos para musicalizarlos y editar un disco del mismo nombre. La poesía de Morrison está llena de metáforas poco convencionales que proyectan vivencias personales o experiencias con alucinógenos, y de pasajes extraños que, al igual que sus canciones, muestran ese lado oscuro del ser humano. La muerte y el sexo son los dos elementos que predominan en su obra. A continuación se reproduce una parte del poema
“An American Prayer”
(Una Oración Americana)"Sabes cuán pálida y caprichosa llega la muerte en una hora extraña, no anunciada, no planeada como un atemorizante invitado demasiado afectuoso que has llevado a tu cama. La muerte nos hace ángeles a todos y nos da alas donde teníamos hombros tan lisos como garras de cuervos No más dinero, no más atuendos elegantes el otro Reino parece por mucho el mejor hasta que su otra injuria revela el incesto y pierde su obediencia a una ley vegetal que no alcanzaré. Prefiero un festín de amigos que la familia gigante ."





(Cementerio del Père Lachaise-Paris)Un extraordinario poeta, un mito inmortal.
Un hombre blanco con alma de natívo americano.
Él pidió que el día que muriese pusiese en su tumba.
¡POETA!
Su padre un alto oficial del Ejercito estadounidense no lo permitió.




Descanse en pan el poeta con alma de músico

Descanse en paz El Rey Lagarto
Descanse en paz Mr Mojo Risin'

Cuando cumplí 19 áños de eso hace ya mucho fuí a depositar un poema y una flor para rendir homenaje a el hombre que me enseño amar la poesía, la música, a lo largo de mi vida me he sentido identificada con esa rebeldía ante la autoridad familiar, esa introspección personal, ese zambullirse por la senda equivocada de la vida y por si fuera poco... por mis venas corre sangre nativa americana, así que en muchos puntos me siento muy cerca de él.



Para Jim MorrisonBajé a la cueva para fundirme con tu alma impreganda de peyote
sucumbi ante tu música siendo adolescente .
Me postro ante ti con una reverencia
Porque siendo el fin mi amigo de la adolescencia.
Me hundo contigo para compartir tu pesadilla
Rindo homenaje a tu corazón de fuego y alma de poeta.

(By Eurice)







Aunque muchas personas han dudado sobre lo anteriormente dicho, pocas veces se puso en tela de juicio esta versión de los hechos, sobre todo porque no había pruebas para refutarla. Pero ahora todo parece haber cambiado, porque apareció un libro llamado “Jim Morrison: el fin” que reconstruye la escena de la muerte y da otros datos.
El autor de esta publicación es Sam Barnett, que en 1971 tenía 20 años de edad, y era el gerente de Rock and Roll Circus, una discoteca parisina a la que acudían las estrellas de rock. Morrison no era la excepción. Según lo cuenta Barnet en este libro, el cantante murió de una sobredosis de Heroína en el baño de esa disco.
Al parecer Jim se dirigió al baño y murió sentado en el inodoro como consecuencia de un exceso de esta droga en su organismo. Barnett, junto con un guardia de seguridad comenzó a buscarlo, y cuando lo encontraron ya había fallecido. Entonces dos narcotraficantes tomaron el cuerpo ya sin vida, lo trasladaron a su casa y simularon una muerte natural, que dio origen a la versión oficial que circuló hasta ahora.
Cabe preguntarse entonces cual fue el papel que jugaron Sam Barnett y Pamela Courson en todo esto. Bien, según lo afirmó el autor del libro, todas sus intenciones giraban en torno a llamar a los paramédicos, ya que Jim supuestamente no estaba muerto, sino inconsciente. Pero el dueño de la discoteca en la que ocurrieron estos hechos se lo prohibió con la intención de no generar polémica.
Y en cuanto a la mujer de Morrison, quién apoyó la versión de la muerte natural en la bañera, no podemos saber nada, porque esta chica falleció pocos años después de la muerte del lider de The Doors.
En fin…nosotros no podemos determinar cual de las dos versiones es la real. Lo cierto es que no hubo autopsia sobre el cuerpo para determinar la causa de muerte. Jim Morrison fue enterrado en un cementerio de París en "Père Lechaise" y su tumba es visitada por miles de fanáticos cada año, entre los que me incluyo, cuando voy a París me dejo caer por allí.

Fuentes:

Wikepedia
F.esmas
http://poemasdejimmorrison.blogspot.com/ http://poemasdejimmorrison.blogspot.com/2007/08/american-prayer.html

Blog Entry Jul 17, '10 6:09 AM
by clavedere for group lososcuros

Poeta y ensayista inglés, autor de una obra rica y densa, que ha ejercido una influencia indiscutible en poetas posteriores. Milton dedicó su prosa a la defensa de las libertades civiles y religiosas y es para muchos el más grande poeta inglés después de Shakespeare. Milton nació en Londres, el 9 de diciembre de 1608. Estudió en el St Paul's School y el Christ's College, en la Universidad de Cambridge. En un principio quiso ser sacerdote, pero sus crecientes discrepancias con la cúpula del clero anglicano, unidas al despertar de sus intereses poéticos, le llevaron a abandonar este propósito. De 1632 a 1638 vivió en la casa de campo de su padre, en Horton (Buckinghamshire), y allí comenzó a preparar su carrera poética a través de un ambicioso programa de lecturas de los clásicos griegos y romanos, además de historia política y eclesiástica. De 1638 a 1639 viajó por Francia e Italia, donde conoció a las principales figuras literarias de la época. De regreso a Inglaterra se estableció en Londres y comenzó a escribir una serie de tratados sociales, religiosos y políticos. En 1642, se casó con Mary Powell, quien lo abandonó semanas más tarde por su incompatibilidad de caracteres, pero se reconcilió con él en 1645. Mary Powell murió en 1652. Milton defendió en sus escritos la causa parlamentaria durante la guerra civil entre parlamentarios y leales a la Corona, y en 1649 fue nombrado secretario de Asuntos Exteriores por el gobierno de la Commonwealth. Alrededor de 1652 quedó totalmente ciego y tuvo que realizar su trabajo literario con la ayuda de un secretario. Gracias a la colaboración del poeta Andrew Marvell, pudo continuar con sus responsabilidades políticas hasta la restauración de Carlos II, en 1660. En 1656 se casó por segunda vez, pero su esposa murió dos años más tarde, al dar a luz una hija que sólo vivió unos meses. Con la llegada de la restauración Milton fue condenado a prisión, durante un breve periodo de tiempo, por haber prestado su apoyo al Parlamento. En 1663, se casó por tercera vez y vivió recluido hasta su muerte, el 8 de noviembre de 1674. En las memorias escritas por algunos de sus contemporáneos se define la personalidad de Milton como una singular combinación de gracia y dulzura, de fuerza y severidad, capaz de llegar en ocasiones hasta la violencia. En algunos de sus propios escritos, Milton revela su arrogancia y amargura. Aunque aislado y atormentado por la ceguera, logró culminar sus objetivos y desarrollar las tareas que se había impuesto, iluminando la oscuridad de sus días con la música y la conversación.

La obra de John Milton está marcada por su elevado idealismo religioso y su interés por los temas cósmicos. En ella revela un gran conocimiento de los clásicos latinos, griegos y hebreos. Su verso libre es rico y variado, y está modulado con tal maestría que se ha llegado a comparar con los tonos de un órgano. Su trayectoria como escritor puede dividirse en tres periodos. El primero, que abarca de 1625 a 1640, corresponde a sus primeras obras, y en él se incluyen los poemas escritos durante sus años de estudiante en Cambridge: la oda La mañana del nacimiento de Cristo (1629), el soneto Sobre Shakespeare (1630), L'Allegro y Il Penseroso (ambos probablemente de 1631), Tiempo (1632), Una música solemne (1633), las mascaradas Arcades (1634) y Comus (1634), y la elegía Lycidas (1637), que aborda el temor a la muerte prematura y la ambición insatisfecha. Se aprecia en estas obras un creciente dominio de la estrofa y la estructura, y en ellas aparecen ya imágenes y nombres propios que figurarán también en escritos posteriores.

Su segundo periodo, de 1640 a 1660, estuvo dedicado principalmente a la redacción de ensayos que lo convirtieron en el más hábil polemista de su época.
En sus primeros ensayos, Milton atacaba a los obispos y defendía la necesidad de difundir el espíritu de la reforma inglesa. El primero de los ensayos publicados de este segundo periodo fue Reformas de la disciplina de la Iglesia en Inglaterra (1641); mientras que el más exhaustivo y elaborado, en lo que a su argumentación se refiere, fue La razón del gobierno de la Iglesia (1641-1642), que incluye además una importante disgresión en la que Milton habla de su primera infancia, su educación y sus ambiciones. (Este tipo de reflexiones autobiográficas salpican toda su obra en prosa). La segunda fase de su preocupación por los problemas políticos y sociales produjo, entre otras obras, la Doctrina y disciplina del divorcio (1643), donde el autor afirma que como el matrimonio se basa en una afinidad intelectual, además de física, debe concederse el divorcio por incompatibilidad de caracteres; y la más famosa de sus obras en prosa, Areopagitica (1644), una encendida defensa de la libertad de expresión. En su obra Sobre la educación (1644) Milton aboga por un sistema que combine la instrucción clásica, destinada a preparar al estudiante para servir al gobierno de su país, con la formación religiosa. El tercer grupo de ensayos incluye sus escritos para justificar la ejecución de Carlos I. El primero de los comprendidos en este grupo, El ejercicio de la magistratura y el reinado (1649), aborda cuestiones institucionales e incide especialmente en los derechos del pueblo contra los tiranos. En su último grupo de ensayos, entre los que destaca Tratado de poder civil en causas eclesiásticas (1659), ofrece ideas prácticas para reformar el gobierno y se muestra contrario a la existencia de un clero profesional, defendiendo la libertad individual para interpretar las Escrituras de acuerdo con la propia conciencia.

Durante sus años de ensayista y político Milton compuso parte de su gran poema épico, Paraíso perdido, además de 17 sonetos, entre los que figuran Sobre su ceguera (1655) y Sobre su esposa muerta (1658). El apogeo de su carrera poética llegó en el periodo comprendido entre 1660 y 1674, cuando completó Paraíso perdido (1667) y compuso además Paraíso recuperado (1671) y el drama poético Samson Agonistes (1671). El Paraíso perdido está considerada como la obra maestra de Milton, y uno de los grandes poemas de la literatura universal. En sus doce cantos narra la historia de la caída de Adán en un contexto de drama cósmico y profundas especulaciones. El objetivo del poeta era justificar el comportamiento de Dios hacia los hombres. El poema denota una imaginación desbordante y una abrumadora capacidad intelectual, y el estilo de Milton alcanza en él la máxima fuerza y exaltación. El Paraíso recuperado, que habla de la salvación humana a través de Cristo, es una obra más breve y menor, a pesar de su riqueza y su fuerza. En Samson Agonistes, una tragedia basada en el modelo griego y escrita en parte en verso blanco y en parte en verso coral sin rima y de longitud variable, Milton se basa en la leyenda de Sansón, incluida en el Antiguo Testamento, con el fin de proporcionar a los derrotados puritanos ingleses el valor necesario para triunfar a través del sacrificio

Blog Entry Jun 12, '10 10:34 AM
by clavedere for everyone





Lord Byron
(George Gordon; Londres, Gran Bretaña, 1788-Missolonghi, actual Grecia, 1824) Poeta británico. Perteneciente a una familia de la aristocracia de su país, perdió a su padre a los tres años. En 1798, al morir su tío abuelo William, quinto barón Byron, heredó el título y las propiedades.
Educado en el Trinity College de Cambridge, etapa en la que curiosamente se distinguió como deportista, a pesar de tener un pie deforme de nacimiento, Lord Byron vivió una juventud amargada por su cojera y por la tutela de una madre de temperamento irritable. A los dieciocho años publicó su primer libro de poemas, Horas de ocio, y una crítica adversa aparecida en el Edimburgh Review provocó su violenta sátira titulada Bardos ingleses y críticos escoceses, con la que alcanzo cierta notoriedad.
En 1809, al ser declarado mayor de edad, Lord Byron emprendió una serie de viajes en los que recorrió España, Portugal, Grecia y Turquía. A su regreso publicó, como memoria poética de su viaje, los dos primeros cánticos de La peregrinación de Childe Harold, que le valieron rápidamente la fama. El héroe del poema, Childe Harold, parece basado en elementos autobiográficos, aunque sin duda recreados y aumentados para configurar lo que sería el típico héroe byroniano –al que él mismo trató de emular en su vida–, caracterizado por la rebeldía frente a la moral y las convenciones establecidas y marcado por una vaga nostalgia y exaltación de sentimientos, en especial el sufrimiento por un indeterminado pecado original.
En 1815 se casó con Anna Isabella Mibanke, con quien tuvo una hija, Augusta Dada, aunque se separaron al cabo de un año. El personaje libertino y amoral que Lord Byron encarnaba frente a la sociedad terminó por volverse contra él, sobre todo a partir de los rumores sobre sus relaciones incestuosas con su hermanastra Augusta, por lo que terminó por abandonar el Reino Unido en 1816, para no regresar jamás y convertirse en poeta errante por Europa.
En Suiza, de donde había llegado procedente de Bélgica, Lord Byron convivió con el poeta Shelley y sostuvo relaciones amorosas con Claire Clairmont. Tras una estancia en Génova, se trasladó a Venecia, donde inició, en 1819, una nueva y turbulenta relación amorosa con la condesa Guiccioli y llevó una vida fastuosa y salpicada de escándalos; más tarde fue a Ravena.
En esta época terminó el cuarto canto de Childe Harold y su Manfredo (1817), que le permitió sostener correspondencia con Goethe, quien diría de él que se trataba del «primer talento de su siglo». En 1819 inició su famoso Don Juan, considerada por muchos como su mejor obra, en la que recrea al mítico personaje en un tono que oscila entre la gravedad y la ironía. En 1822, y junto a los poetas Shelley y Leigh Hunt, fundó en Pisa la revista The Liberal, cuya publicación se interrumpió enseguida debido a la muerte del primero y a la disputa de Byron con Hunt.
Orientado cada vez más hacia la causa liberal, en 1823, a raíz de la rebelión de los griegos contra los turcos, Lord Byron reclutó un regimiento para la causa de la independencia griega, aportó sumas económicas importantes y se reunió con los insurgentes en julio de 1823 en Missolonghi. Murió de unas fiebres en esta misma ciudad poco después, a los treinta y seis años de edad.
La fama de que gozó en su época se ha visto reducida en gran medida con el paso de los años y el aumento de la perspectiva histórica. Se ha discutido el valor literario y sobre todo el carácter innovador de sus composiciones líricas, mientras que su facilidad versificadora y su expresión ágil e incisiva mantienen el interés de sus sátiras y composiciones narrativas. Byron encarnó para sus coetáneos el ideal del héroe romántico, tanto en su obra como en su vida, y como tal fue considerado y admirado por no pocos escritores, José de Espronceda y Gustavo Adolfo Bécquer entre ellos.

I had a dream, which was not all a dream.
Tuve un sueño, que no era del todo un sueño.
The bright sun was extinguish'd, and the stars
El brillante sol se apagaba, y los astros
Did wander darkling in the eternal space,
Vagaban apagándose por el espacio eterno,
Rayless, and pathless, and the icy earth
Sin rayos, sin rutas, y la helada tierra
Swung blind and blackening in the moonless air;
Oscilaba ciega y oscureciéndose en el aire sin luna;
Morn came, and went - and came, and brought no day,
La mañana llegó, y se fue, y llegó, y no trajo consigo el día,
And men forgot their passions in the dread
Y los hombres olvidaron sus pasiones ante el terror
Of this desolation; and all hearts
De esta desolación; y todos los corazones
Were chill'd into a selfish prayer for light:
Se congelaron en una plegaria egoísta por luz;
And they did live by watchfires - and the thrones,
Y vivieron junto a hogueras - y los tronos,
The palaces of crowned kings - the huts,
Los palacios de los reyes coronados - las chozas,
The habitations of all things which dwell,
Las viviendas de todas las cosas que habitaban,
Were burnt for beacons; cities were consumed,
Fueron quemadas en los fogones; las ciudades se consumieron,
And men were gathered round their blazing homes
Y los hombres se reunieron en torno a sus ardientes casas
To look once more into each other's face;
Para verse de nuevo las caras unos a otros;
Happy were those who dwelt within the eye
Felices eran aquellos que vivían dentro del ojo
Of the volcanos, and their mountain-torch:
De los volcanes, y su antorcha montañosa:
A fearful hope was all the world contain'd;
Una temerosa esperanza era todo lo que el mundo contenía;
Forest were set on fire - but hour by hour
Se encendió fuego a los bosques - pero otra tras hora
They fell and faded - and the crackling trunks
Fueron cayendo y apagándose - y los crujientes troncos
Extinguish'd with a crash - and all was black.
Se extinguieron con un estrépito - y todo estuvo negro.
The brows of men by the despairing light
Las frentes de los hombres, a la luz sin esperanza
Wore an unearthly aspect, as by fits
Tenían un aspecto no terreno, cuando de pronto
The flashes fell upon them; some lay down
Los haces caían sobre ellos; algunos se tendían
And hid their eyes and wept; and some did rest
Y escondían sus ojos y lloraban; otros descansaban
Their chins upon their clenched hands, and smiled;
Sus barbillas en sus manos apretadas, y sonreían;
And others hurried to and fro, and fed
Y otros iban rápido de aquí para allá, y alimentaban
Their funeral piles with fuel, and looked up
Sus pilas funerarias con combustible, y miraban hacia arriba
With mad disquietude on the dull sky,
Con loca inquietud al sordo cielo,
The pall of a past world; and then again
El sudario de un mundo pasado; y entonces otra vez
With curses cast them down upon the dust,
Con maldiciones se arrojaban sobre el polvo,
And gnash'd their teeth and howl'd: the wild birds shriek'd,
Y rechinaban sus dientes y aullaban; las aves silvestres chillaban,
And, terrified, did flutter on the ground,
Y, aterrorizadas, revoloteaban sobre el suelo,
And flap their useless wings; the wildest brutes
Y agitaban sus inútiles alas; los brutos más salvajes
Came tame and tremolous; and vipers crawl'd
Venían dóciles y trémulos; y las víboras se arrastraron
And twined themselves among the multitude,
Y se enroscaron entre la multitud,
Hissing, but stingless - they were slain for food:
Sisando, pero sin picar - y fueron muertas para ser alimento:
And War, which for a moment was no more,
Y la Guerra, que por un momento se había ido,
Did glut himself again; - a meal was bought
Se sació otra vez; - una comida se compraba
With blood, and each sate sullenly apart
Con sangre, y cada uno se sentó resentido y solo
Gorging himself in gloom: no love was left;
Atiborrándose en la penumbra: no quedaba amor;
All earth was but one thought - and that was death,
Toda la tierra era un solo pensamiento - y ese era la muerte,
Immediate and inglorious; and the pang
Inmediata y sin gloria; y el dolor agudo
Of famine fed upon all entrails - men
Del hambre se instaló en todas las entrañas - hombres
Died, and their bones were tombless as their flesh;
Morían, y sus huesos no tenían tumba, y tampoco su carne;
The meagre by the meagre were devoured,
El magro por el magro fue devorado,
Even dogs assail'd their masters, all save one,
Y aún los perros asaltaron a sus amos, todos salvo uno,
And he was faithful to a corpse, and kept
Y aquel fue fiel a un cadáver, y mantuvo
The birds and beasts and famish'd men at bay,
A raya a las aves y las bestias y los débiles hombres,
Till hunger clung them, or the dropping dead
Hasta que el hambre se apoderó de ellos, o los muertos que caían
Lured their lank jaws; himself sought out no food,
Tentaron sus delgadas quijadas; él no se buscó comida,
But with a piteous and perpetual moan
Sino que con un gemido piadoso y perpetuo
And a quick desolate cry, licking the hand
Y un corto grito desolado, lamiendo la mano
Which answered not with a caress - he died.
Que no respondió con una caricia - murió.
The crowd was famish'd by degrees; but two
De a poco la multitud fue muriendo de hambre; pero dos
Of an enormous city did survive,
De una ciudad enorme sobrevivieron,
And they were enemies; they met beside
Y eran enemigos; se encontraron junto
The dying embers of an altar-place
A las agonizantes brasas de un altar
Where had been heap'd a mass of holy things
Donde se había apilado una masa de cosas santas
For an unholy usage; they raked up,
Para un fin impío; hurgaron,
And shivering scraped with their cold skeleton hands
Y temblando revolvieron con sus manos delgadas y esqueléticas
The feeble ashes, and their feeble breath
En las débiles cenizas, y sus débiles alientos
Blew for a little life, and made a flame
Soplaron por un poco de vida, e hicieron una llama
Wich was a mockery; then they lifted up
Que era una burla; entonces levantaron
Their eyes as it grew lighter, and beheld
Sus ojos al verla palidecer, y observaron
Each other's aspects - saw, and shriek'd, and died -
El aspecto del otro - miraron, y gritaron, y murieron -
Even of their mutual hideousness they died,
De su propio espanto mutuo murieron,
Unknowing who he was upon whose brow
Sin saber quién era aquel sobre cuya frente
Famine had written Fiend. The world was void,
La hambruna había escrito Enemigo. El mundo estaba vacío,
The populous and the powerful - was a lump,
Lo populoso y lo poderoso - era una masa,
Seasonless, herbless, treeless, manless, lifeless -
Sin estaciones, sin hierba, sin árboles, sin hombres, sin vida -
A lump of death - a chaos of hard clay.
Una masa de muerte - un caos de dura arcilla.
The rivers, lakes, and ocean stood still,
Los ríos, lagos, y océanos estaban quietos,
And nothing stirred within their silent depths;
Y nada se movía en sus silenciosos abismos;
Ships sailorless lay rotting on the sea,
Los barcos sin marinos yacían pudriéndose en el mar,
And their masts fell down piecemeal; as they dropp'd
Y sus mástiles bajaban poco a poco; cuando caían
They slept on the abyss without a surge -
Dormían en el abismo sin un vaivén -
The waves were dead; the tides were in their grave,
Las olas estaban muertas; las mareas estaban en sus tumbas,
The moon their mistress had expired before;
Antes ya había expirado su señora la luna;
The winds were withered in the stagnant air,
Los vientos se marchitaron en el aire estancado,
And the clouds perish'd; Darkness had no need
Y las nubes perecieron; la Oscuridad no necesitaba
Of aid from them - She was the universe.
De su ayuda - Ella era el universo.


Blog Entry Mar 29, '10 7:36 AM
by vurdalak for group lososcuros
Alexandre Dumas


(Francia, 1802-1870)
Novelista y dramaturgo francés del periodo romántico, conocido como Dumas padre. Dumas, uno de los escritores franceses más leídos, es conocido ante todo por sus novelas históricas Los tres mosqueteros (1844) y El conde de Montecristo (1844). Dumas nació en Villers-Cotterêts, Aisne, el 24 de julio de 1802. Era hijo de un general y nieto de un noble afincado en Santo Domingo. Había recibido una escasa educación formal, pero mientras trabajaba para el duque de Orleans, en París, leía con voracidad, sobre todo historias de aventuras de los siglos XVI y XVII, asistía a las representaciones de una compañía inglesa shakesperiana y comenzó a escribir obras de teatro. La Comédie Française produjo su obra Enrique III y su corte en 1829 y el drama romántico Cristina en 1830; ambas obtuvieron un éxito rotundo. Dumas fue un escritor muy prolífico, con cerca de 1.200 volúmenes publicados bajo su nombre. Aunque muchas de estas obras son fruto de colaboraciones o del trabajo de otros escritores a quienes contrataba, la mayoría de ellas llevan la impronta inconfundible de su genio personal y su inventiva. Sus ingresos eran enormes, pero apenas suficientes para sufragar su extravagante modo de vida en los últimos años: gastaba enormes sumas de dinero en mantener su finca en los alrededores de París (Montecristo), mantenía a numerosas amantes (una de las cuales era la madre de su hijo Alejandro), compraba obras de arte y hacía frente a las pérdidas derivadas de sus muchas aventuras empresariales. Cuando murió, el 5 de diciembre de 1870, estaba prácticamente en bancarrota. Además de novelas históricas, la obra de Dumas incluye las obras de teatro Antonio (1831), La torre de Nesle (1832), Catherine Howard (1834), Kean, o desorden y genio (1838) y El alquimista (1839), así como numerosas dramatizaciones de su propia ficción. También escribió memorias en las que ofrece un vivo retrato de su tiempo.
El conde de Montecristo:
http://www.megaupload.com/?d=UT67V27L
El Castillo de Eppstein:

La dama Pálida :
" Yo he visto en el Mediodía un pueblecillo llamado Les Baux: en otro tiempo, es decir, hace un siglo, era un alegre nido de hombres, mujeres y niños, situado en la falda de una colina, fértil en frutos, rico en flores, embalsamado por frescas y perfumadas brisas, animado por dulces cantos. El domingo, al rayar el día, se decía la misa en una pequeña y bonita iglesia blanca, con frescos de colores vivos, ante un altar bordado por la señora del lugar y adornado con pequeñas imágenes de madera dorada; por la tarde se bailaba bajo las frondas de los sicomoros, que tendían sus ramas sobre tres generaciones que allí habían nacido, que allí vivían y que allí esperaban morir. Por aquel pueblecillo pasaba un camino que iba, sino me engaño, de Tarascón a Nimes, es decir, de una ciudad a otra ciudad, y aquel camino era la vida del pueblo. Lo que para la provincia no era más que una vena secundaria, para él era la arteria principal, la aorta que hacía latir su corazón. Un día, por economizar la distancia de media legua, el trayecto de media hora, los ingenieros, sin comprender que cometían un asesinato, trazaron otro camino, Este camino, en vez de rodear la montaña, iba por la llanura, dejando el pueblo a la izquierda, pero lejos, muy lejos, ¡a media legua! Esto era poca cosa, sin duda; pero en fin, el pueblo no tenía ya su camino. ¡Y aquel camino era su vida, y he aquí que de repente la vida se había retirado de él! El pobre pueblo languideció, agonizó, murió: yo le he visto muerto, sin animación, sin vida. Todas las casas fueron abandonadas; algunas permanecen aún cerradas, como las dejaron sus habitantes el día en que las dijeron adiós; otras están abiertas a todos los vientos, y en varias un viajero extraviado sin duda, un bohemio errante tal vez, ha encendido fuego en la desierta cocina con los muebles destrozados. La iglesia existe todavía, la alameda de sicomoros existe también; pero la iglesia ha perdido sus frescos, la sabanilla de altar cuelga desgarrada, y algún animal salvaje, huyendo espantado del tabernáculo, del cual había hecho su refugio, ha derribado las pequeñas imágenes de madera; la alameda ha perdido su alegría y su animación, y en el cementerio el padre espera en vano a su hijo, la madre a su hija, el abuelo a su nieto; sorprendiéndose en su tumba al no oír remover la tierra en torno suyo y se preguntan: ¿Qué pasa en lo alto? ¿Es que ya no hay muerte? "

Blog Entry Mar 14, '10 11:44 AM
by vurdalak for group lososcuros

Emily Dickinson




Emily Elizabeth Dickinson (Amherst, Massachusetts, Estados Unidos, 10 de diciembre de 1830 - íd., 15 de mayo de 1886) Fue una poeta estadounidense, Cuya poesía apasionada, ha colocado un su autora en el reducido panteón de poetas fundacionales norteamericanos que hoy comparte con Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson y Walt Whitman. Emily Dickinson pasó gran parte de su vida recluida en una habitación de la casa de su padre en Amherst, y, excepto cinco poemas (tres de ellos publicados sin su firma y otro sin que la autora lo supiera), su ingente obra Permaneció inédita y oculta hasta Después de su muerte.
Emily Dickinson, la poeta reclusa, la monja de Amherst, la mujer de blanco. Sus biógrafos la describen como un ser solitario, casi enfermizo, Extremadamente tímido, encerrada en su cuarto, escribiendo febrilmente día y noche, ajena al mundo ya todo lo que no fuera la literatura. Otros, en cambio, dicen que Fue una mujer rebelde y excéntrica, con un gran sentido del humor, alguien que fabrico voluntariamente su imagen, Moldeo su destino. También hay quien asegura que todo, su poesía y su vida, fué el fruto de un amor imposible, o de varios amores imposibles, hacia hombres casados, o hacia Sue Gilbert Huntington, su vecina, amiga más querida y finalmente, su cuñada.

Emily Dickinson, nació en Amherst, una pequeña ciudad de Massachusetts, Estados Unidos, en 1830. Y murió en esa misma ciudad, en su casa natal, en 1886.
Tuvo dos hermanos, Austin, un año el alcalde y Lavinia, tres años menor que ella, que tampoco se casó y Vivió junto a Emily. Fue Lavinia quien tras la muerte de su hermana, al ordenar sus papeles, encontró los poemas, muchos atados en fascículos, como preparados para publicarse. Lavinia, entonces, decidió sacarlos a la luz, un Pesar de las opiniones en contra de la misma familia y de otras personas cercanas A LOS Dickinson.
En vida de Emily, sólo Fueron publicados siete poemas suyos; El resto, más de 1770, Se publicó Después de su muerte.

La vida una extraña vida de recluso de Emily Dickinson Fue voluntaria. Vestía de blanco como una monja, apenas Salía de su casa, cultivaba su jardín, no se casó, ni Tuvo hijos.
La biblioteca de su padre, un eminente abogado y hombre público, su firme educación religiosa - Aunque ella jamás abrazó la religión-; su fugaz paso por la Academia y el Seminario femenino, no alcanzan un Cómo explicar, esa señorita provinciana, unos Pudo escribir Poemas que hoy, más de 150 años después, Siguen asombrando por su atrevimiento, su grado de experimentación con el lenguaje y por su modernidad


La vida misma de Dickinson se convirtió en una especie de novela o poema narrativo en el que, una Través de una serie de maniobras extraordinariamente complejas, ayudada por los disfraces que Tenía a mano, esta ingeniosa represento Poeta y acabó resolviendo sus ansiedades hacia el arte y su furia por la subordinación femenina ... Sus poemas Constituyen el "diálogo" de una ficción extendida Cuyo tema es la vida de esa supuesta persona que originalmente se llamaba Emily Dickinson., Pero que tambien se bautizó a si Misma de Formas DIVERSAS: Emilie, Daisy, Hermana Emily, tía Emily Dickinson y simplemente.

Su aislamiento o refugio en la casa paterna, esa vida casi de niña que llevo, en Oposición al rol de "mujer y esposa" Que se Esperaba de las jóvenes de su época, Parecen corresponderse A UNA elección forzada que le permitio Dedicarse a la poesía Y no sólo escribir Gran Cantidad de poesía, sino escribir Gran Cantidad de poesía asombrosamente Innovadora poesía llena de errores gramaticales y estilísticas excentricidades que sólo una niña loca Podría escribir.

Pero esta misma máscara infantil, Fue un encierro, una prisión ineludible: la encerró en la casa de su padre, del mismo modo que una niña es confinada en su cuarto.

Pero una niñita que "juega" Crear un todo un jardín de versos, ¿no triunfa sobre el mundo práctico de padres, señores, maestros y hogares? Si es así, ¿no es la niñita en realidad un adulto encubierto, uno de los Elegidos, INCLUSO una reina o emperatriz ignorada?


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* (Selección poética)
* Poemas
* Poesía completa

Blog Entry Mar 12, '10 7:25 AM
by vurdalak for group lososcuros
Esta biografía es una traducción de la aparecida en el H.P. Lovecraft Centennial Guidebook. Escrita por S.T. Joshi uno de los mayores estudiosos de Lovecraft.
La familia Phillips-Lovecraft
La familia Phillips-Lovecraft
Howard Phillips Lovecraft nació a las 9 de la manaña de 20 de Agosto de 1890 en la casa familiar del 454 (entonces numerado 194) de Angell Street en Providence, Rhode Island. Su madre era Sarah Susan Phillips Lovecraft, que podía remontar sus ancestros hasta la llegada de un tal George Phillips a Massachussets en 1630. Su padre fue Windfield Scott Lovecraft, una viajante de Gorham and Company, joyeros de Providence. Cuando el joven Howard tenía tres años su padre sufrió un colapso nervioso en una habitación de hotel en Chicago, siendo ingresado en el Hospital Butler, donde permaneció hasta su muerte el 19 de Julio de 1898. Aparentemente Lovecraft fue informado de que su padre estaba paralizado y comatoso durante este periodo, siendo la realidad que su padre murió de paresia, una variante de la sífilis.
Whipple Van Buren Phillips
Whipple V. Buren Phillipsinició al joven Lovecraft en la historia gótica de terror
Con la muerte de su progenitor, la educación del chico recayó sobre su madre, sus dos tías y, especialmente su abuelo, el prominente industrial Whipple Van Buren Phillips. Lovecraft fue un joven precoz: recitaba poesía a la edad de 2 años, leía a los tres y escribía a los siete. La primera obra que le entusiasmó fueron "las Mil y una Noches", obra que leyó a los cinco años; fue en esta época en la cual adoptó el pseudónimo "Abdul Alhazred", personaje que despues se convertiría en el autor del mítico "Necronomicon". De todos modos, al año siguiente, sus interesesárabes se verían eclipsados por el descubrimiento de la mitología griega, adquirida a traves de "Bulfinch's age of fable" y versiones juveniles de la Iliada y la Odisea. En el que es aún su trabajo más antiguo conservado, "El poema de Ulises (1897)", parafrasea la Odisea en 88 versos de rima interna. Para entonces ya había descubierto la ficción y su primera historia, la no conservada "The Noble Eavesdropper" data de 1896. Su interés por la ficción fue estimulado por su abuelo, que entretenía a su nieto con historias improvisadas al estilo gótico de terror.

Lovecraft de Niño
Lovecraft de niño
Lovecraft fue un niño solitario y sufrió frecuentes enfermedades, algunas de ellas de origen aparentemente psicológico, asistiendo de manera esporádica a la escuela de Slater Avenue, pero absorbiendo gran cantidad de información a través de sus lecturas individuales. Sobre los ocho años descubre la ciencia, primero la química, luego la astronomía. Empezó a editar periódicos de aficionados, la gaceta científica (1899-1907) y la gaceta de Astronomía de Rhode Island (1903-1907), distribuyendolos entre sus amigos. Cuando ingresa en la escuela superior de Rhode Island, es animado en sus intereses tanto por sus compañeros como por sus profesores y desarrolló alguna amistad duradera con chicos de su edad. La primera aparición de Lovecraft en letras de molde tiene lugar en 1906, cuando escribió una carta de tema astronómico para el Providence Sunday Journal. Poco despues empezó a escribir una columna astronómica mensual para el Pawtuxet Valley Gleaner, un periódico rural. Otros trabajos periodísticos incluyen colaboraciones en forma de columnas para el Providence Evening News(1914-18) así como The Asseville y el Gazette News (1915).
La casa de Angell Street
El 598 de Angell Street
(fotografía actual)
En 1904 la muerte de su abuelo y la mala gestión de su legado, arrastran a la familia de Lovecraft a serios problemas económicos. Lovecraft y su madre se vieron forzados a mudarse de subonito hogar victoriano a uno más modesto en el 598 de Angell Street. La pérdida del hogar familiar fue devastadora para Lovecraft y, aparentemente, contempló la posibilidad del suicidio, dando largos paseos en bicicleta y mirando especulativamente las profundidades del rio Barrington. Sólo la búsqueda de conocimiento representa un aliciente para seguir viviendo. A pesar de todo, en 1908, poco antes de graduarse en la high school, sufre una depresión nerviosa que le fuerza a dejar la escuela antes de graduarse. Este hecho y la subsiguiente imposibilidad para acceder a la universidad de Brown fueron fuentes de gran pesar en años venideros, a pesar del hecho de que Lovecraft fuese uno de los autodidadctas más formidables de su tiempo. Entre 1908 y 1913 Lovecraft fue virtualmente un recluso, haciendo poco aparte de sus estudios astronómicos y su poesía. Durante este período Lovecraft desarrolló una insana dependencia de su madre quien aún sufría por el trauma provocado por la enfermedad y muerte de su esposo, desarrollando una relación patológica de amor-odio hacia su hijo.
Portada de una selección de cartas de HP Lovecraft al Argosy
Portada de una selección de cartas al Argosy
(Necronomicon Press)
Lovecraft salió de su reclusión a su manera particular. Aficionado a la literatura "pulp" de la época, se sintió tan ofendido por las insípidas historias de amor escritas por Fred Jackson en el Argosy (popular magacín de la época) que escribió una carta en verso atacando a Jackson. La carta fue publicada en 1912, y provocó toda una tormenta de protestas de defensores de Jackson (en su mayoría hombres). Lovecraft se embarcó entonces en una encendida polémica en la sección de "cartas al director" del Argosy, siendo las respuestas de Lovecraft casi siempre sonetos dieciochescos reminiscentes de Dryden y Pope. Esta controversia no pasó desapercibida para Edward F Daas, presidente de la United Amateur Press Association (UAPA, Asociacion de prensa amateur), una asociación de escritores amateur de todo el pais, que escribían y publicaban sus propios magacines. Daas invitó a Lovecraft a unirse a la Asociación, cosa que hizo en 1914. Lovecraft publicó trece números de su propia revista amateur, el Conservative (1915-23), contribuyendo voluminosamente con ensayo y poesía a otras publicaciones. Despues, Lovecraft se convertíría en Presidente y Editor Oficial de la UAPA, sirviendo tambien, brevemente, como presidente de la rival NAPA (Nationa Amateur Press Association, Asociación Nacional de Prensa Amateur). Esta experiencia bien pudo salvar a Lovecraft de una existencia de reclusión improductiva; como él mismo diría en cierta ocasión: "En 1914, cuando el Amateurismo me tendió su amable mano, estaba tan cercano como cualquier animal al estado de vegetativismo...Con la llegada de United, encontré una nueva razón para vivir; un renovado sentido de mi existencia, encontrando una esfera en la cual podía sentir que mis esfuerzos no eran del todo inútiles. Por vez primera, pensé que mis infantiles escarceos en el mundo del arte eran algo más que gritos perdidos en el sordo vacío".
Lovecraft y W. Paul Cook
Lovecraft y W. Paul Cook
Fue en el mundo amateur donde Lovecraft retomó la escritura de ficción, que había abandonado en 1908. W. Paul Cook y otros, intuyendo lo prometido en cuentos de juventud como "La Bestia en La Cueva" (1905) y "El Alquimista" (1908), animaron A Lovecraft a escribir ficción de nuevo. Lovecraft les complació escribiendo "La Tumba" y "Dagon" en rápida sucesión durante el verano de 1917. A partir de este momento Lovecraft mantendrá un flujo regular de creaciones de ficción, aunque, por lo menos hasta 1922, serían la poesía y el ensayo sus principales estilos literarios. Además, Lovecraft fue involucrándose en una siempre creciente red de correspondencia con amigos y colaboradores, convirtiendose eventualmente en uno de los escritores de cartas más prolíficos de su siglo, legándonos, según los cálculos más recientes, una cantidad que oscila entre las 60.000 y las 100.000 cartas (!).
Sonia Greene
Sonia Greene
La madre de Lovecraft, cuyas condiciones mentales y físicas había entrado en una rápida espiral descendente, sufrió un colpaso nervioso en 1919 siendo ingresada en el Butler Hospitel de dónde, al igual que su marido años antes, ya no saldría jamas. Su muerte, acaecida el 24 de Mayo de 1921, se debió a una infección de vejiga. La muerte de la madre fue devastadora para Lovecraft, pero al cabo de unas semanas ya estaba lo suficientemente recuperado como para acudir a una convención de periodismo amateur en Boston, el 4 de Julio de 1921. Fue en este evento donde conoció a la que más tarde sería su esposa. Sonia Haft Greene era una judía de orgien ruso, 7 años mayor que Lovecraft. Ambos parecieron, al menos en un primer momento, congeniar totalmente. Lovecraft visitó a Sonia a su apartamento de Brooklyn en 1922, y la noticia de su casamiento el 3 de Marzo de 1924 no fue sorpresa total para sus amigos; sí lo pudo ser para sus dos tías, Lillian D. Clrak y Annie E. Phillips Gamwell, que se enteraron por carta una vez pasada la ceremonia. Lovecraft se mudó al apartamento de Sonia en Brooklyn y en un principio el futuro parecía prometedor: Lovecraft había puesto un pie en el mundo profesional gracias a la publicación de varias de sus historias en Weird Tales, el conocido magacine pulp fundado en 1923; Sonia regentaba una exitosa tienda de sombreros en la Quinta Avenida.
Pero los problemas se abatieron sobre la pareja casi inmediatamente: la tienda sufrió bancarrota, Lovecraft rechazó la oportunidad de ser el editor de un Magacine asociado a Weird Tales (lo que hubiese implicado su traslado a Chicago) y la salud de Sonia empezó a deteriorarse, forzándola a pasar temporadas en un sanatorio de Nueva Jersey. Lovecraft intentó conseguir un trabajo estable, pero nadie parecía demasiado dispuesto a contratar a un hombre de 34 años sin ningún tipo de experiencia anterior. El 1 de Enero de 1925, Sonia tuvo que ir a Cleveland para conseguir un trabajo y Lovecraft se mudó a un apartamento de soltero cerca de la insalubre zona de Brooklyn llamada Red Hook.
Weird Tales

Weird Tales
Número donde se publicó “El Horror de Red Hook”
Aunque Lovecraft tenía amigos en Nueva York-Frank Belknap Long, Rheinhart Kleiner, Samuel Loveman- comienza a sentirse deprimido por su aislamiento entre las masas de "extranjeros" de la ciudad. Su ficción iba de lo nostálgico ("The Sunned House" (1924) está ambientada en Providence) a lo amargado y misántropico("El Horror de Red Hook" y "él" -ambos escritos en 1924- dejan bien claros sus sentimientos hacia Nueva York). Finalmente, a principios de 1926, se hicieron planes para que Lovecraft volviese a su añorada Providence. Pero, ¿dónde encajaba Sonia en estos planes? Nadie parecía saberlo, y mucho menos Lovecraft. A pesar de que continuaba sintiendo afecto por ella, consintió cuando sus tías vetaron la prpuesta de Sonia de iniciar un negocio en Providence: su sobrino no podía estar marcado por el estigma de estar casado con una tendera. El matrimonio estaba fundamentalmente roto y el divorcio en 1929 fue inevitable.
Cuando Lovecraft volvió a Providence el 17 de Abril de 1926, estableciéndose en el 10 de Barnes Stret al norte de la universidad de Brown no fue para enterrarse a si mismo como hizo en el periodo de 1908-13; más que eso, los últimos 10 años de su vida fueron los de su florecimiento, tanto como escritor como persona. Su vida fue relativamente calmada- viajó a varios sitios del este de américa en busca de antiguedades (Quebec, Nueva Inglaterra, Filadelfia, Charleston, St Agustine); escribió su mejor ficción, desde "La llamada de Cthulhu" (1926) hasta "En la noche de los tiempos" (1934-35) pasando por "Las Montañas de la Locura" (1931) y continuó con su prodigiosamente extensa correspondencia. En Nueva Inglaterra Lovecraft encontró su lugar como escritor de ficción fantástica y como hombre de letras en general. Promocionó las carreras de muchos jovenes escritores (August Derleth, Donald Wandrei, Robert Bloch, Fritz Lieber), y fué implicandose en los temas económicos y políticos de su tiempo, apoyando a Roosevelt durante la Gran Depresión y aproximándose hacia una especie de socialismo moderado; aún así continuó absorbiendo conocimiento en muchos y diversos temas, desde la filosofía hasta la literatura pasando por la arquitectura.
Lápida mortuoria de HP Lovecraft
La tumba de Lovecraft La inscripción: “Yo soy Providence”
Los últimos dos o tres años de su vida fueron, aún así, bastante duros. En 1932 su querida tía Mrs. Clark murió. HPL se muda en 1933 con su otra tía, Mrs. Gamwell a unos pisos en el 66 de College Street, justo detrás de la Biblioteca John Hay. (Esta casa se encuentra hoy en día en el 65 de Prospect Street). Sus últimos relatos, cada vez más largos y complejos, fueron dificiles de vender, y se ve obligado a mantenerse a traves de las "revisiones" de obras de otros y a escribir historias de fantamas, poesía y trabajos de no-ficción. El suicidio de Robert E. Howard (uno de sus corresponsales más cercanos) en 1936 , le deja confuso y entristecido. Por esa epoca la enfermedad que causaría su propia muerte -cancer intestinal- había progresado tanto, que poco se podía hacer para tratarlo. Lovecraft intentó soportar el cada vez más intenso dolor durante el invierno de 1936-37, pero finalmente se ve obligado a ingresar en el Hospital Memorial Jane Brown el 10 de Marzo de 1937, donde fallece cinco dias despues. Fue enterrado el 18 de Marzo en el mausoleo familiar de los Phillips en el cementerio de Swan Point.
Es posible que, al ver el fin cerca, Lovecraft temiese el olvido al que parecía estar condenada su obra: no había publicado ningún libro en vida (a excepción de una edición barata que se había hecho de "La Sombra sobre Innsmouth" en 1936) y sus relatos, ensayos y poemas estaban desperdigados por una enorme cantidad de magacines pulp y amateur. Pero las amistades que había forjado por correspondecia resultaron la salvación de su legado: August Derleth y Donald Wandrei estaban determinados a preservar los relatos de Lovecraft en la dignidad de los libros de tapa dura. Fundaron la editorial Arkham House para publicar la obra del soñador de Providence, estrenándose con The Outsider and Other en 1939. Muchos más volumenes continuaron el esfuerzo inicial y finalmente el trabajo de Lovecraft pudo verse en libros que llegaron a estar traducidos a más de una docena de lenguajes. Hoy, en el centenario de su nacimiento (este artículo fue escrito en 1990. N. del W.), sus relatos están disponibles en ediciones ampliamente comentadas, sus ensayos, poemas y cartas son accesibles para el gran público y muchos estudiosos han escrito sobre las profundidades y complejidades de su trabajo y pensamiento. Queda mucho por hacer en el estudio de Lovecraft, pero es seguro decir que, gracias al mérito intrínseco de su trabajo y a la perseverancia y diligencia de sus asociados y amigos, Lovecraft se ha ganado un pequeño pero importante lugar en el Canon de la literatura americana.

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Tú eras la verdad, mi frontera,
eras mi débil red,
pero me he estrellado
contra el árbol del bien y del mal,
yo también he comido la manzana
de tu omnipresencia
y he salido
vacía de cada saber,
porque tu eras mi doctrina,
y el cáliz de tu vida
rozaba todas las rosas.
Ahora te has confundido
con los oscuros argumentos de la lira
mas, en vano sofocas tu voz
en las raíces – espirales de los árboles–,
en vano lanzas gemidos
debajo de la tierra,
porque yo vendré a buscarte
excavaré en tu fermento,
madre, buscaré en los espíritus
aquel más claro y más quedo,
el que tenía tus ojos
y la límpida voz
y tu dulce coraje
solamente hecho con estrellas.


Las más bellas poesías se escriben
sobre las piedras
con las rodillas ulceradas
y las manos afiladas por el misterio.
Las más bellas poesías se escriben
frente a un altar vacío,
rodeado de agentes
de la divina locura.
Así, loco, criminal, como eres
le has dado versos a la humanidad,
versos de reconquista
y de bíblicas profecías
y eres hermano de Jonas.*
Pero la tierra prometida
donde germinan las manzanas de oro
y el árbol del conocimiento
de donde Dios no ha descendido
ni jamás te ha maldecido.
Pero tú sí, maldices
hora tras hora tu canto
porque has descendido en el limbo,
donde aspiras el Assenzio*
de una sobrevivencia negada.


ReviewReviewReviewReviewReview Apr 30, '12 3:04 PM
by Hervione for everyone
Category: Other
ISLA IGNORADA
Soy como esa isla que ignorada
Late acunada por árboles jugosos
-en el centro de un mar
que no me entiende,
rodeada de NADA,
sola solo-.
Hay aves en mi isla relucientes
Y pintadas por ángeles pintores,
Hay fieras que me miran dulcemente,
Y venenosas flores.
Hay arroyos poetas
Y voces interiores
De volcanes dormidos.

Quizá haya algún tesoro
Muy dentro de mi entraña.
¡Quién sabe si yo tengo
diamante en mi montaña,
o tan sólo un pequeño pedazo de carbón!
Los árboles del bosque de mi isla
Sois vosotros, mis versos.
¡Qué bien sonáis a veces
si el gran músico viento
os toca cuando viene del mar que me rodea

A esta isla que soy, si alguien llega,
Que se encuentre con algo es mi deseo
-manantiales de versos encendidos
y cascadas de paz es lo que tengo-.
Un nombre que me sube por el alma
Y no quiere que llore mis secretos;
Y soy tierra feliz -que tengo el arte
De ser dichosa y pobre al mismo tiempo-.

Para mí es un placer ser ignorada,
Isla ignorada del océano eterno.
En el centro del mundo sin un libro,
SÉ TODO, porque vino un misionero
Y me dejó una Cruz para la vida
-para la muerte me dejó un misterio-.

Blog Entry Jan 8, '12 5:57 AM
by Alices for group lososcuros
Vivo sin vivir en mí
Y tan alta vida espero
Que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,
Después que muero de amor;
Porque vivo en el Señor,
Que me quiso para sí:
Cuando el corazón le di
Puso en él este letrero,
Que muero porque no muero.

Esta divina prisión,
Del amor con que yo vivo,
Ha hecho a Dios mi cautivo,
Y libre mi corazón;
Y causa en mí tal pasión
Ver a Dios mi prisionero,
Que muero porque no muero.

¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros!
¡Esta cárcel, estos hierros
En que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
Me causa dolor tan fiero,
Que muero porque no muero.

¡Ay, qué vida tan amarga
Do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
No lo es la esperanza larga:
Quíteme Dios esta carga,
Más pesada que el acero, »
Que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
Vivo de que he de morir,
Porque muriendo el vivir
Me asegura mi esperanza;
Muerte do el vivir se alcanza,
No te tardes, que te espero,
Que muero porque no muero.

Mira que el amor es fuerte;
Vida no me seas molesta,
Mira que sólo te resta,
Para ganarte, perderte;
Venga ya la dulce muerte,
El morir venga ligero
Que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba,
Que es la vida verdadera,
Hasta que esta vida muera,
No se goza estando viva:
Muerte, no me seas esquiva;
Viva muriendo primero,
Que muero porque no muero.

Vida, ¿qué puedo yo darte
A mi Dios, que vive en mi,
Si no es el perderte a ti,
Para merecer ganarte?
Quiero muriendo alcanzarte,
Pues tanto a mi amado quiero,
Que muero porque no muero.

Blog Entry Jan 5, '12 5:09 AM
by clavedere for group lososcuros
Yacen de un home en esta piedra dura
El cuerpo yermo y las cenizas frías:
Médico fue, cuchillo de natura,
Causa de todas las riquezas mías.

Y ahora cierro en honda sepultura
Los miembros que rigió por largos días;
Y aun con ser Muerte yo, no se la
diera, Si dél para matarle no aprendiera.
Por : Don Francisco de Quevedo

Blog Entry Nov 8, '11 6:05 AM
by novia for group lososcuros



Noche. Mar de silencio. Van las meditaciones
desenrollando lentas sus claras devociones.
El faro del espíritu clarea esas ondas suaves
que van ampliando el círculo de sus evoluciones
para regir el curso sereno de las naves.
La paz del alma que sabe cantar sus horas
vela esa vida íntima de tramas seductoras
en que el dolor se ama. ¿Por qué? ¿Resulta acaso
que ese dolor es sombra de un cariño? Las horas
te dirán en silencio: camina paso a paso. . .
Mienten las horas. Mienten. Mata la indiferencia
que no sabe del triunfo de una linda cadencia;
si paso a paso vas por la vida, jurando
que has vencido, te engañas: esa pobre creencia
guardamos los que siempre vivimos adorando. . .

Adora el desaliento de esa melancolía;
no huyas de la grata penumbra que concede.
El ave del crepúsculo canta la melodía
¡de lo que pudo el alma, de lo que el alma puede!

Alegría, una gota, que esa gota bendita
habrá caído al vaso que gozará la flor...
¡Bríndasela a tu alma para toda la vida
en el regio festín que presida el dolor!
Carlos Pellicer

ISABELA: Duque Octavio, por aquí. Podrá salir más seguro.
DON JUAN: Duquesa, de nuevo os juro de cumplir el dulce sí.
ISABELA: Mis glorias serán verdades,
Promesas y ofrecimientos
Regalos y cumplimientos
Voluntades y amistades
DON JUAN: Sí, mi bien.
ISABELA: Quiero sacar una luz
DON JUAN: Pues, ¿para qué?.
ISABELA: Para que el alma dé fé del bien que llego a gozar.
DON JUAN: Matárete la luz yo.
ISABELA: ¡Ah Cielo!, ¿quién eres, hombre?.
DON JUAN: ¿Quién soy?. Un hombre sin nombre.
ISABELA: ¿Qué no eres el duque?.
DON JUAN: No.
ISABELA: ¡Ah de palacio!
DON JUAN: Detente. Dame, duquesa, la mano.
ISABELA: No me detengas, villano. ¡Ah del Rey!, ¡Soldados, gente! REY: ¿Qué es esto?. ¿Quién eres?. DON JUAN: ¿Quién ha de ser?. Un hombre y una mujer.
REY: ¡Ah de mi guarda! Prended a este hombre........

Blog Entry Aug 9, '11 2:11 PM
by Alices for group lososcuros
Dos monjes zen iban cruzando un río. Se encontraron con una mujer muy joven y hermosa que también quería cruzar, pero tenía miedo. Así que un monje la subió sobre sus hombros y la llevó hasta la otra orilla. El otro monje estaba furioso. No dijo nada pero hervía por dentro. Eso estaba prohibido. Un monje budista no debía tocar una mujer y este monje no sólo la había tocado, sino que la había llevado sobre los hombros.
Recorrieron varias leguas. Cuando llegaron al monasterio, mientras entraban, el monje que estaba enojado se volvió hacia el otro y le dijo:
-Tendré que decírselo al maestro. Tendré que informar acerca de esto. Está prohibido.
-¿De que estás hablando? ¿Qué está prohibido? -le dijo el otro.
-¿Te has olvidado? Llevaste a esta hermosa mujer sobre tus hombros -dijo el que estaba enojado.
El otro monje se rió y luego dijo:
-Sí, yo la llevé. Pero la dejé en el río, muchas leguas atrás. Tú todavía la estás cargando...

Blog Entry Jul 21, '11 1:59 PM
by clavedere for everyone

RIMA IV
No digáis que, agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.
Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!
Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista,
mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a dó camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!
Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!
Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!

Blog Entry Feb 22, '11 1:13 PM
by novia for group lososcuros



H. P. LOVECRAFT Y AUGUST DERLETH

LA HABITACION CERRADA
A la hora del crepúsculo, el salvaje y solitario campo cercano a la villa de
Dunwich, en la parte central del norte de Massachusetts, parece más despojado
y amenazador que durante el día. El crepúsculo tiñe los campos desolados y las
colinas con raras tonalidades que hacen resaltar todos los elementos del paisaje.
Desde los árboles antiguos, las paredes de piedra rodeadas de rosales y
cercanas a la polvorienta carretera, los bajos pantanos con su profusión de
luciérnagas y sus inevitables chotacabras que compiten con el croar de las ranas
y el canto ronco de los sapos, hasta las sinuosas curvas que forma el Miskatonic
en su curso superior al fluir entre las oscuras montañas hacia el mar y que
parecen cerrarse en torno al visitante en un intento de agarrarle y no dejarle
escapar, todo parece impregnado de una tensa vigilia sensiblemente hostil.
Camino de Dunwich, Abner Whateley sintió todo esto otra vez, como lo había
sentido en una ocasión cuando era niño y había salido corriendo y pidiendo con
gritos de terror a su madre que le llevase lejos de Dunwich y lejos del abuelo
Luther Whateley. ¡Hacía tantos años! Había perdido la cuenta. Era curioso que
aquel paisaje le siguiera afectando de aquel modo, pese a todos los años que
habían transcurrido desde entonces -sus años en La Sorbona, en El Cairo, en
Londres-, pese a todo lo que había aprendido y asimilado como experiencias
desde aquel momento y que hacían parecer más remotas aún sus tempranas
visitas al ceñudo y anciano abuelo Whateley en su vieja casa cercana al molino a
orillas del Miskatonic. La campiña de su niñez salía ahora de la neblina del
tiempo como si hubiese sido ayer cuando visitó por última vez a sus familiares.
Ya no quedaba nadie: mamá, el abuelo Whateley, la tía Sarah, a la que nunca
había visto y sólo sabía que vivía en algún lugar de la vieja casa, el odioso
primo Wilbur y su terrible hermano gemelo que pocos habían conocido antes
de su espantosa muerte en la cima de Sentinel Hill. Pero, según pudo
comprobar mientras atravesaba el puente cubierto, Dunwich no había
cambiado. La calle principal se hallaba bajo el tenebroso pico de Round
Mountain. Sus tejados, de estilo holandés, estaban tan podridos como siempre,
sus casas desiertas, y sólo se mantenía en pie la vieja iglesia con el campanario
roto. Pesaba sobre todo aquello un aura de destrucción.
Se desvió de la calle principal y tomó una carretera escarpada que ascendía por
la ribera, hasta que llegó a un lugar en el que había una gran casa y un molino
con una enorme rueda en la orilla del río. Era ahora propiedad suya. El
testamento del abuelo Whateley estipulaba que se asentase en la propiedad y
«diese los pasos necesarios para llegar a la disolución que yo mismo no pude
realizar». Una curiosa condición, pensó Abner. Pero, por otro lado, todo cuanto
concernía al abuelo Whateley había sido extraño, como si la decadencia de
Dunwich le hubiese contagiado irremisiblemente.
Nada resultaba más extraño que la llegada de Abner Whateley, abandonando
una vida cosmopolita para cumplir con los deseos de su abuelo y hacerse cargo
de una propiedad que casi no compensaba el esfuerzo que suponía llevarla
adelante. Reflexionando tristemente, pensó que los parientes, que aún vivían
cerca de, o en el propio Dunwich, podrían tomar a mal su regreso, teniendo en
cuenta la extraña reclusión en que habían vivido la mayoría de los Whateley de
la vecindad, particularmente desde los terribles acontecimientos que habían
sacudido a la familia Whateley en Sentinel Hill.
La casa parecía estar como siempre. La parte que daba a la orilla del río estaba
ocupada por el molino, que hacía ya mucho tiempo había dejado de funcionar,
y cada vez aparecían más arrasados los campos que contorneaban Dunwich.
Salvo una habitación sobre el molino -la de la tía Sarah-, la parte del edificio que
lindaba con el Miskatonic había sido abandonada desde los tiempos de su
juventud, desde la última vez en que Abner Whateley había visitado a su
abuelo, que vivía solo, con excepción de la tía Sarah, a la que nadie veía nunca y
que habitaba en su habitación cerrada, con la puerta atrancada. Nunca andaba
por la casa porque se lo tenía terminantemente prohibido su padre, de cuya
dominación sólo la muerte logró liberarla.
Una galería semiderruida en una de las esquinas de la casa rodeaba la parte
habitada; en el entramado que soportaba el alero había grandes telarañas, a las
que nadie, excepto el viento, molestaba a lo largo de los años. Y el polvo estaba
en todas partes, dentro y fuera, según pudo comprobar Abner cuando
descubrió la llave correcta entre todas las que le mandó el abogado. Encontró
una lámpara y la encendió; el abuelo Whateley tenía proscrita la electricidad. Al
amarillento resplandor de la luz, la vieja cocina que le era tan familiar, con su
mobiliario del siglo XIX, le afligió con violencia. Su desolación, las sillas y mesas
hechas a mano, el reloj de cien años en la repisa, la escoba gastada, todo eran
tangibles recuerdos de su niñez obsesionada por el miedo que le producían sus
visitas a la formidable casa y su aún más formidable ocupante, el viejo padre de
su madre.
La luz de la lámpara dejaba entrever algo más. En la mesa de la cocina había un
sobre dirigido a él, con una letra tan desgarbada que sólo podía ser de un
hombre muy viejo o poco firme: su abuelo. Sin preocuparse de traer el resto de
las cosas del coche, Abner se sentó a la mesa, sopló el polvo de la silla y un
trozo de la mesa para permitirle poner los codos, y abrió el sobre.
Una escritura encrespada apareció ante él. Las palabras eran tan severas como
recordaba que había sido su abuelo. Comenzaba bruscamente, sin una palabra
de afecto, ni tan siquiera un saludo estereotipado.
«Nieto:
»Cuando leas esto, hará ya meses que me habré muerto. Quizá más, a no ser
que te encuentren antes de lo que preveo. Te he dejado una cantidad de dinero -
todo lo que tengo a la hora de mi muerte- que actualmente está en el banco de
Arkham a tu nombre. No hago esto sólo porque seas mi único nieto, sino
porque entre todos los Whateley -somos un clan numeroso, hijo- tú has
recorrido mundo y has recopilado conocimientos suficientes como para
permitirte mirar las cosas con mente inquisidora, sin la superstición de la
ignorancia ni la superstición de la ciencia. Tú entenderás lo que quiero decir.
»Es mi deseo que por lo menos la parte de esta casa que da al molino sea
destruida. Que se deshaga tabla a tabla.
Si encuentras algo vivo en ella, te ordeno
solemnemente que lo mates. No importa su pequeñez. No importa su forma. A lo mejor
te parece humana, pero puede engañarte y poner en peligro tu vida y sabe Dios la de
cuántos otros.

»Prométeme que lo harás.

»Si parece que suena a locura, por favor recuerda que algo peor que la locura ha

caído sobre los Whateley. Yo me he librado. No ha ocurrido lo mismo con todo
lo que me ha pertenecido. Aquellos que se niegan a creer en lo que no saben y
niegan su existencia son locos aún más testarudos que aquellos de nuestra
sangre que han sido culpables de terribles prácticas y blasfemias contra Dios, y
cosas peores.
»Tu abuelo, Luther S. Whateley »
¡Típico del abuelo!, pensó Abner. Recordó, traído a su recuerdo con esta
enigmática y severa comunicación, que una vez en que su madre mencionó a su
hermana Sarah, tapándose en seguida la boca con los dedos, él había corrido
hacia su abuelo a preguntarle:
-Abuelo, ¿dónde está la tía Sarah?
El viejo hombre le había mirado con ojos del tamaño de una basílica y contestó:
-Muchacho, aquí no se habla de Sarah.
La tía Sarah había ofendido al abuelo en alguna forma espantosa -espantosa al
menos para ese fanático de la disciplina-, pues desde ese día, en el recuerdo de
Abner Whateley, su tía había sido simplemente el nombre de una mujer,
hermana mayor de su madre, encerrada en una gran habitación sobre el molino,
invisible tras esas paredes, con las contraventanas firmemente clavadas. Se les
había prohibido a Abner y a su madre pasar ante la puerta de la habitación
cerrada. Pese a ello, en una ocasión Abner se había encaramado a la puerta y
había pegado la oreja contra ella para escuchar los ruidos de respiración y los
quejidos que provenían del interior, como si fuesen de una persona voluminosa.
Había decidido que la tía Sarah debía de ser tan grande como una de esas
gordas de circo. Había que ver lo que devoraba, a juzgar por los platos de
comida. Principalmente comía carne, que debía prepararse ella misma, pues
generalmente estaba cruda. Se la llevaba a la habitación dos veces al día el viejo
Luther Whateley, pues no había criados en la casa. Y no los había habido desde
que la madre de Abner se había casado, tras el regreso de la tía Sarah, que
volvió muy extraña y aturdida de visitar a un pariente en Innsmouth.
Dobló la carta y la metió de nuevo en el sobre. Pensaría en el contenido otro día.
Necesitaba ante todo encontrar un sitio para dormir. Salió fuera, sacó las dos
maletas que había dejado en el coche y las trajo a la cocina. Entonces cogió la
lámpara y entró en el interior de la casa. Pasó sin detenerse por el anticuado
salón, que se mantenía cerrado salvo cuando venían visitas, y nadie más que los
Whateley visitaban a los Whateley en Dunwich. Se dirigió a la habitación de su
abuelo; era lógico que ocupase la habitación de su abuelo, ya que él era ahora, y
no Luther Whateley, el dueño.
La gran cama doble estaba cubierta de ejemplares descoloridos del
Arkham
Advertiser
, cuidadosamente colocados para proteger la delicada tela de la
colcha, que había sido bordada con un trabajoso diseño, indudablemente una
herencia de los Whateley. Colocó la lámpara en el suelo y retiró los periódicos.
Cuando abrió la cama vio que estaba fresca y limpia, lista para ser ocupada;
algún primo de su abuelo, conocedor de su próxima llegada, se habría ocupado
de esto después de las exequias.
Cogió sus maletas y las llevó a la habitación, que estaba en una esquina de la
casa, en el punto más alejado del pueblo: aunque apartadas de la orilla, sus
ventanas daban al río. Abrió la que tenía una tela metálica en la parte inferior y
se sentó en el borde de la cama, pensando en las circunstancias que le habían
traído a Dunwich después de tantos años.
Se sentía agotado. El denso tráfico de Boston le había cansado. El contraste entre
la región de Boston y el desolado territorio de Dunwich le deprimía y le
resultaba incómodo. Además, le invadía una impalpable inquietud. De no
haber necesitado la herencia para continuar sus investigaciones en el extranjero
acerca de la antiguas civilizaciones del Pacífico Sur, no habría venido aquí. Pero
los lazos familiares existían, por mucho que los negase. El viejo Luther
Whateley siempre había sido severo y dictatorial, pero era el padre de su
madre, y el nieto debía lealtad a su sangre.
Round Mountain se elevaba fuera, cercano a la habitación; sentía su presencia
como la había sentido cuando era niño y dormía arriba. Los árboles, durante
mucho tiempo sin podar, se apelotonaban contra la casa; y de uno de ellos, a
esta hora de profundo crepúsculo, caía en el tranquilo aire de verano el sonido
de las notas de un búho. Se reclinó por un momento, adormecido por el extraño
y agradable canto del búho. Un millar de pensamientos se acumularon en su
mente, innumerables recuerdos. Se vio otra vez de pequeño, siempre algo
asustado de divertirse a solas en estos vedados alrededores, siempre contento al
llegar y más contento aún al marcharse.
Pero no podía permanecer así, aunque le resultase cómodo: había tanto que
hacer antes de irse que no podía permitirse ni un mínimo descanso, si no quería
comenzar con mal pie su nebulosa tarea. Se levantó de la cama, cogió otra vez la
lámpara y empezó a hacer una ronda por la casa.
Fue al comedor, que estaba entre la habitación y la cocina. El comedor tenía un
mobiliario duro, incómodo, artesanal. De ahí se dirigió al salón. El mundo que
se ofrecía al abrir la puerta, por los detalles del mobiliario y la decoración, era
más cercano al siglo XVIII que al XIX, y, desde luego, muy alejado del XX. La
ausencia de polvo era debida a lo bien que ensamblaban las puertas que
separaban esta habitación del resto de la casa. Subió por las escaleras al piso de
arriba y recorrió habitación tras habitación. Todas estaban polvorientas, con las
cortinas descoloridas, y el aspecto general era de no haber sido ocupadas
durante muchos años, incluso antes de que muriese el viejo Luther Whateley.
Entonces llegó al pasillo que conducía a la habitación cerrada, el escondrijo o
prisión de la tía Sarah, ya no podría saber qué había sido, e, impulsivamente,
bajó y se paró delante de la puerta prohibida. Ningún sonido de respiración,
ningún quejido le saludaba ahora, nada en absoluto mientras permanecía
enfrente de ella, recordando, aún fascinado por el hechizo de la prohibición de
su abuelo.
Pero no había razón alguna para continuar respetándola. Sacó el llavero y
pacientemente probó una llave tras otra en la cerradura, hasta encontrar la que
correspondía a ella. Saltó el pestillo y empujó. La puerta se abrió con un
chirrido. Alzó la lámpara.
Había esperado encontrar el dormitorio de una mujer, pero la habitación
cerrada ofrecía un aspecto sorprendente: había ropa de cama tirada por todas
partes, almohadas en el suelo, restos de comida seca en una gran bandeja
escondida detrás de un escritorio. Un extraño olor íctico dominaba el cuarto, y
le abofeteó con tal dosis de humedad que casi no pudo reprimir una mueca de
asco. La habitación estaba destrozada; además, tenía el aspecto de haber estado
en ese desorden salvaje durante mucho, mucho tiempo.
Abner depositó la lámpara en el escritorio separado de la pared, cruzó hacia la
ventana que daba al molino y la abrió. Forcejeó para abrir las contraventanas
hasta que recordó que habían sido clavadas. Entonces se apartó, alzó un pie y
dio una patada a las contraventanas para que una bocanada de aire fresco
penetrara en la habitación.
Dio la vuelta y del mismo modo hizo saltar las contraventanas de la pared
contigua. Hasta que se separó para ver lo que había hecho no se dio cuenta de
que había roto la pequeña esquina de la ventana que se abría sobre la rueda del
molino. Un primer sentimiento de pesar se borró al recordar que su abuelo
insistía en que el molino, al igual que la habitación, se destruyese. ¡Qué
importaba una ventana rota!
Volvió para recoger la lámpara. Al hacerlo, dio un empujón al escritorio para
colocarlo junto a la pared. En ese momento, a sus pies, escuchó un crujido. Miró
hacia allí. Una rana de patas muy largas o quizá un sapo -no podía distinguirse
escabulló debajo del escritorio. Estuvo tentado de echar fuera al animal, pero
pensó que su presencia no importaba demasiado. Si había sido capaz de
sobrevivir en este cuarto, cerrado durante tanto tiempo, alimentándose de
cucarachas y otros insectos, merecía que lo dejasen tranquilo.
Salió, cerró la puerta de nuevo y regresó al dormitorio principal. Pensó que,
aunque fuera de modo superficial, por lo menos había dado un primer paso.
Había examinado el terreno, por así decirlo. Y tras su pequeña ronda estaba el
doble de cansado que antes. Aunque no era tarde, decidió irse a la cama y
empezar temprano por la mañana. Había que ocuparse aún del viejo molino;
quizá algo de su maquinaria, si quedaba alguna, podía venderse, y lo rueda era
ahora una pieza rara: pocas ruedas de molino habían sobrevivido a su época.
Permaneció durante unos instantes en la galería. Acusó con cierta sorpresa los
sonidos de los grillos y saltamontes, y el más sobrecogedor coro de chotacabras
y ranas, que surgían de todas partes para asaltarle con una ensordecedora
insistencia de tal proporción como para mitigar incluso el sonido procedente de
Dunwich. Estuvo allí hasta que ya no pudo tolerar las voces de la noche por
más tiempo; entonces volvió a entrar, cerró la puerta, y se dirigió al dormitorio
Se desvistió y se metió en la cama. Al cabo de una hora no había logrado
dormirse, enervado por el coro de sonidos naturales generados fuera de la casa
y dentro de él mismo, y por una creciente confusión acerca de lo que había
dicho su abuelo sobre la «disolución» que él no había sido capaz de realizar...
Pero por fin entró en un sueño intranquilo.
II
Se despertó al amanecer. Había descansado poco. Toda la noche había soñado
con lugares extraños y seres que le llenaban de belleza y admiración y terrores.
Nadaba en las profundidades del océano y en el Miskatonic entre los peces, los
anfibios, y unos seres con aspecto de hombres y de batracios. Monstruosas
entidades yacían durmiendo en una misteriosa ciudad de piedra en el fondo del
mar, todo ello acompañado de música terriblemente extraña: flautas mezcladas
a inquietantes sonidos ululares de gargantas muy distintas de las gargantas
humanas. El abuelo Whateley, de pie ante él, le miraba con gesto de acusación,
derramando su cólera por haber osado entrar en la habitación de la tía Sarah.
Estaba preocupado, pero le distrajo la necesidad de ir a Dunwich a buscar las
provisiones que había olvidado traer con tantas prisas. La mañana estaba clara
y soleada; las avefrías y los tordos cantaban, y las perlas de rocío sobre las hojas
y la hierba reflejaban la luz como miles de joyas por el camino de curvas que
conducía a la calle principal del pueblo. A medida que se aproximaba se
animaba más; silbaba alegremente, y esperaba cumplir cuanto antes sus
compromisos, y después huiría de este desolado agujero con su humanidad
decadente.
Bajo la luz del sol, la calle principal de Dunwich no era más acogedora que lo
había sido bajo el crepúsculo del día anterior. El pueblo se escondía entre el
Miskatonic y la abrupta falda del Monte Redondo. Era un oscuro y extraño nido
de habitantes que no parecía haber entrado en el año 1900, como si el tiempo
hubiese tropezado con un muro en el último recodo del siglo pasado. Su alegre
silbido se desvaneció y murió. Desvió su mirada de los edificios ruinosos. Evitó
las miradas sin expresión de los paseantes y fue directamente a la vieja iglesia
convertida en tienda, que sabía encontraría fachosa y mal cuidada, igual que el
resto del pueblo.
Un dependiente de cara delgada le observó acercarse por la nave lateral. Oteaba
en sus facciones algo conocido.
Abner se dirigió a él y le pidió bacon, café, huevos y leche.
El dependiente le escudriñó. El permaneció quieto.
-Usted debe ser un Whateley -dijo por fin-. No creo que me conozca. Soy su
primo Tobías. ¿Cuál de ellos es usted?
-Soy Abner, el nieto de Luther -dijo de mala gana.
La cara de Tobías Whateley se heló.
-El hijo de Libby. Sí, Libby, la que se casó con Jeremiah. ¿Pero es que habéis
vuelto otra vez a casa de Luther? ¿No iréis a empezar cosas raras otra vez?
-No hay nadie más que yo -dijo Abner secamente-. ¿A qué cosas sé refiere?
-Si tú no lo sabes, no soy yo quien tiene que decírtelo.
Y Tobías Whateley no volvió a decir nada. Dio a Abner lo que éste necesitaba,
cogió el dinero de mal humor y, mal encarado, le siguió con la mirada cuando
salía de la tienda.
Abner estaba desagradablemente afectado. El brillo de la mañana se había
atenuado para él, aunque el sol brillaba desde el mismo cielo despejado. Se
apresuro a salir de la calle principal y de la tienda, y corrió por el camino hacia
la casa que no hacía mucho tiempo había dejado.
Le molestó aún más descubrir, delante de la casa, un antiguo carromato tirado
por un viejo caballo de labor. A su lado, estaba un niño de pie. Dentro se
sentaba un viejo de barbas blancas que, al ver acercarse a Abner, pidió ayuda al
niño para descender trabajosamente al suelo y permanecer de pie esperando a
Abner.
Mientras Abner se acercaba, el niño tomó la palabra sin sonreír.
-El bisabuelo le hablará.
-Abner -dijo el anciano con voz temblorosa, mientras Abner se fijaba por
primera vez en lo viejo que era.
-Este es el bisabuelo Zebulón Whateley -dijo el niño.
El hermano del abuelo Luther Whateley. El único Whateley que vivía de su
generación.
-Venga, señor -dijo Abner ofreciendo su brazo al viejo.
Zebulón Whateley lo tomó.
Los tres anduvieron lentamente hacia la galería, donde el viejo se detuvo
enfrente de los escalones. Volvió hacia Abner unos ojos negros rematados en
tupidas cejas blancas, y movió la cabeza suavemente.
-Ahora, si me traes una silla, me sentaré.
-Trae una silla de la cocina, niño -dijo Abner.
El niño corrió hacia las escaleras y entró en la casa. Salió con la misma rapidez,
trayendo una silla para el viejo. Le ayudó a sentarse y permaneció de pie a su
lado, mientras Zebulón Whateley tomaba aliento.
Clavó la mirada en Abner. Observaba con especial detenimiento su ropa, que, a
diferencia de la suya, no estaba hecha a mano.
-¿Por qué has venido, Abner? -preguntó ahora con voz más firme.
Abner le contestó tan simple y directamente como pudo.
Zebulón Whateley movió la cabeza.
-No sabes más que los demás, y menos que algunos -dijo-. Lo que hacía Luther
sólo Dios lo sabe, porque ahora Luther se ha ido. Pero lo que te puedo decir,
Abner, y te lo juro por Dios, es que no sé por qué Luther se encerró, y a Sarah
con él, desde aquella vez en que ella volvió de Innsmouth. Lo que si sé, y te lo
puedo decir, es que fue algo terrible, terrible, y lo que ocurrió fue terrible.
Ahora ya nadie puede echarle la culpa a Luther, ni a la pobre Sarah. Pero ten
cuidado, ten cuidado, Abner.
-Estoy para cumplir la voluntad de mi abuelo -dijo Abner.
El viejo asintió. Pero sus ojos mostraban preocupación y estaba claro que
confiaba poco en Abner.
-¿Cómo supo que estaba aquí, tío Zebulón? -preguntó Abner.
-Me llegó la noticia de que habías venido. Era mi deber hablar contigo. Pesa un
maleficio sobre los Whateley. Algunos que ahora están bajo tierra han tenido
que ver con el demonio, otros silbaban cosas terribles en el aire, y otros tenían
que ver con cosas que no eran del todo humanas, ni del mar, pero vivían en el
mar y nadaban -hasta muy lejos- en el mar. Y hubo quienes se encerraron en sí
mismos y se convirtieron en seres extraños y aturdidos. Eso fue lo que ocurrió
en Sentinel Hill aquella vez. Wilbur, el de Lavinny. Y ese otro de Sentinel Stone.
Dios, tiemblo al pensar en ello.
-Bien, abuelo, no se excite -le reprendió el niño.
-No lo haré, no -dijo el viejo trémulamente-. Todo está muerto ahora. Está
olvidado, por todos menos por mí y por aquellos que tomaron los signos que
apuntaban hacia Dunwich, diciendo que era un lugar demasiado horrible para
conocer...
Movió la cabeza y se quedó callado.
-Tío Zebulón -dijo Abner-. Nunca vi a mi tía Sarah.
-Claro que no, chico. Estaba encerrada en aquella época. Antes de que tú
nacieses, creo que fue.
-¿Por qué?
-Sólo Luther lo sabía. Y Dios. Ahora Luther se ha ido, y parece que Dios no
recuerda que Dunwich aún está aquí.
-¿Qué hacía la tía Sarah en Innsmouth?
-Visitaba a un pariente.
-¿Hay algún Whateley también allí?
-Whateley, no. Marsh. El viejo Obed Marsh, que era primo de papá. El y su
mujer estaban en el comercio. En Ponapé, si sabes dónde está.
-Lo sé.
-¿Lo sabes? Yo no lo sabía. Dicen que Sarah había ido a visitar a alguno de los
Marsh. Al nieto o al hijo de Obed. Nunca supe cuál. Nunca lo oí. No me
importa. Allí pasó algo. Dicen que cuando vino estaba diferente. Inconstante.
Desequilibrada. Le respondía de mala forma a su padre. Y luego, no mucho
después, la encerró en esa habitación hasta que murió.
-¿Cuánto tiempo después?
-Tres, cuatro meses. Y Luther nunca dijo por qué. Nadie volvió a verla desde
ese día hasta que fue sacada en el ataúd. Hace dos años, puede que tres. Un día
por la noche, al año de haber vuelto de Innsmouth, ocurrieron cosas en esta
casa. Peleas, gritos, chillidos. Casi todo el mundo en Dunwich lo oyó, pero
nadie fue a ver lo que era, y al día siguiente Luther dijo que era sólo Sarah,
víctima de un ataque de nervios. Pudiera ser. Pudiera ser algo más...
-¿Qué más, tío Zebulón?
-Obra del demonio -dijo el viejo inmediatamente-. Pero me olvido de que tú
eres persona con estudios. No hay muchos Whateley que hayan recibido una
educación. Lavinny leía libros, unos libros terribles que no eran buenos para
ella. Y Sarah leyó algunos. Es mejor no tener ninguna instrucción que tener
poca; no se puede andar por la vida sabiendo un poco, se anda mejor no
sabiendo nada.
Abner sonrió.
-¡No te rías, muchacho!
-No me río, tío Zebulón. Estoy de acuerdo con usted.
-Entonces si te encuentras cara a cara con ello sabrás qué hacer. No te pararás a
pensar. Simplemente lo harás.
-¿Con qué?
-Ojalá lo supiera, Abner, No lo sé, Dios sí lo sabe. Luther lo sabía. Pero Luther
está muerto. Yo creo que Sarah también lo sabía. Y Sarah está muerta. Ahora
nadie sabe qué era aquello tan terrible. Si yo rezase, rezaría para que no lo
averigües tú. Pero si lo haces, no vayas más allá de lo que descubras, sólo haz lo
que tienes que hacer. Tu abuelo tenía unas notas, búscalas. Puedes enterarte de
qué clase de personas eran los Marsh. No eran como nosotros. Algo terrible les
ocurrió. Y puede que también a Sarah...
Algo se interponía entre el viejo y Abner Whateley, algo no dicho, quizá
desconocido; pero era algo que dio a Abner escalofríos, a pesar de sus esfuerzos
conscientes para restar importancia a lo que sentía.
-Me enteraré de lo que pueda, tío Zebulón -prometió.
El viejo asintió e hizo una señal al niño. Le indicaba que deseaba levantarse,
para volver al carro. El niño se apresuró.
-Si me necesitas, Abner, díselo a Tobías -dijo Zebulón Whateley-. Vendré si
puedo.
-Gracias.
Abner y el niño ayudaron al viejo a subirse al carro. Zebulón Whateley levantó
el brazo en señal de despedida. El niño azotó el caballo y el carro se puso en
marcha.
Abner se quedó un instante mirando el vehículo que se alejaba. Estaba molesto
y de mal humor. Molesto ante la sospecha de que algo terrible se escondía bajo
las palabras de advertencia de Zebulón Whateley. De mal humor porque su
abuelo, a pesar de todos sus deseos, le había dejado poco campo donde actuar.
Pero esto pudo haber sido porque su abuelo creyese firmemente que Abner
Whateley no se encontraría con nada peligroso al llegar a la vieja casa. No podía
haber otra explicación.
Pero Abner no estaba plenamente convencido. ¿Era algo tan horrible que Abner
no tenía necesidad de saberlo, a menos que fuese imprescindible? ¿O había
dejado Luther Whateley alguna clave en algún otro lugar de la casa? Lo
dudaba. No era el estilo del abuelo, siempre tan brusco y directo.
Entró en la casa con la compra, la guardó, y se sentó para establecer un plan de
actuación. Lo primero que había que hacer era revisar el molino para ver si la
maquinaria estaba en buen uso y podía ser aprovechada. Luego debía encontrar
a alguien para que tirase el molino y la habitación que estaba encima. Luego
tendría que alquilar o vender la casa y la propiedad adjunta. Un sentimiento de
fatalidad le tenía convencido de que nadie querría instalarse en un lugar tan
aislado del extremo de Massachusetts como era Dunwich.
Empezó de inmediato a cumplir con su obligación.
Su revisión del molino, sin embargo, le descubrió que la maquinaria que había
estado allí -a excepción de las piezas que estaban fijas a la rueda- había sido
retirada y posiblemente vendida. Quizá parte de la venta era el legado que
Luther Whateley había depositado en el banco de Arkham. Abner ya no tendría
que tirar la maquinaria antes de demoler el molino. El polvo que había en el
molino casi le sofocaba; había más de una pulgada en todas partes, y se
levantaba en grandes nubes a su alrededor cuando caminaba a través de las
habitaciones vacías y llenas de telarañas. El polvo envolvía sus pisadas, y estaba
contento de dejar el molino para dar la vuelta y observar la rueda.
Se abrió paso por el borde del listón que sujetaba el eje de la rueda, poco seguro,
puesto que la madera podía ceder y dejarle caer al agua; pero la construcción
era firme, la madera no cedió, y pronto estaba en la rueda. Parecía ser un
espléndido ejemplar de mediados del siglo XIX. Sería una pena destruirla, y
podía hallarse un lugar para ella, bien en un museo o en alguno de esos
edificios que estaban siendo reconstruidos por gente rica, interesada en
conservar la herencia americana.
Estaba dispuesto a marcharse de la rueda, cuando sus ojos se posaron en una
serie de huellas húmedas en las paletas. Se inclinó para observarlas mejor.
Aparte de comprobar que estaban parcialmente secas, se dio cuenta de que eran
huellas dejadas por algún animal pequeño, probablemente batracio -una rana o
sapo- que aparentemente había subido a las paletas en las horas tempranas de
la salida del sol. Elevó sus ojos y siguió la línea de las huellas hasta las ventanas
rotas de la habitación de arriba.
Se paró un momento a pensar. Recordó el batracio que había visto en la
habitación cerrada. ¿Se habría escapado por la ventana rota? O quizá alguno de
su especie había acusado su presencia y había subido. Una cierta aprensión le
sacudió, pero la eludió de su mente con irritación. A un hombre de su
inteligencia no podía conmoverle la atmósfera de ignorancia, el misterio
supersticioso que se desprendía del recuerdo de su abuelo.
Pero a pesar de todo, dio la vuelta y subió a la habitación cerrada. Esperaba, al
abrir la puerta, encontrar algún cambio significativo en la habitación. Algo
diferente de como la recordaba de la noche anterior, pero aparte de la luz poco
usual, no había alteración alguna.
Cruzó hacia la ventana.
Había huellas en el antepecho. Había dos pares de ellas. Una parecía dirigirse al
exterior, y la otra al interior. Las que salían eran pequeñas, sólo medían una
pulgada de ancho. Las que entraban eran el doble de tamaño. Abner se inclinó y
las miró fijamente, con fascinación.
No era zoólogo, ni tampoco un ignorante en el tema. Las huellas eran algo que
nunca antes había visto, ni siquiera en sueños. Excepto en el hecho de ser o
parecer palmípedas, eran las huellas perfectas en miniatura de manos y pies
humanos.
Aunque buscó precipitadamente al animal, no vio señal de él, y finalmente, un
poco turbado, salió de la habitación, y cerró la puerta tras de sí. Se arrepentía de
haberse dirigido allí en un primer momento, haberse sentido impulsado a abrir
las contraventanas que durante tanto tiempo habían aislado la habitación del
mundo exterior.
III
No le sorprendió del todo encontrarse con que nadie en Dunwich estaba
dispuesto a llevar a cabo la demolición del molino. Incluso carpinteros que no
habían trabajado durante mucho tiempo y estaban deseando hacer alguna obra
dieron una serie de excusas, que Abner interpretó como subterfugios para
encubrir el miedo supersticioso hacia el lugar en donde trabajarían. Se vio en la
necesidad de encaminarse a Aylesbury, pero aunque no tuvo dificultad en
contratar a un equipo de fuertes jóvenes para efectuar la demolición del molino,
se vio forzado a esperar a que terminasen sus contratos en vigor y regresó a
Dunwich con la promesa de que irían en «una semana o diez días».
Entonces se puso a ver las cosas de Luther Whateley que aún había en la casa.
Había montones de periódicos -especialmente el
Arkham Advertiser y el

Aylesbury Transcript
- amarillentos por el tiempo y la humedad, y llenos de
polvo, que apartó para quemar. Había libros que decidió mirar uno por uno
para no deshacerse de algo valioso. Y había cartas que hubiese quemado de
inmediato, de no haberle saltado a los ojos el nombre «Marsh». Las leyó.
«Luther, lo que le ocurrió al primo Obed es una cosa peculiar. No sé cómo
decírtelo. No sé cómo haré para que me creas. No estoy seguro de tener todos
los datos. Pienso si no será otra cosa que patrañas deliberadamente inventadas
para ocultar algo de naturaleza escandalosa, pues sabes que los Marsh siempre
han sido exagerados y tienen una acusada inclinación al engaño. Es gente de
intenciones poco claras. Siempre lo han sido.
»Pero la historia, según la escuché del primo Alizah, es que cuando él era joven,
Obed y algunos otros de Innsmouth, navegando con sus barcos mercantes a las
Islas Polinesias, encontraron allí gentes extrañas, que se llamaban los
‘Profundos’ y que eran capaces de vivir tanto en la tierra como en el agua.
Anfibios, serían. ¿Parece esto creíble? A mí no. Lo más asombroso es que Obed
y algunos de los otros se casaron con mujeres de ésas y las trajeron a vivir con
ellos.
»Ahora bien, ésa es la
leyenda. He aquí los hechos. A partir de ese momento, los
Marsh han prosperado mucho en el comercio. A la señora Marsh nunca se la ve,
excepto en aquellas ocasiones en que va a determinados asuntos secretos de la
Orden de Dagon Hall. ‘Dagon’, según dicen, es un dios del mar. Yo no sé nada
de estas religiones paganas, ni deseo saber. Los niños de Marsh tienen
un
aspecto muy raro
. No exagero, Luther, al decirte que tienen la boca enorme y las
caras sin barbilla y los ojos grandísimos y de mirada fija, ¡te juro que a veces
parecen ranas en vez de seres humanos! No tienen, por cuanto yo puedo
distinguir,
agallas. Dicen que los Profundos sí tienen agallas, y que pertenecen a
Dagon o alguna otra deidad del mar cuyo nombre no puedo pronunciar, y
menos aún transcribir. No importa. Es un galimatías tal que pueden haberlo
inventado los Marsh para servir a sus propósitos. ¡Pero por Dios, Luther, a
juzgar por los barcos que el capitán Marsh tiene en la India, que se mantienen a
flote sin el más leve desperfecto ocasionado por tormentas o desuso -el
bergantín
Columbia, la barca Sumatra Queen, el Hetty, y algunos otros- parece
como si hubiese hecho algún tipo de trato con el mismo Neptuno!
»Luego están todas las cosas que ocurren en la costa donde viven los Marsh.
Nadan de noche. Nadan muy lejos, hasta el Arrecife del Diablo que, como
sabes, esta a milla y media del puerto de aquí, de Innsmouth. La gente se aleja
de los Marsh, excepto los Martin y algunos otros que estuvieron también
comerciando en el este de la India. Ahora que Obed ha muerto -y supongo que
la señora Marsh también, puesto que no se la ve por ninguna parte- los hijos y
nietos del capitán continúan comportándose extrañamente.»
La carta continuaba con una relación de precios. Las cifras eran ridículamente
bajas comparadas con las actuales, siglo y medio después, pues Luther
Whateley sería un hombre joven, soltero, en la época en que esta carta fue
escrita por Ariah, primo del que Abner nunca había oído hablar. Lo que tenía
que decir de los Marsh no era nada, o era todo, quizá, si Abner hubiera tenido
la clave. Creía, con gran irritación, que sólo tenía en sus manos algunas partes
inconexas.
Pero si Luther Whateley se creyó estas patrañas, ¿habría permitido, años
después, que su hija visitase a los Marsh? Abner lo dudaba.
Miró algunas otras cartas -facturas, recibos, relatos triviales de viajes hechos a
Boston, Newburyport, Kingsport, tarjetas-, y llegó por fin a otra carta del primo
Ariah, escrita, si la comparación de las fechas servía de evidencia,
inmediatamente después de la que Abner acababa de leer. Había diez días de
diferencia, y Luther pudo haber tenido tiempo para contestar a la primera.
Abner la abrió ansiosamente
La primera parte trataba de asuntos familiares concernientes al matrimonio de
otra prima, evidentemente una hermana de Ariah; la segunda especulaba acerca
del comercio futuro al este de la India, con un párrafo sobre un nuevo libro de
Whitman, evidentemente Walt; pero la tercera parte era sin duda una respuesta
a algo que el abuelo Whateley había preguntado acerca de la rama de la familia
Marsh.
«Bien, Luther, puede que tengas razón en cuanto a que es un prejuicio racista el
causante de los sentimientos contra los Marsh. Conozco cómo piensan aquí las
gentes acerca de otras razas. Es una desgracia, pero quizá radica en la falta de
educación la base de esos prejuicios. Aunque no estoy convencido de que
todo

se deba a un prejuicio de raza. No sé qué clase de raza podría dar a los Marsh,

descendientes de Obed, ese extraño
aspecto. La gente del este de la India que he
visto y recuerdo de mis primeros días en el comercio tiene facciones similares a
las nuestras, y sólo es diferente el color de su piel, algo cobriza, diría yo. Una
vez vi a un nativo de aspecto similar, pero evidentemente no era un indígena,
pues le eludían los trabajadores que rondaban los barcos en el puerto donde le
vi. He olvidado ya dónde fue, pero creo que era en Ponapé.
»A decir verdad, los Marsh se mantenían siempre muy unidos entre ellos y con
esas familias que formaban su mismo clan. Más o menos controlaban el pueblo.
Puede ser significativo -quizá se trató de un accidente- que un hombre conocido
que habló contra ellos apareciese ahogado poco después. Soy el primero en
admitir que coincidencias más apabullantes que éstas ocurren a menudo, pero
puedes estar seguro de que la gente que sentía hostilidad hacia los Marsh se
aprovechó de lo ocurrido.
»Como sé que tu mente analítica rechaza fríamente las habladurías, no quiero
contarte más.»
Después de eso, ninguna otra alusión. Lo que Ariah escribió en las cartas
siguientes trataba exclusiva y escrupulosamente de asuntos familiares de lo más
trivial. Luther Whateley evidentemente había despreciado los rumores; ya de
joven debió de haber sido una persona de férrea autodisciplina. Aparte de esa
última carta, Abner no volvió a encontrar más que una sola referencia a algún
hecho misterioso en Innsmouth. Era un recorte de periódico. Los términos poco
concretos en los que se expresaba el reportero ponían de manifiesto que el
propio autor del artículo no supo en realidad qué había ocurrido: se refería a la
presencia de agentes del gobierno federal en los alrededores de Innsmouth, en
el año 1928, a su intento de destruir el Arrecife del Diablo y la voladura de
grandes zonas del puerto, y a la detención de varios miembros de las familias
Marsh, Martin y algunos otros. Sea como sea, aquel artículo y los hechos a los
que se refería eran bastante posteriores -en decenas de años- a las cartas de
Ariah.
Abner se echó al bolsillo las cartas que trataban de los Marsh y quemó el resto
de los papeles en una hoguera que hizo en la orilla del río. Vigiló un rato para
que las pavesas no prendiesen la hierba de alrededor, que estaba muy seca.
Agradeció el olor a humo, porque del río venía un olor a muerte producido por
los restos de peces que habían servido de festín a algún animal, una nutria,
pensó.
Mientras permanecía al lado del fuego, sus ojos vagaron por el viejo edificio
Whateley, y vio, con tristeza, que había llegado el momento de derruir el
molino, que los marcos de las ventanas que había roto en la habitación de la tía
Sarah se habían caído y trozos de la ventana estaban esparcidos por las aspas de
la rueda.
Cuando el fuego estaba lo suficientemente extinguido como para poder dejarlo,
el día tocaba a su fin. Tomó una frugal comida, y sin querer leer una línea más
aquel día; decidió no intentar hallar las ‘notas’ de su abuelo a las que se había
referido el tío Zebulón Whateley. Salió a contemplar el crepúsculo y la noche a
la galería, desde donde se oían de nuevo in crescendo los coros de ranas y
chotacabras.
Se retiró pronto, extrañamente cansado.
El sueño, sin embargo, no le venía. Por un lado, la noche de verano era calurosa;
casi no había brisa. Por otro lado, sobre el croar de las ranas y de la demoníaca
insistencia de los chotacabras, los sonidos del interior de la casa invadían su
conciencia. Crujidos y gemidos de una casa de madera acomodándose en la
noche; un peculiar sonido, como si algo se arrastrase, un medio saltar y un
medio arrastrarse, que Abner achacó a las ratas, las cuales probablemente
abundarían en la zona del molino. Los sonidos eran amortiguados y parecían
llegarle desde muy lejos; y en una ocasión oyó un romper de madera y de
cristal que, Abner pensó, probablemente venía de la ventana que daba al
molino. La casa se estaba cayendo virtualmente a pedazos a su alrededor; era
como si él mismo sirviese de agente catalítico para llegar a la disolución final de
la estructura.
Esto le divirtió, puesto que, sin quererlo, estaba dando cumplimiento a lo que
pedía su abuelo. Y así, confundido, se dejó vencer por el sueño.
Se despertó pronto esa mañana con el timbre del teléfono, cuya instalación
había previsto durante su estancia en Dunwich. Ya había descolgado el receptor
del viejo aparato colocado en la pared, cuando se dio cuenta de que se trataba
de un cruce y no de una llamada para él. Sin embargo, la voz de mujer que
estalló sobre él le dejó dolorido el oído con los gritos insistentes y se quedó
helado con el auricular en la mano.
«Le diré, señorita Corey, oí cosas ayer por la noche. La tierra estaba hablando
otra vez, y cerca de medianoche escuché ese grito. Nunca pensé que una vaca
gritase de esa forma. Igual que un conejo, sólo que más fuerte. Era la vaca de
Lutey Sawyer, la encontraron esta mañana, más de la mitad se la habían comido
los animales…»
«Señora Bishop, no querrá usted decir… ¿Ha vuelto?»
«No lo sé. Por Dios espero que no. Pero es igual que la última vez.»
«¿Sólo atrapó esa vaca?»
«Sólo esa. No he oído de ninguna otra. Pero así fue como empezó la última vez,
señora Corey.»
Silenciosamente, Abner colgó el auricular. Sonrió con una mueca irónica ante
estas desbordadas supersticiones de los vecinos de Dunwich. Nunca había
sospechado a qué profundidades de ignorancia y superstición podían llegar los
habitantes de lugares tan retirados como Dunwich, y esta manifestación era tan
sólo una pequeña muestra.
Tenía poco tiempo, sin embargo, para entretenerse con el asunto. Debía ir al
pueblo por leche fresca, y salió a la mañana de sol y nubes con una sensación de
desahogo que le provocaba la pequeña escapada de la casa.
Tobías Whateley estaba más serio y hosco que nunca cuando Abner entró en la
tienda. Abner sintió no sólo resentimiento, sino también un miedo tangible. Se
quedó sorprendido. A todos los comentarios de Abner, Tobías respondía con
monosílabos. Con objeto de hilvanar una conversación, empezó a contarle a
Tobías lo que había escuchado en la línea telefónica
-Lo sé -dijo Tobías, bruscamente y mirando por primera vez a la cara de Abner
con expresión aterrorizada.
Abner se sumió en el silencio. Al terror se mezclaba la animosidad en los ojos
de Tobías. Abner leyó claramente cuáles eran sus sentimientos al verle bajar la
mirada y tomar el dinero que le ofrecía.
-¿Has visto a Zebulón? -preguntó en voz baja.
-Estuvo en casa -dijo Abner.
-¿Hablaste con él?
-Sí, hablamos.
Era como si Tobías confiase en que ambos hubiesen tratado de ciertas
cuestiones. A la vez, su actitud sugería que estaba aturdido por acontecimientos
recientes. También parecía indicar que Zebulón no le había dicho lo que Tobías
había esperado que el viejo le dijese, o que Abner había descuidado algunos de
los consejos del tío. Abner empezó a sentirse totalmente perplejo; además de la
conversación telefónica de las vecinas supersticiosas y de las misteriosas
alusiones que el tío Zebulón había dejado entrever, la actitud de su primo
Tobías le desconcertaba aún más. Tobías no parecía más inclinado que Zebulón
a traducir en palabras lo que ocultaba tras sus ásperas facciones. Uno y otro
actuaban como si Abner supiese de qué iba la cosa.
Se marchó desconcertado y se encaminó hacia la casa Whateley. Decidió no
parar más hasta acabar con su tarea para poder alejarse cuanto antes de esa
aldea perdida y de sus extraños y supersticiosos vecinos, incluidos sus mismos
familiares.
Con este fin, apenas había acabado su desayuno reanudó su tarea y siguió
inventariando las cosas de su abuelo. Había comido poco, pues la desagradable
visita a la tienda le había quitado el apetito que había sentido antes de salir.
Tardó bastante en encontrar el documento que buscaba: un viejo libro mayor en
el que, con su letra quebradiza, Luther Whateley había hecho algunas
anotaciones.
IV
Después de haber comido algo, Abner permaneció sentado y, a la luz de la
lámpara, abrió el libro sobre la mesa de la cocina. Las primeras hojas habían
sido arrancadas, pero examinando los fragmentos de las hojas que aún estaban
pegados a los hilos que cosían las páginas, Abner llegó a la conclusión de que
estas hojas no habían contenido más que simples números. Pensó que su abuelo
había querido aprovechar un viejo libro de contabilidad a medio rellenar, y
había quitado las hojas utilizadas para apuntes más prosaicos que sus actuales
anotaciones.
Desde el principio las notas eran misteriosas. Carecían de fecha y no llevaban
más que el día de la semana.
«Este sábado, Ariah ha contestado a mi pregunta. S. fue vista algunas veces en
compañía de Ralsa Marsh, el bisnieto de Obed.
Nadaban juntos de noche.»
Esa primera anotación se refería claramente a la estancia de la tía Sarah en
Innsmouth, y definía el tipo de preguntas que el abuelo había podido hacer a
Ariah acerca de ella. Algo había inducido a Luther a llevar a cabo esa
investigación, y por lo que sabía del carácter de su abuelo, Abner llegó a la
conclusión de que la había iniciado después de la vuelta de Sarah a Dunwich.
La anotación siguiente consistía en un trozo de carta mecanografiada recibida
por Luther Whateley, y que éste había pegado a continuación.

¿Por qué?

«Ralsa Marsh es probablemente el más repelente de la familia. Su aspecto

alcanza casi la
degeneración. Sé, porque tú mismo lo dijiste, que Libby es la más
encantadora de tus hijas. De todos modos, no podemos comprender cómo
Sarah pudo dar con alguien tan repulsivo como Ralsa... Un ser en el que todas
esas características recesivas que se han dado en la familia Marsh, desde Obed y
su matrimonio con la mujer polinesia (los Marsh han negado que la esposa de
Obed fuese polinesia; pero él comerciaba por allí en aquella época, y no me creo
esas historias de una isla que no aparece en el mapa y donde sostienen que
habría encontrado a esa mujer) parecen haber alcanzado su máximo desarrollo.
»Por lo que ahora deduzco -después de todo han transcurrido más de dos
meses, cerca de cuatro, me parece, desde su regreso a Dunwich- estuvieron
constantemente juntos. Me sorprende que Ariah no te lo haya contado. A
ninguno de nosotros se nos había encargado ni dado permiso para impedir que
Sarah se viese con Ralsa. Además son primos, y es a los Marsh, no a nosotros, a
quienes ella estaba visitando.»
Abner pensó que esta carta había sido escrita por una mujer, otra prima, que
parecía reprochar a Luther, en un tono dolido, el haber enviado a Sarah a casa
de los Marsh en lugar de mandarla a la suya. Era obvio que Luther, sin
embargo, le había hecho ciertas preguntas sobre Ralsa.
La tercera anotación estaba de nuevo escrita por Luther, y resumía una carta de
Ariah.
«Sábado. Según Ariah, los Profundos son una secta o un grupo semi-religioso.
Son subhumanos. Se dice que viven en el agua y adoran a Dagon y a otro dios
llamado Cthulhu. Tienen agallas. Se parecen más a las ranas o a los sapos que a
los peces, pero sus ojos son ícticos. Asegura que la esposa de Obed era una de
ellos. Afirma que todos los hijos de Obed llevaban las mismas características.
¿Los Marsh tendrían agallas? Si no, ¿cómo lograrían nadar milla y media, hasta
el Arrecife del Diablo, y volver? Los Marsh comen poco. Pueden estar sin comer
y sin beber durante mucho tiempo, disminuyen o aumentan de tamaño
rápidamente.» (A esto Luther había añadido cuatro desdeñosos signos de
exclamación.)
«Zadok Allen jura haber visto a Sarah nadar hacia el Arrecife del Diablo. Los
Marsh la llevaban. Todos
desnudos. Jura haber visto que los Marsh tienen la piel
dura y cuarteada ¡algunos con
escamas, como peces! ¡Jura haberlos visto bucear
y comerse peces crudos! Los devoraban como bestias.»
La siguiente anotación consistía de nuevo en un párrafo de una carta, sin lugar
a dudas en respuesta a otra escrita por el abuelo Whateley.
«Preguntas quién es el responsable de estas historias
ridículas que circulan sobre
los Marsh. Pues bien, Luther, sería imposible designar a alguien en particular,
ni tampoco a una docena de personas, y eso en varias generaciones. Estoy de
acuerdo en que el viejo Zadok Allen habla demasiado, bebe, y puede inventar
muchas historias. Pero él es sólo uno entre muchos. El hecho es que esta
leyenda -o
galimatías, como tú dices- se ha extendido de una generación a otra, a
lo largo de tres de ellas. No tienes más que mirar a algunos de los descendientes
del Capitán Obed para comprender cómo pudieron surgir tales cuentos. Se dice
de algunos hijos de los Marsh que eran demasiado horribles para mirarles a la
cara. ¿Habladurías de viejas? Quizá, pero una vez, como el doctor Rowley
Marsh estaba demasiado viejo para poder atender a una de las mujeres de
Marsh, llamaron al doctor Gilman, y Gilman ha sostenido siempre que lo que
trajo al mundo entonces era un ser que podía serlo todo, menos humano. Nunca
nadie llegó a ver a ese Marsh, aunque, después, hubo gentes que afirmaron
haber visto
cosas que se movían sobre dos piernas pero que no eran seres humanos
A continuación venía una breve, pero reveladora, referencia de dos palabras:
«Sarah castigada».
Esto debió marcar la fecha en que Sarah Whateley fue encerrada en la
habitación encima del molino. Seguían varias páginas en las que Luther no
mencionaba para nada a su hija en sus anotaciones. Pese a que las notas no
llevaban fecha alguna y se seguían una tras la otra, a juzgar por la diferencia en
el color de la tinta, debían de haber sido escritas en épocas distintas.
«Muchas ranas. Parecen habitar en el molino. Parecen más numerosas que en
los pantanos de la otra orilla del Miskatonic. Impiden dormir. ¿Aumenta
también el número de chotacabras, o será mi imaginación?. Esta noche he
llegado a contar treinta y siete ranas sobre los escalones del porche.»
Seguían más anotaciones de este mismo tipo. Abner las leyó todas, pero no
encontró en ellas nada que le aclarara lo que el viejo había querido decir. Desde
ese momento Luther Whateley parecía haber dedicado su libro a las ranas, a la
niebla, a los peces, y a sus movimientos en el Miskatonic, cuando saltaban del
agua, etcétera. Daban la impresión de ser datos sueltos, y no relacionados con el
problema de Sarah.
Venía otro silencio a continuación, y luego aparecía una nota, una sola nota, y
además subrayada.

«¡Ariah tenía razón!»

¿Pero en qué había tenido razón? se preguntaba Abner. ¿Y cómo supo Luther

Whateley que Ariah había tenido razón ? No había nada que indicara que
Luther y Ariah hubieran seguido escribiéndose, ni siquiera que Ariah lo
hubiera hecho sin que el irascible Luther le preguntara nada.
A continuación venía una sección compuesta de recortes de periódicos pegados.
Parecían no tener la menor relación entre sí, pero permitieron a Abner estimar
que había pasado poco más de un año desde la última hasta la siguiente
anotación de Luther, una de las más sorprendentes que Abner encontró. De
hecho, el tiempo transcurrido parecía ser de casi dos años.
«R. ha vuelto a salir.»
Si Luther y Sarah eran los únicos habitantes de la casa, ¿quién era «R.». ¿Podía
ser que Ralsa Marsh hubiese venido de visita y que fuera a él a quien se refería
Luther? Abner lo dudaba, pues nada demostraba que hubiera podido existir un
especial afecto de Ralsa Marsh por su lejana prima; de haber existido tal
sentimiento, indudablemente no habría esperado tanto para ir en busca de ella.
La siguiente anotación parecía no tener nada que ver con la precedente.
«Dos tortugas, un perro, los restos de una marmota. Las dos vacas de Bishop,
encontradas al final de la pradera, cerca de la orilla del Miskatonic.»
Un poco más adelante, Luther había apuntado otros datos similares.
«Después de un mes un total de 17 vacas y 6 ovejas. Horribles alteraciones; el
tamaño está en proporción con la cantidad. Se ha presentado Z. Preocupado por
lo que se rumorea por ahí.»
¿Podía Z. significar Zebulón? Abner pensaba que sí. Pero, por lo poco que
Zebulón le había podido contar sobre la situación en la casa cuando la tía Sarah
había sido encerrada, Abner dedujo que la visita del anciano había sido inútil.
Zebulón -pensaba Abner, al recordar su conversación con él- sabía menos que él
mismo después de haber leído las anotaciones de su abuelo. Pero sí conocía la
existencia del libro, lo cual hizo suponer a Abner que Luther, al menos, había
confiado a Zebulón que apuntaba ciertos datos.
Todas esas anotaciones parecían incompletas, misteriosas, como si, para
entenderlas, se necesitara disponer de una clave, un conocimiento básico
guardado por Luther Whateley. Y, sin embargo, un sentimiento de apremio
empezó a manifestarse claramente en las notas siguientes del viejo.
«Ada Wilkerson ha muerto. Rastros de pelea. Profundo pesar en Dunwich. John
Sawyer me amenazó con el puño, desde el otro lado de la calle, donde no le
podía responder.»
«Lunes. Esta vez Howard Willie. Encontraron un zapato, ¡calzaba aún su pie!»
Las anotaciones llegaban ahora a su fin. Por desgracia muchas hojas habían sido
arrancadas -algunas violentamente- pero no había ninguna aplicación que
justificara esa violencia. No podía haberlo hecho nadie más que el propio
Luther. Quizá, reflexionó Abner, Luther pensó que había hablado demasiado, e
intentó destruir cualquier cosa que hubiera podido revelar a quien lo leyese
posteriormente los verdaderos motivos del confinamiento de la tía Sarah. Si tal
había sido su propósito, lo había logrado.
La siguiente anotación también hacía alusión al misterioso «R.».
«R. ha vuelto por fin.»
Luego: «Clavé las contraventanas de la habitación de Sarah.»
Y finalmente: «Una vez que haya perdido peso, habrá que mantenerle en una
dieta rigurosa y un tamaño controlable.»
En cierto modo, esta era la anotación más enigmática de todas. ¿Era «él»
también «R.»? Y si así era, ¿por qué había que mantenerle en una dieta
rigurosa? ¿y qué quería decir Luther Whateley con lo de controlar su tamaño?
Ni en el material que Abner había manejado hasta el momento, ni en estas
anotaciones, ni en los fragmentos de relatos que quedaban en el libro, ni en las
cartas previamente consultadas, por ninguna parte aparecía la respuesta a estas
preguntas.
Apartó el libro y refrenó el impulso de quemarlo. Estaba exasperado, y su
irritación no hacía más que crecer a medida que aumentaba en él la necesidad
de conocer con urgencia el secreto inmerso en este viejo edificio.
Era ya muy tarde. Hacía mucho tiempo que la noche había caído. El inevitable
clamor de las ranas y de las chotacabras había empezado de nuevo y llenaba
toda la casa. Abner apartó momentáneamente de su pensamiento las
anotaciones en apariencia inconexas que había estado leyendo. Todas las
supersticiones de su familia le vinieron a la mente. Recordó especialmente
aquellas en las que las ranas, las chotacabras y los búhos presagiaban la muerte.
Por asociación de ideas, las ranas trajeron la imagen de la grotesca caricatura de
un miembro del clan Marsh de Innsmouth, según la describía una de las cartas
que Luther Whateley había conservado durante años.
Con asombro, Abner se dio cuenta de que un pensamiento tan casual le sumía
en la perplejidad. El croar de las ranas y de los sapos se volvía cada vez más
insistente. Pero, como los batracios siempre habían abundado en Dunwich, no
había forma de saber cuánto tiempo llevaban croando en torno a la vieja casa de
los Whateley. Abner no pensó ni un solo instante que su llegada tuviera algo
que ver con aquello. Lo achacaba a la proximidad del Miskatonic. A su juicio, la
vieja zona pantanosa que lindaba con Dunwich en la otra orilla del río explicaba
la presencia de tantas ranas.
La exasperación y la preocupación que le causaban las ranas se desvanecieron.
Estaba cansado. Se levantó y puso el libro de Luther Whateley dentro de una de
sus maletas, con la intención de llevárselo cuando se marchase y no deshacerse
de él hasta arrancarle alguna deducción. En alguna parte tenía que existir una
clave. Si era cierto que habían ocurrido espeluznantes acontecimientos en
aquella zona, tenía que existir algo más completo que las anotaciones lacónicas
de Luther Whateley. No se conseguiría nada con preguntar a la gente de
Dunwich; Abner sabía que mantendrían un silencio absoluto ante un forastero
como él, a pesar de su parentesco con muchos de los vecinos.
Entonces pensó en los montones de periódicos, aún colocados fuera para ser
quemados, y a pesar de su cansancio, empezó a repasar los montones del
Aylesbury Transcript
. Allí, de cuando en cuando, encontraba algún apartado
relacionado con Dunwich.
Tras una hora de intensa búsqueda, recortó tres artículos de escasa entidad,
pero que no habían aparecido en las secciones habituales reservadas a
Dunwich. Corroboraban algunas de las anotaciones de Luther Whateley. El
primero se titulaba:
Animal salvaje mata ganado cerca de Dunwich.
«Algunas vacas y ovejas han sido degolladas en fincas de las afueras de
Dunwich por lo que parece ser un animal salvaje. Las huellas dejadas en el
lugar del suceso permiten suponer que se trata de una bestia de gran tamaño,
pero el Profesor Bethnall, del Departamento de Antropología de la Universidad
de Miskatonic, señala que no se puede descartar la presencia de manadas de
lobos en el territorio salvaje que rodea Dunwich. Hasta ahora, y desde que el
hombre se ha instalado en la Costa Este, por allí no se ha sabido nunca de
ninguna bestia del tamaño que sugieren las huellas encontradas. Las
autoridades del territorio están investigando.»
Por mucho que buscó, Abner no pudo encontrar ningún artículo que
completase o ampliase esta información. Sin embargo, se tropezó con la historia
de Ada Wilkerson.
«Una viuda, Ada Wilkerson, de 57 años de edad, que vivía sola a orillas del
Miskatonic, cerca de Dunwich, puede haber sido víctima de un crimen vesánico
hace tres noches. Al ver que no acudía a la cita que tenía en Dunwich con una
amiga, ésta se hizo acompañar hasta el domicilio de la viuda. No encontraron
huellas suyas. Sin embargo, la puerta de la casa había sido forzada y los
muebles destrozados, como si se hubiese desarrollado una pelea. Por lo visto un
fuerte hedor inundaba toda la casa. Hasta el momento de escribir este artículo,
no se han vuelto a tener noticias sobre la señora Wilkerson.»
Los dos párrafos siguientes comunicaban que las autoridades no habían
encontrado ningún rastro, ni ninguna explicación a la desaparición de la señora
Wilkerson. Se volvió a mencionar la «gran bestia», así como las declaraciones
del Profesor Bethnall sobre la posible existencia de una manada de lobos, pero
nada más, pues la investigación había concluido y establecido que la señora
Wilkerson no tenía ni dinero, ni enemigos, y que no existía nadie con motivos
para matarla.
Finalmente aparecía el relato de la muerte de Howard Willie, con este titular.

Espantoso crimen en Dunwich.

«En algún momento de la noche del día veintiuno, Howard Willie, de 37 años,

nacido en Dunwich, fue brutalmente despedazado cuando se dirigía a su casa
después de haber ido a pescar en el Miskatonic. El señor Willie fue atacado a
una distancia de una milla y media del molino de Luther Whateley, mientras
caminaba por un camino arbolado. En el suelo aparecieron huellas que
permiten afirmar que hubo una salvaje pelea. El pobre hombre fue vencido. Sus
agresores debieron haberle literalmente despedazado, pues los únicos restos
que se encontraron de la víctima consistían en su pie derecho, aún con el zapato
puesto. No cabe duda de que había sido arrancado salvajemente de su pierna.
»Nuestro corresponsal en Dunwich nos comunica que las gentes del lugar están
muy inquietas y viven en un estado de terror y de cólera. Existen sospechas de
que ciertas personas conocidas puedan tener parte de culpa, aunque niegan
rotundamente que alguien de Dunwich haya podido matar a Willie o a la
señora Wilkerson, que desapareció hace dos semanas y de la que no se ha
vuelto a saber nada.»
El relato concluía con algunos datos referentes a la familia de Willie. Luego, en
posteriores ediciones del
Transcript, sólo se mencionaba la ausencia de
información sobre los sucesos de Dunwich, donde las autoridades y los
periodistas tropezaron con un férreo muro de silencio; los vecinos se negaron
en redondo a hacer el menor comentario sobre los recientes sucesos. Sin
embargo, por algunos datos de la investigación que se filtraron a la prensa, era
insistente la versión de que las huellas encontradas se perdían todas en las
aguas del Miskatonic. Con eso, se sugería que si el responsable de la matanza
de Dunwich era la misteriosa bestia, tenía que haber venido del río y haber
vuelto al río.
Era cerca de medianoche cuando Abner acabó ese último artículo. Pese a la hora
tardía, amontonó de nuevo los periódicos que no le interesaban, guardó los tres
recortes que había leído, y el resto lo sacó a la orilla del río y le prendió fuego.
Con la hoguera anterior, había quemado una considerable extensión de hierba y
como no había aire, los riesgos de incendio eran nulos. Abner pensó entonces
que no era preciso quedarse para vigilar el fuego. Mientras se alejaba oyó de
repente, por encima del ulular de las chotacabras y el croar de las ranas, ahora
en un desesperado crescendo, el ruido que hace la madera al desgarrarse y
romperse. Pensó inmediatamente en la ventana de la habitación cerrada, y
volvió sobre sus pasos.
A la tenue luz que el fuego proyectaba sobre la casa, Abner entreveía la
ventana, y le pareció que era más ancha que antes. ¿Podía ser que el molino
entero y parte de la casa se estuviesen derrumbando? Entonces, en un instante,
pudo ver una sombra amorfa que desaparecía tras la rueda del molino, y unos
segundos después oyó un chapoteo en el agua. El croar de las ranas había
adquirido un volumen tan intenso que no pudo oír nada más.
Dispuesto a olvidarse de la sombra, la achacó al reflejo que las llamas
proyectaban sobre la rueda. En cuanto al ruido del agua, podía haber sido
producido por un banco de peces saltando en el agua. De todas formas, pensó
que no estaría de más echar otra ojeada a la habitación de la tía Sarah.
Volvió a la cocina, cogió la lámpara, y subió las escaleras. Al abrir la puerta, el
fuerte hedor que emanaba de la habitación cerrada le produjo casi un desmayo.
El olor del Miskatonic, de los pantanos, la fetidez de ese resbaladizo material
que queda depositado entre las piedras y los escombros hundidos cuando las
aguas del Miskatonic bajan de nivel, la mareante y violenta pestilencia que
impregna la guarida de ciertos animales: todo esto se condensaba en la
habitación cerrada.
Indeciso, Abner permaneció un momento de pie en el umbral. Pensó que el olor
de la habitación podía haber entrado por la ventana abierta. Levantó la
lámpara, de modo que la luz alumbrase más la parte superior de la pared,
encima de la rueda del molino. A pesar de la distancia, vio inmediatamente que
no sólo había desaparecido la ventana, sino también el marco. ¡Aun desde la
puerta se notaba que el marco había sido roto
desde el interior!

Se echó hacia atrás y cerró la puerta de un portazo. Bajó las escaleras corriendo,

mientras en su cabeza su esquema de raciocinio empezaba a derrumbarse.

V
Abajo, intentó tranquilizarse. Después de todo, lo que había visto no era más
que un detalle añadido a la proliferante acumulación de datos que parecían
inconexos y en que tropezaba, una y otra vez, desde que llegó a casa del abuelo.
Ahora, sin embargo, estaba convencido de que todos esos datos estaban
relacionados entre sí, por muy inverosímil que esto le hubiera parecido hasta
entonces. Y ahora lo único que necesitaba averiguar era qué hecho, qué
elemento, los unía entre sí.
Se sentía muy perturbado, especialmente por la convicción de que poseía todos
los datos que necesitaba, y sólo su rigor científico le impedía formular una
primera suposición, establecer la premisa de la que se derivaban los hechos que
se presentaban irrefutables. Todos sus sentidos le demostraban que algo -
alguna bestia- habitaba en esa habitación. Era inimaginable pensar que los
olores del exterior se condensaran en la habitación de la tía Sarah, y en cambio
no se apreciasen fuera de la cocina o desde la ventana de su propia habitación.
La costumbre de racionalizar sus pensamientos estaba fuertemente enraizada
en él. Cogió la última carta de Luther Whateley, la que le era dirigida, y otra
vez, la volvió a leer. Eso era lo que su abuelo había querido decir con «tú has
recorrido mundo y has recopilado conocimientos suficientes como para
permitirte mirar las cosas con mente inquisidora, sin la superstición de la
ignorancia ni la superstición de la ciencia». ¿Estaba este rompecabezas, con
todas sus horribles consecuencias, más allá de la racionalización?
El timbre del teléfono interrumpió bruscamente la escalada de su confuso
razonamiento. Guardó la carta en su bolsillo, corrió hacia el hall, y levantó el
auricular.
La voz de un hombre chilló en la línea, entre un caos de voces inquisitivas,
como si todo el mundo hubiese descolgado el auricular simultáneamente, a la
espera, como Abner Whateley de alguna comunicación sobre nuevas tragedias.
Una de las voces -todas eran desconocidas para Abner- identificó a la persona
que llamaba.
-¡Es Luke Lang!
-Reunid a un grupo de hombres y venid en seguida -gritó Luke con voz ronca-.
Está merodeando fuera, en la puerta, en las ventanas, intenta abrir.
-Luke, ¿qué es? -preguntó una voz de mujer.
-¡Oh Dios! No pertenece a este mundo. Da saltos como si fuese demasiado
grande para poder moverse normalmente; parece gelatinoso. Pero date prisa,
date prisa antes de que sea demasiado tarde. Cogió a mi perro...
-Deja la línea para que podamos llamar pidiendo ayuda -interrumpió otro.
Pero Luke nunca escuchó esto.
-Está empujando la puerta, está derribando la puerta...
-Luke, Luke. ¡cuelga el aparato!
-Está intentando forzar la ventana ahora -la voz de Luke Lang se transformó en
un grito de terror-. Ha roto el cristal. ¡Dios! ¡Dios! ¿Es que no vais a venir? ¡Oh,
esa mano! ¡Ese terrible brazo! ¡Dios! ¡Esa cara...!
La voz de Luke dejó de oírse tras un horrible chillido. Se oyó el ruido del cristal
que se rompía y el crujir de la madera que se desgarraba, y luego la casa de
Luke Lang quedó en silencio, al igual que, por unos instantes, la línea. Entonces
las voces irrumpieron de nuevo en un tono de pánico y de furia.
-¡Hay que pedir ayuda!
-Nos encontraremos en la casa de Bishop.
Y alguien dijo:
-¡Ha sido cosa de Abner Whateley!
Mareado por el duro golpe y medio paralizado por la evidencia, Abner luchó
para retirar el auricular y desconectarse de la algarabía de dementes
concentrados en la línea telefónica. Lo logró pero no sin un gran esfuerzo.
Confundido, molesto, atemorizado, se quedó un instante apoyado en la pared.
Sus pensamientos se arremolinaban en torno a un mismo eje: los vecinos de
Dunwich le hacían responsable y le culpaban por lo que había ocurrido. Y esa
convicción general -lo intuía- se basaba en algo más que en la proverbial
desconfianza del hombre del campo frente a cualquier forastero.
No quería pensar en lo que le había ocurrido a Luke Lang y a los otros. La voz
de Luke, empavorecida, agonizante, aún resonaba en sus oídos. Se alejó de la
pared. Casi tropezaba con las sillas de la cocina. Permaneció un instante al lado
de la mesa, sin saber qué hacer, pero a medida que su mente se iba aclarando,
pensaba que lo más urgente era escapar. Pero estaba aprisionado entre el deseo
de huir, y la obligación con Luther Whateley, que no había cumplido aún.
Había venido, había repasado las cosas del viejo -todo excepto los libros- había
hecho los preparativos necesarios para que derribasen la parte del edificio que
daba al molino. En cuanto a la casa, podía venderla a través de alguna agencia.
En resumidas cuentas, su presencia aquí ya no era necesaria. Sin pensarlo dos
veces, corrió a su habitación y volvió a introducir en la maleta cuanto había
sacado de ella, además del libro de Luther Whateley. La cerró y salió en
dirección al coche.
Pero una vez instalado al volante, recapacitó y pensó que no tenía por qué huir.
El no había hecho nada. Y no veía por qué tenía que recaer sobre él la menor
culpa. Volvió a la casa. Todo estaba quieto, salvo el incesante e incansable coro
de las ranas y de las chotacabras. Se quedó parado, sin saber qué hacer;
entonces se sentó a la mesa y sacó, una vez más, la última carta de Luther
Whateley.
La leyó de nuevo, despacio. ¿Qué había querido decir el viejo cuando, en su
referencia a la locura de los Whateley, había dicho «No ha ocurrido lo mismo
con todo lo que me ha pertenecido», aunque él se había librado de la locura? La
abuela Whateley había muerto mucho antes de nacer Abner; su tía Julia había
fallecido muy joven; su madre había llevado una vida intachable. Quedaba su
tía Sarah. ¿Cuál había sido su locura entonces? Luther Whateley no podía
referirse a nadie más. Sólo quedaba Sarah. ¿Qué había hecho para que la
encerraran hasta su muerte?
¿Y qué pretendía con aquella orden a Abner para que matara cualquier cosa en
la parte del molino, cualquier cosa viva?
No importa su pequeñez. No importa su
forma
... ¿Incluso algo tan pequeño e inofensivo como un pequeño sapo? ¿Una
araña? ¿Una mosca? Luther Whateley escribía en forma de acertijos, cosa que
resultaba bastante irritante para un hombre inteligente. ¿O tal vez pensaba su
abuelo que Abner era un esclavo de la superstición científica? Hormigas,
arañas, moscas, diversas clases de insectos, ciempiés, todos ellos plagaban la
parte vieja del molino; e indudablemente, en sus paredes también había ratones.
¿Esperaba Luther Whateley que su nieto exterminase todos estos bichos?
Detrás de él, de repente, el cristal de la ventana se hizo añicos y cayó al suelo,
junto con otro objeto. Abner se puso de pie y dio media vuelta. Fuera se oían
unos pasos que se alejaban a ritmo de carrera.
Vio una piedra en el suelo, entre los cristales rotos. Había un trozo de papel
atado alrededor con una cuerda. Abner lo cogió, rompió la cuerda y desplegó el
papel.
Se presentó a sus ojos una tosca letra: «¡Lárgate antes de que te maten!» El papel
provenía de la tienda, así como la cuerda que lo ataba a la piedra. Más que una
amenaza era una bien intencionada advertencia. Y era claramente obra de
Tobías Whateley, pensó Abner. La tiró con desprecio sobre la mesa.
Su cabeza era un auténtico revoltijo de pensamientos, pero llegó a la conclusión
de que no era necesario huir precipitadamente. Se quedaría, no sólo para saber
si sus sospechas acerca de Luke Lang eran ciertas -como si la evidencia del
teléfono diese lugar a dudas-, sino también en un intento desesperado para
descubrir la solución del acertijo que Luther Whateley había dejado tras de sí.
Apagó la luz y, a oscuras, se dirigió a su habitación; se echó en la cama sin
desnudarse.
No podía dormir. Intentaba ordenar sus pensamientos, encontrar un sentido a
este cúmulo de datos, aferrado a su convicción de que existía un dato básico,
clave de todos los demás, y que tenía que encontrarlo porque lo tenía delante de
sí -había sido incapaz hasta el momento de reconocerlo e interpretarlo.
Llevaba menos de media hora tumbado, cuando oyó, más fuerte que el coro de
las ranas y de las chotacabras, un chapoteo que provenía del Miskatonic. El
ruido se acercaba, como si una gran ola barriese las orillas. Se sentó para
escuchar mejor. Pero el ruido también cambió, y éste, desgraciadamente, sí
podía identificarlo: alguien intentaba trepar por la rueda del molino.
Se levantó y salió del cuarto.
De la habitación cerrada provenía el ruido de un cuerpo pesado que se
arrastraba y caía. Luego se oyó un curioso y entrecortado quejido, parecido al
de un niño llamando desde lejos, y finalmente se restableció la calma y el
silencio. Incluso el croar de las ranas pareció desvanecerse y morir.
Volvió a la cocina y encendió la lámpara.
Proyectando la luz amarillenta de la lámpara hacia delante, Abner se dirigió
lentamente escalera arriba, en dirección a la habitación cerrada. Andaba
suavemente, despacio, sin hacer ruido.
Al llegar a la puerta, escuchó. Al principio no oyó nada, pero al poco rato un
susurro llegó a sus oídos.
¡Algo en aquella habitación
respiraba!

Luchando contra el miedo, Abner puso la llave en la puerta. Abrió y levantó la

lámpara.

El asombro y el terror le paralizaron.
Allí, agazapado en medio de la cama deshecha y tanto tiempo abandonada, se
sentaba un monstruo, una criatura de piel dura, que no era ni hombre ni rana,
ahíta de comida, con unos hilos de sangre que caían aún de sus mandíbulas
batracias y goteaban entre sus dedos palmípedos. Era una cosa monstruosa que
tenía unos brazos largos y fuertes, que salían de su cuerpo bestial como las
patas anteriores de una rana, y terminaban en algo que, de no ser por las
membranas que unían los dedos entre sí, hubieran podido ser unas manos
humanas.
La escena no duró más que unos breves instantes.
Entonces, con un gruñido enfurecido -«
Eh-ya-ya-ya-yaa-haah-ngh’aaa-h’yuhh’yuh
»-, el gigantesco monstruo se levantó y se abalanzó sobre Abner.
Su reacción fue instantánea, nacida de una terrible y explosiva revelación.
Lanzó la lámpara llena de petróleo hacia el monstruo que se echaba sobre él.
El fuego envolvió a la bestia. Se detuvo y empezó a tocarse desesperadamente
el cuerpo ardiendo, sin percatarse de las llamas que surgían de la cama, detrás
de ella, y en el suelo de la habitación. Al mismo tiempo, el timbre de su voz
varió, y de profundo gruñido se transformó en un escalofriante gemido:
«
¡Mama-mama-ma-aa-ma-aa-ma-aah!»»
Abner cerró la puerta y salió corriendo.
Bajó las escaleras, tropezando, cruzó apresuradamente las habitaciones de
abajo; con el corazón latiendo locamente, salió de la casa. Medio cegado por el
miedo, se metió en el coche, dio al contacto, y se alejó de ese maldito lugar del
que ya salía humo, mientras las llamas se extendían por la armazón de madera
de la casa y empezaban a reflejar su rojizo color en el cielo.
A través de Dunwich, por el puente cubierto, conducía como un poseso.
Mantenía los ojos entrecerrados, como para borrar para siempre la escena que
había presenciado, mientras las oscuras montañas parecían querer atraparlo y el
coro de las ranas y de las chotacabras se burlaba de él.
Pero nada podía borrar esta definitiva y fulgurante revelación que se había
grabado en su mente. Ahora sabía que la clave la había tenido todo el tiempo,
pese a que no lograra reconocerla, en sus propios recuerdos y en las anotaciones
de Luther Whateley. A esa nueva luz, todas las piezas del rompecabezas se
ensamblaban y todo cobraba su pleno sentido. La carne cruda que subían a la
habitación y que Abner, de niño, creía que la tía Sarah preparaba en su cuarto,
en realidad estaba destinada a ser
comida cruda. La corta e incomprensible nota
sobre «R.» que «por fin» había vuelto después de su escapada, implicaba que
había regresado al único hogar que «R.» conocía. También entre las
aparentemente inconexas anotaciones de su abuelo, la mención de las
desapariciones de vacas, ovejas y otros animales aclaraba ampliamente esa otra
referencia de Luther Whateley a «R.» ya que «el tamaño está en proporción con
la cantidad de comida», y explicaba también lo que significaba otra nota que
decía: «habrá que mantenerle en una dieta rigurosa y un tamaño controlable» -
¡como la gente de Innsmouth!- «controlado» hasta casi extinguirse tras la
muerte de Sarah. Entonces Luther pensó que, dejando a la criatura encerrada
sin comida en la habitación, acabaría por matarla irremisiblemente. Sin
embargo, ante la duda de que aquello fuera imposible ordenó a Abner que
matara «cualquier cosa viva» que pudiera encontrar en el cuarto. La cosa que
Abner había liberado sin darse cuenta al romper las ventanas y contraventanas,
la había liberado para que buscase su propia comida y volviese a crecer
endiabladamente, al principio con peces del Miskatonic, luego con pequeños
animales, luego ganado, y finalmente con seres humanos. Esa cosa que era
mitad batracio mitad ser humano, pero lo suficiente humana como para
regresar al único hogar que conocía y llamar aterrorizada a su madre ante el
terrible desenlace, la cosa que había nacido de la unión no bendita de Sarah
Whateley y Ralsa Marsh, llena de sangre, el monstruo que merodearía para
siempre en la mente de Abner Whateley. ¡Su primo Ralsa, obligado a
permanecer en la vieja casa por el deseo férreo de su abuelo, en lugar de haber
sido soltado hace tiempo al mar para que se uniese a los Profundos entre los
súbditos de Dagon y del Gran Cthulhu!

Blog Entry Dec 23, '10 2:29 AM
by Isthar for everyone

Cuando he perdido toda fe en el milagro,
cuando ya la esperanza dejó caer la última nota
y resuena un silencio sin fin, cóncavo y duro;

cuando el cielo de invierno no es más que la ceniza
de algo que ardió hace muchos, muchos siglos;

cuando me encuentro tan solo, tan solo,
que me busco en mi cuarto
como se busca, a veces, un objeto perdido,
una carta estrujada, en los rincones;

cuando cierro los ojos pensando inútilmente
que así estaré más lejos
de aquí, de mi, de todo
aquello que me acusa de no ser más que un muerto,

siento que estoy en el infierno frío,
en el invierno eterno
que congela la sangre en las arterias,
que seca las palabras amarillas,
que paraliza el sueño,
que pone una mordaza de hielo a nuestra boca
y dibuja las cosas con una línea dura.

Siento que estoy viviendo aquí mi muerte,
mi sola muerte presente,
mi muerte que no puedo compartir ni llorar,
mi muerte de que no me consolaré jamás.

Y comprendo de una vez para nunca
el clima del silencio
donde se nutre y perfecciona la muerte.
Y también la eficacia del frío
que preserva y purifica sin consumir como el fuego.

Y en el silencio escucho dentro de mí el trabajo
de un minucioso ejército de obreros que golpean
con diminutos martillos mi linfa y mi carne estremecidas;

siento cómo se besan
y juntas para siempre sus orillas
las islas que flotaban en mi cuerpo;

cómo el agua y la sangre
son otra vez la misma agua marina,
y cómo se hiela primero
y luego se vuelve cristal
y luego duro mármol,
hasta inmovilizarme en el tiempo más angustioso y lento,
con la vida secreta, muda e imperceptible
del mineral, del tronco, de la estatua.


Xavier Villaurrutia "Nostalgia de la muerte" (1938)

Blog Entry Nov 23, '10 2:23 AM
by novia for everyone


LA SOMBRA

En los países cálidos, ¡allí sí que calienta el sol! La gente llega a parecer de caoba; tanto, que en los países tórridos se convierten en negros. Y precisamente a los países cálidos fue adonde marchó un sabio de los países fríos, creyendo que en ellos podía vagabundear, como hacía en su tierra, aunque pronto se acostumbró a lo contrario. ÉI y toda la gente sensata debían quedarse puertas adentro. Celosías y puertas se mantenían cerradas el día entero; parecía como si toda la casa durmiese o que no hubiera nadie en ella. Además, la callejuela con altas casas donde vivía estaba construida de tal forma que el sol no se movía de ella de la mañana a la noche; era, en realidad, algo inaguantable. Al sabio de los países fríos, que era joven e inteligente, le pareció que vivía en un horno candente, y le afectó tanto, que empezó a adelgazar. Incluso su sombra menguó y se hizo más pequeña que en su país; el sol también la debilitaba. Tanto uno como otra no comenzaban a vivir hasta la noche, cuando el sol se había puesto. Era digno de verse. En cuanto entraba luz en el cuarto, la sombra se estiraba por toda la pared, incluso hasta el techo, tenía que hacerlo para recuperar su fuerza. El sabio salía al balcón, para desperezarse, y tan pronto como las estrellas asomaban en el claro y hermoso firmamento, era para él como volver a vivir. A esta hora, la gente comenzaba a aparecer en todos los balcones de la calle, ya que, en los paises cálidos cada ventana tiene su balcón, en el que pueden respirar el fresco aire de la tarde, lo cual es muy necesario, incluso para aquellos que están acostumbrados al calor que les hace tener el color de la caoba; había gran animación, arriba y abajo. Los zapateros, los sastres, todo el mundo estaba en la calle, fuera estaban las mesas y las sillas, y brillaban las luces –sí, más de mil había encendidas–. Uno hablaba y otro cantaba, y la gente paseaba y rodaban los coches, los asnos pasaban –¡tilín, tilín, tilín!– sonando los cascabeles. Había entierros y cantos fúnebres, los chicos disparaban cohetes y las campanas daban vueltas –sí, había una vida tremenda en la calle–. Sólo la casa frente a la del sabio extranjero estaba en silencio completo. Y, sin embargo, alguien vivía en ella, porque había flores en el balcón que crecían espléndidamente al calor del sol, para lo que necesitaban ser regadas –luego alguien debía vivir allí–. La puerta del balcón aparecía también abierta por la tarde, pero el interior estaba en sombra, por lo menos en la habitación delantera. De dentro llegaba sonido de música. Al sabio extranjero le pareció extraordinaria la música, pero bien podía ser pura imaginación suya, porque todo lo encontraba extraordinario en los países cálidos –excepto lo referente al sol–. Su casero dijo que no sabía quién había alquilado la casa, no se veía a nadie y en cuanto a la música se refería, creía que era horriblemente aburrida.
"Es como si alguien tratase de ensayar una pieza que no puede dominar, siempre la misma. «¡Pues lo tengó que sacar!», dice, pero no lo consigue por mucho que toque".
Una noche el extranjero despertó; dormía con la puerta del balcón abierta. La cortina se levantó con el viento, y le pareció que venía una luz fantástica del balcón de enfrente. Todas las flores resplandecían como llamas de los colores más espléndidos y en medio de las flores se encontraba una esbelta, atractiva doncella, que parecía también resplandecer. De tal forma le deslumbró, que abrió los ojos desmesuradamente y se despertó del todo. De un salto estuvo en el suelo, muy despacio se acercó a la cortina pero la doncella había desaparecido, el resplandor se había apagado; las flores no brillaban, pero seguían siendo tan bonitas como siempre; la puerta estaba entornada y de las profundidades venía una música tan suave y encantadora, que inspiraba los más dulces pensamientos. Era, sin embargo, como cosa de magia –y ¿quién vivía allí? ¿Dónde estaba la verdadera entrada? Todo el piso bajo era una tienda tras otra y no era posible que la gente pasara por ellas.
Una noche el extranjero estaba sentado en su balcón, con una luz encendida en el cuarto a espaldas suyas, por lo que, como es natural, su sombra estaba en la pared de enfrente. Sí, allí estaba sentada exactamente enfrente entre las flores del balcón, y cuando el extranjero se movía, también se movía la sombra, porque así es como hacen las sombras.
"Parece como si mi sombra fuese el único ser vivo que se viera enfrente" dijo el sabio. "Con qué delicadeza se sienta entre las flores. La puerta está entreabierta, ¡si la sombra fuese tan lista como para entrar, mirar en torno suyo y venir después a contarme lo que hubiera visto! Sí, haz algo útil" ,dijo en broma "¡Vamos entra! ¡Vamos, ahora!". Y le hizo gestos con la cabeza a la sombra, y la sombra le correspondió: " ¡Anda, pero no te pierdas!"
Y el extranjero se levantó, y su sombra allá en el balcón de enfrente se levantó también; y el extranjero se volvió y la sombra se volvió también; si por casualidad alguien hubiera estado observando, habría visto claramente que la sombra se colaba por la puerta entornada en la casa de enfrente, al tiempo que el extranjero entraba en su cuarto y corría la larga cortina tras de sí. A la mañana siguiente salió el sabio a tomar café y leer los periódicos.
"¿Qué pasa?" dijo, cuando salió al sol. " ¡Me he quedado sin sombra! Luego se marchó anoche de verdad y no ha vuelto aún. ¡Qué fastidio!"
Y eso le enojó, no tanto porque la sombra se hubiera ido, sino porque sabía la existencia de una historia sobre el hombre sin sombra, conocida por todos en su patria allá en los países fríos, y en cuanto el sabio regresara y contase la suya, dirían que la había copiado, y eso no le hacía maldita gracia. Por tanto, no diría una palabra, lo cual estaba muy bien pensado.
Por la noche salió de nuevo al balcón. Había colocado la luz detrás de sí, en la debida posición, porque sabía que la sombra gusta de tener siempre a su dueño por pantalla, pero no pudo atraerla. Se encogió, se estiró, pero no había sombra alguna que volviera. Dijo: " ¡Ejem! ¡Ejem!" pero sin resultado. Era un fastidio, pero en los países cálidos todo crece tan rápidamente que al cabo de ocho días observó, con gran satisfacción, que le crecía una sombra de las piernas cuando salía el sol –quizá la raíz había quedado dentro–. A las tres semanas, tenía una sombra de considerables dimensiones que, cuando regresó a su patria en los países nórdicos, creció más y más durante el viaje, hasta que al final eran tan larga y tan grande que la mitad hubiera bastado. De esta forma regresó el sabio a su casa y escribió libros sobre cuanto había de verdadero en el mundo, lo que había de bueno y de hermoso, y pasaron días y pasaron años; pasaron muchos años.
Una noche estaba sentado en su cuarto cuando llamaron muy suavemente a la puerta. " ¡Adelante!" contestó, pero nadie entró. Así es que fue a abrir y vio ante él a un hombre tan sumamente delgado que quedó atónito. Por lo demás, el hombre iba espléndidamente vestido, debía ser una persona distinguida. " ¿Con quién tengo el honor de hablar?" preguntó el sabio.
"¡Ah!, ya pensé que no me reconocería" dijo el hombre elegante. "Me he hecho tan corpóreo que hasta tengo carne y ropas. Seguro que nunca había pensado usted en verme en tal prosperidad. ¿No reconoce usted a su vieja sombra? No creía usted que volvería, ¿verdad? Me ha ido espléndidamente desde que estuve con usted. ¡He sido, en todos los sentidos, muy afortunado! Si tuviera que rescatar mi libertad, podría hacerlo" y repiqueteó un manojo de preciosos dijes que colgaban del reloj y pasó la mano por la gruesa cadena de oro que llevaba al cuello. ¡Huy!, todos los dedos fulguraron con anillos de diamantes, todos auténticos.
"No, no puedo hacerme idea de lo que significa esto" dijo el sabio.
"Ya, no es nada corriente" dijo la sombra, "pero usted tampoco es nada corriente y yo, bien sabe usted, desde que era así de chiquitito he seguido sus huellas. En cuanto usted descubrió que yo estaba a punto para ir solo por el mundo, seguí mi camino. Me encuentro en una situación excepcionalmente afortunada, pero me ha acometido cierto deseo de volverle a ver antes de que usted muera –porque usted ha de morir–. También me gustaría visitar este país, porque la patria siempre tira. Veo que tiene usted otra sombra. ¿Le debo algo a ella, o bien a usted? Hágame el favor de decírmelo".
"¡Bueno! ¿Pero eres tú?" dijo el sabio. " ¡Es extraordinario! ¡Nunca habría creído que la vieja sombra de uno pudiera regresar como persona!"
"Dígame cuánto le debo" dijo la sombra, "porque no me gustaría deberle nada".
"¿Cómo puedes hablar así?" dijo el sabio. " ¿De qué deuda hablas? No me debes nada. Me alegra extraordinariamente tu suerte. Siéntate, querido amigo, y cuéntame cómo te ha ido y lo que viste en la casa de enfrente, allá en los países cálidos".
"Sí que le contaré" dijo la sombra, y se sentó, "pero antes tiene usted que prometer que no ha de decirle a nadie en la ciudad, caso de que nos encontremos, que yo he sido su sombra. Pienso casarme; puedo de sobra mantener a una familia".
"¡Estate tranquilo!" dijo el sabio. "No le diré a nadie quién eres en realidad. Ésta es mi mano. ¡Palabra de hombre!"
"¡Palabra de sombra!" dijo la sombra, que era lo que le correspondía decir.
Era, por otra parte, de veras notable lo humana que se había vuelto la sombra. Vestía del más riguroso negro y el paño más selecto, botas de charol y sombrero que podía cerrarse, hasta quedar reducido a corona y alas –sin hablar de lo ya mencionado: dijes, cadenas de oro y anillos de diamantes. Ya lo creo: la sombra iba extraordinariamente bien vestida, y era precisamente esto lo que la hacía tan humana. "Ahora voy a contarle" dijo la sombra, y plantó sus botas de charol lo más fuerte que pudo sobre el brazo de la nueva sombra del sabio, que yacía como un perro faldero a sus pies. Y esto lo hizo bien por orgullo, bien con la intención de que se le quedase pegada. Y la sombra del suelo permaneció quieta y en silencio, resuelta a no perder detalle; deseaba, sobre todo, enterarse de cómo puede uno transformarse y llegar a convertirse en su propio señor. "¿Sabe usted quién vivía en la casa de enfrente?" dijo la sombra. " ¡La más bella de todas, la Poesía! Estuve allí tres semanas y su efecto ha sido como si hubiera vivido tres mil años y hubiera leído cuanto se ha contado y se ha escrito. Lo digo y es cierto. ¡Lo he visto todo y lo sé todo!"
"¡La Poesía!" gritó el sabio. "Sí, sí, vive con frecuencia en las grandes ciudades, en soledad. ¡La Poesía! ¡Sí la vi tan sólo un instante, pero el sueño pesaba en mis ojos! Estaba en el balcón y brillaba como brilla la aurora boreal. ¡Cuenta, cuenta! Estabas en el balcón, entraste por la puerta, ¿y después?"
"Me encontré en la antesala" dijo la sombra. "Lo que usted siempre veía era la antesala. No había luz alguna, sólo una especie de crepúsculo, pero las puertas daban unas a otras en una larga serie de salas y salones; y estaba tan iluminado, que la luz me hubiera matado de haber ido directamente ante la doncella; pero fui prudente, y tomé tiempo, como debe hacerse".
"¿Y entonces qué viste?" preguntó el sabio.
"Lo vi todo, y se lo contaré, pero... no es orgullo por mi parte; pero... como ser libre que soy y con los conocimientos que tengo, por no hablar de mi buena posición, mis excelentes relaciones... , desearía que me llamase de usted".
"¡Dispense usted" dijo el sabio. "Son los viejos hábitos los que más cuesta abandonar. Tiene usted toda la razón y lo tendré presente. Pero cuénteme ahora lo que vio".
"¡Todo!" dijo la sombra. "Lo vi todo y lo sé todo".
"¿Qué aspecto tenían los cuartos interiores?" preguntó el sabio. " ¿Eran como el fresco bosque? ¿Eran como un templo? ¿Eran los cuartos como el cielo estrellado, cuando se está en las altas montañas?"
"¡Todo estaba allí!" dijo la sombra. "No entré hasta el final, me quedé en el cuarto delantero, a media luz, pero era un puesto excelente, ¡lo vi todo y lo supe todo! He estado en la corte de la Poesía, en la antesala".
"¿Pero qué es lo que vio? ¿Estaban en el gran salón todos los dioses de la Antigüedad? ¿Luchaban allí los viejos héroes? ¿Jugaban niños encantadores y contaban sus sueños?"
"Le digo que estuve allí y debe comprender que vi todo lo que había que ver. Si usted hubiera estado allí, no se habría convertido en ser humano, pero yo sí. Y además aprendí a conocer lo íntimo de mi naturaleza, lo congénito, el parentesco que tengo con la Poesía. Sí, cuando estaba con usted no pensaba en ello, pero siempre, sabe usted, al salir y al ponerse el sol, me hacía extrañamente largo; a la luz de la luna me recortaba casi con mayor precisión que usted. Yo no entendía entonces mi naturaleza, en la antesala se me reveló. Me volví ser humano. Al salir había completado mi madurez, pero usted ya no estaba en los países cálidos. Me avergoncé como hombre de ir como iba, necesitaba botas, trajes, todo este barniz humano, que hace reconocible al hombre. Me refugié –sí, puedo decírselo, usted no lo contará en ningún libro–, me refugié en las faldas de una vendedora de pasteles, bajo ellas me escondí; la mujer no tenía idea de lo que ocultaba. No salí hasta que llegó la noche; corrí por la calle a la luz de la luna. Me estiré sobre la pared –¡qué deliciosas cosquillas produce en la espalda! Corrí arriba y abajo, curioseé por las ventanas más altas, tanto en el salón como en la buhardilla. Miré donde nadie puede mirar, y vi lo que ningún otro ve, lo que nadie debe ver. Si bien se considera, éste es un cochino mundo. No querría ser hombre, si no fuera porque está bien considerado el serlo. Vi las cosas más inimaginables en las mujeres, los hombres, los padres y los encantadores e incomparables niños; vi –dijo la sombra– lo que ningún hombre debe conocer, pero que estarían dispuestos a morir por saber: lo malo del prójimo. Si hubiera publicado un periódico, ¡lo que se hubiera leído! Pero yo escribía directamente a la persona en cuestión y se producía el pánico en todas las ciudades adonde iba. Llegaron a tenerme terror y grandísima consideración. Los profesores me nombraron profesor, los sastres me hacían trajes nuevos –no me faltaba de nada. EI tesorero del reino acuñaba monedas para mí y las mujeres decían que yo era muy guapo –y así llegué á ser el hombre que soy. Y ahora me despido. Ésta es mi tarjeta. Vivo en la acera del sol y estoy siempre en casa cuando llueve". Y la sombra se marchó.
"¡Qué extraordinario!" dijo el sabio.
Pasó tiempo y tiempo y la sombra volvió. "¿Cómo le va?" preguntó.
"¡Ay!" dijo el sabio. "Escribo acerca de lo verdadero, lo bueno y lo bello, pero nadie se interesa por mi obra. Estoy desesperado, porque son cosas a las que concedo gran importancia".
"Pues a mí no me ocurre igual" dijo la sombra. "Yo, mientras, engordando, que es lo que hemos de procurar. Usted no entiende el mundo y terminará por caer enfermo. Tiene que viajar. Me iré de viaje este verano. Venga conmigo. Me gustaría llevar un compañero. ¿Quiere usted venir conmigo, como mi sombra? Será para mí un gran placer el llevarle, ¡le pago el viaje!"
"¡Qué disparate!" dijo el sabio.
"¡Según como se mire!" dijo la sombra. "El viajar le sentará de maravilla. Si consiente usted en ser mi sombra, todo correrá de mi cuenta".
"¡Esto ya es el colmo!" protestó el sabio.
"Pero así va el mundo" dijo la sombra, "y asi seguirá" y se marchó.
Las cosas no le iban nada bien al sabio, la pena y la preocupación seguían haciendo presa de él, y sus opiniones sobre lo verdadero, lo bueno y lo bello interesaban tanto al público como las rosas a una vaca hasta que al final cayó enfermo de consideración."¡Parece usted totalmente una sombra" le decía la gente, y esto le produjo un escalofrío, porque le hizo pensar en ella.
"Lo que debe hacer usted es tomar las aguas" –dijo la sombra, que vino de visita. "No hay nada igual. Le llevaré conmigo, por aquello de nuestra vieja amistad. Yo pago el viaje y usted se encarga de llevar un diario con lo que me resultará el camino más divertido. Quiero ir a un balneario, mi barba no crece como debiera, eso es también una enfermedad, y una barba es algo indispensable. Sea razonable y acepte la invitación, viajaremos como amigos, por supuesto".
Y así viajaron; la sombra hacía de señor y el señor hacía de sombra. Fueron juntos en coche, a caballo, a pie –al lado uno de otro, delante o detrás, según la posición del sol. La sombra sabía ponerse siempre en el lugar del señor, mientras el sabio no prestaba atención a semejante cosa. Tenía un corazón excelente y era sumamente cortés y afectuoso.
Un día le dijo a la sombra: "Puesto que nos hemos convertido en compañeros de viaje y, además, hemos crecido juntos desde la infancia, ¿por qué no nos tuteamos? Sería más íntimo".
"En eso que dice" contestó la sombra, que ahora era el verdadero señor, "hay mucha franqueza y buena intención, por lo que seré igualmente bien intencionado y franco. Usted, como sabio que es, sabe sin duda lo especial que es la naturaleza. Hay quien no aguanta el roce del papel gris, le pone enfermo. A otros se les pasa todo el cuerpo si se rasca un clavo contra un vidrio. Lo mismo siento yo cuando le oigo tutearme, es como si me empujasen de nuevo a mi primer empleo con usted. No se trata de orgullo, sino, como verá, de una sensación. Pero si no puedo permitirle que me trate de tú, con mucho gusto le tutearé a usted, como fórmula de compromiso". Y así la sombra tuteó a su antiguo señor.
"¡Qué absurdo, pensó éste, que yo le hable de usted y él me tutee!" pero no tuvo más remedio que aguantarlo.
Al fin llegaron a un balneario, donde había muchos extranjeros, y entre ellos una encantadora princesa que padecía la enfermedad de tener una vista agudísima, lo que era en extremo alarmante. Al instante observó que el recién llegado era por completo diferente a los otros. "Dicen que ha venido para hacer crecer su barba, pero yo veo la verdadera causa, no tiene sombra". Llena de curiosidad, entabló inmediatamente conversación con el caballero extranjero durante el paseo. Como princesa que era, no se andaba con muchos miramientos, por lo que le dijo: "A usted lo que le ocurre es que no tiene sombra". "Vuestra Alteza Real debe haber mejorado notablemente" dijo la sombra. "Sé que vuestra dolencia consiste en que veis demasiado bien, pero debe haber desaparecido; estáis curada. Precisamente yo tengo una sombra muy extraña. ¿No habéis visto a la persona que siempre me acompaña? Otros tienen una sombra vulgar, pero yo detesto lo corriente. Igual que se viste al criado con librea de mejor paño que el que uno usa, he ataviado a mi sombra como si fuese una persona. Ved que hasta le he proporcionado una sombra. Es muy costoso, pero me gusta tener algo excepcional".
"¿Cómo? ¿Será posible que me haya curado de verdad?" pensó la Princesa. " ¡Este balneario es único! El agua tiene en nuestros días propiedades asombrosas. Pero no me marcho, porque ahora comienza a estar esto divertido. El extranjero me gusta extraordinariamente. Con tal que no le crezca la barba y se marche".
Por la noche, en el gran salón, bailaron la princesa y la sombra. Ella era ligera, pero más aún lo era él. Nunca había tenido la Princesa pareja semejante. Ella le dijo qué país era el suyo y él lo conocía. Lo había visitado, en una ocasión en la que ella estaba ausente. Había curioseado por las ventanas aquí y allá y visto de todo, por lo que pudo contestar a la Princesa y hacer alusiones que la dejaron estupefacta. "Debe ser el hombre más sabio del mundo" pensó, tal era su admiración por lo que sabía. Y cuando bailaron de nuevo, la Princesa quedó enamoradísima, de lo que la sombra se dio cuenta, porque ella le atravesaba con su mirada. A esto siguió otro baile y ella estuvo a punto de decírselo, pero mantuvo su serenidad y pensó en su país y en su reino, y en las muchas personas sobre las que reinaría. "Es un sabio" se dijo, "lo cual es cosa buena. Y baila espléndidamente, lo cual es también bueno. Pero me pregunto si tendrá conocimientos profundos, y eso también es importante. Intentaré examinarle. Y entonces comenzó poco a poco a hacerle las más difíciles preguntas, que ni ella misma hubiera podido contestar; y la sombra puso una cara sumamente extraña.
"¡No sabe usted la respuesta!" dijo la Princesa.
"Lo aprendí de párvulo" dijo la sombra. "Creo que hasta mi sombra, allí junto a la puerta, sabrá contestar".
"¡Su sombra!" dijo la Princesa. "Sería en verdad extraordinario".
"Bueno, no digo que lo sepa" dijo la sombra, "pero creo que sí. Me ha seguido y oído durante tantos años, que creo que sí. Pero Vuestra Alteza Real permitirá que le advierta que pone tanto empeño en hacerse pasar por una persona, que para tenerle de buen humor, y debe estarlo para contestar bien, ha de ser tratado precisamente como una persona".
"Me complacerá hacerlo" dijo la Princesa. Y se acercó al sabio que estaba junto a la puerta y habló con él del sol y de la luna, de unos y de otros, y él contestó con todo acierto y cordura.
"¿Cómo será este hombre, cuando tiene una sombra tan sabia?" pensó ella. "Será una auténtica bendición para mi pueblo y mi reino, si lo elijo como esposo". Y ambos estuvieron de acuerdo, la Princesa y la sombra, pero nadie debía saberlo antes de que ella regresase a su reino.
"¡Nadie, ni siquiera mi sombra!" dijo la sombra, y tenía sus particulares razones para ello. Tras esto, fueron al país donde reinaba la Princesa, una vez que ella hubo regresado.
"Escucha, amigo mío" dijo la sombra al sabio. "He llegado a ser cuan afortunado y poderoso puede ser un hombre. Ahora haré algo extraordinario por ti. Vivirás siempre conmigo en Palacio, irás en mi carroza real y tendrás cien mil escudos al año. Pero permirirás que todos te llamen sombra; no deberás decir nunca que fuiste hombre, y una vez al año, cuando me siente al sol en el balcón para mostrarme al pueblo, tendrás que tenderte a mis pies, como debe hacerlo una sombra. Has de saber que me caso con la Princesa. Esta noche será la boda.
"¡No, eso es monstruoso!" dijo el sabio. " ¡No quiero, no lo haré! ¡Sería defraudar al país y a la Princesa! ¡Lo diré todo! Que yo soy el hombre y tú la sombra. ¡Que apenas si eres un disfraz!"
"No lo creerá nadie" dijo la sombra. "¡Sé razonable o llamo a la guardia!"
"¡Iré a ver a la Princesa!" dijo el sabio.
"Pero yo iré primero" dijo la sombra, "y tú irás al calabozo". Y así fue, porque los centinelas le obedecieron, al saber que iba a casarse con la Princesa.
"¡Estás temblando!" dijo la Princesa, cuando la sombra fue a visitarla. "¿Ha ocurrido algo? No irás a ponerte enfermo esta noche, que vamos a casarnos".
"Me ha sucedido la cosa más terrible que pueda ocurrir" dijo la sombra. " ¡Imagínate, claro, una pobre cabeza de sombra como ésa es incapaz de resistir mucho; imagínate, mi sombra se ha vuelto loca, cree que ella es el hombre y que yo ,imagínate, si puedes, que yo soy su sombra!"
"¡Qué horror!" dijo la Princesa. "¿Lo habrás encerrado, supongo?"
"Sí. Me temo que nunca recupere la razón".
"¡Pobre sombra!" dijo la Princesa. "Qué desdicha para él. Sería una verdadera obra de caridad liberarlo de la mezquina vida que lleva y cuando pienso en ello, creo que se hace preciso el quitársela con toda discreción".
"Resulta cruel" dijo la sombra, "porque era un buen sirviente" ...y pareció dar un suspiro.
"¡Qué nobles sentimientos!" dijo la Princesa.
Por la noche, toda la ciudad estaba iluminada y los cañones hicieron ¡pum! y los soldados presentaron armas. ¡Qué boda aquélla! La Princesa y la sombra se asomaron al balcón para mostrarse y recibir una vez más las aclamaciones. El sabio no se enteró de nada, porque lo habían ejecutado.


Blog Entry Oct 19, '10 4:01 AM
by Isthar for everyone
el nombre del viento Pictures, Images and Photos
"Quizá la mayor facultad que posee nuestra mente sea la capacidad de sobrellevar el dolor. El pensamiento clásico nos enseña las cuatro puertas de la mente, por las que cada uno pasa según sus necesidades.
La primera puerta es la puerta del sueño
El sueño nos ofrece un refugio del mundo y de todo su dolor. El sueño marca el paso del tiempo y nos proporciona distancia de las cosas que nos han hecho daño. Cuando una persona resulta herida, suele perder el conocimiento. Y cuando alguien recibe una noticia traumática, suele desvanecerse o desmayarse. Así es como la mente se protege del dolor; pasando por la primera
La segunda puerta es la puerta del olvido

Algunas heridas son demasiado profundas para curarse, o para curarse deprisa. Además, muchos recuerdos son dolorosos, y no hay curación posible. El dicho de que "el tiempo todo lo cura" es falso. El tiempo cura la mayoría de las heridas. El resto están escondidas detrás de esa puerta.
La tercera es la puerta de la locura
A veces, la mente recibe u golpe tan brutal que se esconde en la demencia. Puede parecer que eso no sea beneficioso, pero lo es. A veces, la realidad es solo dolor, y para huir de ese dolor, la mente tiene que abandonar la realidad.
La última puerta es la de la muerte
El último recurso. Después de morir, nada puede hacernos daño, o eso nos han enseñado."
"Me alejé de allí tan aprisa como pude. No sabía con certeza de qué huía, a menos que fuera de la gente. Esa era otra leccion que había aprendido, quizá demasiado bien: la gente hacía daño."

FRAGMENTO DE : El Nombre del Viento
by
Isthar

Blog Entry Oct 7, '10 2:11 AM
by novia for everyone

El traje nuevo del Emperador
Hans Christian Andersen


Hace muchos años había un Emperador tan aficionado a los trajes nuevos, que gastaba todas sus rentas en vestir con la máxima elegancia.
No se interesaba por sus soldados ni por el teatro, ni le gustaba salir de paseo por el campo, a menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía un vestido distinto para cada hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey: “Está en el Consejo”, de nuestro hombre se decía: “El Emperador está en el vestuario”.
La ciudad en que vivía el Emperador era muy alegre y bulliciosa. Todos los días llegaban a ella muchísimos extranjeros, y una vez se presentaron dos truhanes que se hacían pasar por tejedores, asegurando que sabían tejer las más maravillosas telas. No solamente los colores y los dibujos eran hermosísimos, sino que las prendas con ellas confeccionadas poseían la milagrosa virtud de ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su cargo o que fuera irremediablemente estúpida.
-¡Deben ser vestidos magníficos! -pensó el Emperador-. Si los tuviese, podría averiguar qué funcionarios del reino son ineptos para el cargo que ocupan. Podría distinguir entre los inteligentes y los tontos. Nada, que se pongan enseguida a tejer la tela-. Y mandó abonar a los dos pícaros un buen adelanto en metálico, para que pusieran manos a la obra cuanto antes.
Ellos montaron un telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la máquina. A pesar de ello, se hicieron suministrar las sedas más finas y el oro de mejor calidad, que se embolsaron bonitamente, mientras seguían haciendo como que trabajaban en los telares vacíos hasta muy entrada la noche.
«Me gustaría saber si avanzan con la tela»-, pensó el Emperador. Pero había una cuestión que lo tenía un tanto cohibido, a saber, que un hombre que fuera estúpido o inepto para su cargo no podría ver lo que estaban tejiendo. No es que temiera por sí mismo; sobre este punto estaba tranquilo; pero, por si acaso, prefería enviar primero a otro, para cerciorarse de cómo andaban las cosas. Todos los habitantes de la ciudad estaban informados de la particular virtud de aquella tela, y todos estaban impacientes por ver hasta qué punto su vecino era estúpido o incapaz.
«Enviaré a mi viejo ministro a que visite a los tejedores -pensó el Emperador-. Es un hombre honrado y el más indicado para juzgar de las cualidades de la tela, pues tiene talento, y no hay quien desempeñe el cargo como él».
El viejo y digno ministro se presentó, pues, en la sala ocupada por los dos embaucadores, los cuales seguían trabajando en los telares vacíos. «¡Dios nos ampare! -pensó el ministro para sus adentros, abriendo unos ojos como naranjas-. ¡Pero si no veo nada!». Sin embargo, no soltó palabra.
Los dos fulleros le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos el color y el dibujo. Le señalaban el telar vacío, y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había. «¡Dios santo! -pensó-. ¿Seré tonto acaso? Jamás lo hubiera creído, y nadie tiene que saberlo. ¿Es posible que sea inútil para el cargo? No, desde luego no puedo decir que no he visto la tela».
-¿Qué? ¿No dice Vuecencia nada del tejido? -preguntó uno de los tejedores.
-¡Oh, precioso, maravilloso! -respondió el viejo ministro mirando a través de los lentes-. ¡Qué dibujo y qué colores! Desde luego, diré al Emperador que me ha gustado extraordinariamente.
-Nos da una buena alegría -respondieron los dos tejedores, dándole los nombres de los colores y describiéndole el raro dibujo. El viejo tuvo buen cuidado de quedarse las explicaciones en la memoria para poder repetirlas al Emperador; y así lo hizo.
Los estafadores pidieron entonces más dinero, seda y oro, ya que lo necesitaban para seguir tejiendo. Todo fue a parar a sus bolsillos, pues ni una hebra se empleó en el telar, y ellos continuaron, como antes, trabajando en las máquinas vacías.
Poco después el Emperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el estado de la tela e informarse de si quedaría pronto lista. Al segundo le ocurrió lo que al primero; miró y miró, pero como en el telar no había nada, nada pudo ver.
-¿Verdad que es una tela bonita? -preguntaron los dos tramposos, señalando y explicando el precioso dibujo que no existía.
«Yo no soy tonto -pensó el hombre-, y el empleo que tengo no lo suelto. Sería muy fastidioso. Es preciso que nadie se dé cuenta». Y se deshizo en alabanzas de la tela que no veía, y ponderó su entusiasmo por aquellos hermosos colores y aquel soberbio dibujo.
-¡Es digno de admiración! -dijo al Emperador.
Todos los moradores de la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el Emperador quiso verla con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar. Seguido de una multitud de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los dos probos funcionarios de marras, se encaminó a la casa donde paraban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo con todas sus fuerzas, aunque sin hebras ni hilados.
-¿Verdad que es admirable? -preguntaron los dos honrados dignatarios-. Fíjese Vuestra Majestad en estos colores y estos dibujos -y señalaban el telar vacío, creyendo que los demás veían la tela.
«¡Cómo! -pensó el Emperador-. ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tan tonto? ¿Acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso».
-¡Oh, sí, es muy bonita! -dijo-. Me gusta, la apruebo-. Y con un gesto de agrado miraba
el telar vacío; no quería confesar que no veía nada.
Todos los componentes de su séquito miraban y remiraban, pero ninguno sacaba nada en limpio; no obstante, todo era exclamar, como el Emperador: -¡oh, qué bonito!-, y le aconsejaron que estrenase los vestidos confeccionados con aquella tela en la procesión que debía celebrarse próximamente. -¡Es preciosa, elegantísima, estupenda!- corría de boca en boca, y todo el mundo parecía extasiado con ella.
El Emperador concedió una condecoración a cada uno de los dos bribones para que se las prendieran en el ojal, y los nombró tejedores imperiales.
Durante toda la noche que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores estuvieron levantados, con dieciséis lámparas encendidas, para que la gente viese que trabajaban activamente en la confección de los nuevos vestidos del Soberano. Simularon quitar la tela del telar, cortarla con grandes tijeras y coserla con agujas sin hebra; finalmente, dijeron: -¡Por fin, el vestido está listo!
Llegó el Emperador en compañía de sus caballeros principales, y los dos truhanes, levantando los brazos como si sostuviesen algo, dijeron:
-Esto son los pantalones. Ahí está la casaca. -Aquí tienen el manto... Las prendas son ligeras como si fuesen de telaraña; uno creería no llevar nada sobre el cuerpo, mas precisamente esto es lo bueno de la tela.
-¡Sí! -asintieron todos los cortesanos, a pesar de que no veían nada, pues nada había.
-¿Quiere dignarse Vuestra Majestad quitarse el traje que lleva -dijeron los dos bribones- para que podamos vestirle el nuevo delante del espejo?
Quitose el Emperador sus prendas, y los dos simularon ponerle las diversas piezas del vestido nuevo, que pretendían haber terminado poco antes. Y cogiendo al Emperador por la cintura, hicieron como si le atasen algo, la cola seguramente; y el Monarca todo era dar vueltas ante el espejo.
-¡Dios, y qué bien le sienta, le va estupendamente! -exclamaban todos-. ¡Vaya dibujo y vaya colores! ¡Es un traje precioso!
-El palio bajo el cual irá Vuestra Majestad durante la procesión, aguarda ya en la calle - anunció el maestro de Ceremonias.
-Muy bien, estoy a punto -dijo el Emperador-. ¿Verdad que me sienta bien? - y volviose una vez más de cara al espejo, para que todos creyeran que veía el vestido.
Los ayudas de cámara encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla, y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada. Y de este modo echó a andar el Emperador bajo el magnífico palio, mientras el gentío, desde la calle y las ventanas, decía:

-¡Qué preciosos son los vestidos nuevos del Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué hermoso es todo!
Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como aquél.
-¡Pero si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño.
-¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! -dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.
-¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!
-¡Pero si no lleva nada! -gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello inquietó al Emperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: «Hay que aguantar hasta el fin». Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.
FIN
Os dejo este magnifico Cuentecillo, digno para recordar . Hans Christian Andersen mi Cuenta cuentos favorito.

Blog Entry Sep 26, '10 10:53 AM
by затвореници for everyone
ENTRE sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas,
dotado de corazón singular y sueños funestos,
precipitadamente pálido, marchito en la frente
y con luto de viudo furioso por cada día de vida,
ay, para cada agua invisible que bebo soñolientamente
y de todo sonido que acojo temblando,
tengo la misma sed ausente y la misma fiebre fría
un oído que nace, una angustia indirecta,
como si llegaran ladrones o fantasmas,
y en una cáscara de extensión fija y profunda,
como un camarero humillado, como una campana un poco
ronca,
como un espejo viejo, como un olor de casa sola
en la que los huéspedes entran de noche perdidamente ebrios,
y hay un olor de ropa tirada al suelo, y una ausencia de flores
-posiblemente de otro modo aún menos melancólico-,
pero, la verdad, de pronto, el viento que azota mi pecho,
las noches de substancia infinita caídas en mi dormitorio,
el ruido de un día que arde con sacrificio
me piden lo profético que hay en mí, con melancolía
y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos
hay, y un movimiento sin tregua, y un nombre confuso.

Blog Entry Jun 14, '10 12:31 PM
by clavedere for everyone



Annabel Lee:
Hace muchos, muchos años, en un reino junto al mar,
Habitaba una doncella cuyo nombre os he de dar,
Y el nombre que daros puedo es el de Annabel Lee,
quien vivía para amarme y ser amada por mí.

Yo era un niño y era ella una niña junto al mar,
En el reino prodigioso que os acabo de evocar.
Más nuestro amor fue tan grande cual jamás yo presentí,
Más que el amor compartimos con mi bella Annabel Lee,

Y los nobles de su estirpe de abolengo señorial
Los ángeles en el cielo envidiaban tal amor,
Los alados serafines nos miraban con rencor.
Aquel fue el solo motivo, ¡hace tanto tiempo ya!,
por el cual, de los confines del océano y más allá,
Un gélido viento vino de una nube y yo sentí
Congelarse entre mis brazos a mi bella Annabel Lee.

La llevaron de mi lado en solemne funeral.
A encerrarla la llevaron por la orilla de la mar
A un sepulcro en ese reino que se alza junto al mar,
Los arcángeles que no eran tan felices cual los dos,
Con envidia nos miraban desde el reino que es de Dios.

Ese fue el solo motivo, bien lo podéis preguntar,
Pues lo saben los hidalgos de aquel reino junto al mar,
Por el cual un viento vino de una nube carmesí
Congelando una noche a mi bella Annabel Lee.
Nuestro amor era tan grande y aún más firme en su candor
Que aquel de nuestros mayores, más sabios en el amor.

Ni los ángeles que moran en su cielo tutelar,
Ni los demonios que habitan negros abismos del mar
Podrán apartarme nunca del alma que mora en mí,
Espíritu luminoso de mi hermosa Annabel Lee.

Pues los astros no se elevan sin traerme la mirada
Celestial que, yo adivino, son los ojos de mi amada.
Y la luna vaporosa jamás brilla baladí
Pues su fulgor es ensueño de mi bella Annabel Lee.

Yazgo al lado de mi amada, mi novia bien amada,
Mientras retumba en la playa la nocturna marejada,
Yazgo en su tumba labrada cerca del mar rumoroso,
En su sepulcro a la orilla del océano proceloso.




Blog Entry Jun 13, '10 8:46 AM
by clavedere for everyone



Lord Byron.
Oscuridad (darknees)
Tuve un sueño, que no era del todo un sueño.
El brillante sol se apagaba, y los astros
Vagaban apagándose por el espacio eterno,
Sin rayos, sin rutas, y la helada tierra
Oscilaba ciega y oscureciéndose en el aire sin luna;
La mañana llegó, y se fue, y llegó, y no trajo consigo el día,
Y los hombres olvidaron sus pasiones ante el terror
De esta desolación; y todos los corazones
Se congelaron en una plegaria egoísta por luz;
Y vivieron junto a hogueras - y los tronos,
Los palacios de los reyes coronados - las chozas,
Las viviendas de todas las cosas que habitaban,
Fueron quemadas en los fogones; las ciudades se consumieron,
Y los hombres se reunieron en torno a sus ardientes casas
Para verse de nuevo las caras unos a otros;
Felices eran aquellos que vivían dentro del ojo
De los volcanes, y su antorcha montañosa:
Una temerosa esperanza era todo lo que el mundo contenía;
Se encendió fuego a los bosques - pero otra tras hora
Fueron cayendo y apagándose - y los crujientes troncos
Se extinguieron con un estrépito - y todo estuvo negro.
Las frentes de los hombres, a la luz sin esperanza
Tenían un aspecto no terreno, cuando de pronto
Los haces caían sobre ellos; algunos se tendían
Y escondían sus ojos y lloraban; otros descansaban
Sus barbillas en sus manos apretadas, y sonreían;
Y otros iban rápido de aquí para allá, y alimentaban
Sus pilas funerarias con combustible, y miraban hacia arriba
Con loca inquietud al sordo cielo,
El sudario de un mundo pasado; y entonces otra vez
Con maldiciones se arrojaban sobre el polvo,
Y rechinaban sus dientes y aullaban; las aves silvestres chillaban,
Y, aterrorizadas, revoloteaban sobre el suelo,
Y agitaban sus inútiles alas; los brutos más salvajes
Venían dóciles y trémulos; y las víboras se arrastraron
Y se enroscaron entre la multitud,
Sisando, pero sin picar - y fueron muertas para ser alimento:
Y la Guerra, que por un momento se había ido,
Se sació otra vez; - una comida se compraba
Con sangre, y cada uno se sentó resentido y solo
Atiborrándose en la penumbra: no quedaba amor;
Toda la tierra era un solo pensamiento - y ese era la muerte,
Inmediata y sin gloria; y el dolor agudo
Del hambre se instaló en todas las entrañas - hombres
Morían, y sus huesos no tenían tumba, y tampoco su carne;
El magro por el magro fue devorado,
Y aún los perros asaltaron a sus amos, todos salvo uno,
Y aquel fue fiel a un cadáver, y mantuvo
A raya a las aves y las bestias y los débiles hombres,
Hasta que el hambre se apoderó de ellos, o los muertos que caían
Tentaron sus delgadas quijadas; él no se buscó comida,
Sino que con un gemido piadoso y perpetuo
Y un corto grito desolado, lamiendo la mano
Que no respondió con una caricia - murió.
De a poco la multitud fue muriendo de hambre; pero dos
De una ciudad enorme sobrevivieron,
Y eran enemigos; se encontraron junto
A las agonizantes brasas de un altar
Donde se había apilado una masa de cosas santas
Para un fin impío; hurgaron,
Y temblando revolvieron con sus manos delgadas y esqueléticas
En las débiles cenizas, y sus débiles alientos
Soplaron por un poco de vida, e hicieron una llama
Que era una burla; entonces levantaron
Sus ojos al verla palidecer, y observaron
El aspecto del otro - miraron, y gritaron, y murieron -
De su propio espanto mutuo murieron,
Sin saber quién era aquel sobre cuya frente
La hambruna había escrito Enemigo. El mundo estaba vacío,
Lo populoso y lo poderoso - era una masa,
Sin estaciones, sin hierba, sin árboles, sin hombres, sin vida -
Una masa de muerte - un caos de dura arcilla.
Los ríos, lagos, y océanos estaban quietos,
Y nada se movía en sus silenciosos abismos;
Los barcos sin marinos yacían pudriéndose en el mar,
Y sus mástiles bajaban poco a poco; cuando caían
Dormían en el abismo sin un vaivén -
Las olas estaban muertas; las mareas estaban en sus tumbas,
Antes ya había expirado su señora la luna;
Los vientos se marchitaron en el aire estancado,
Y las nubes perecieron; la Oscuridad no necesitaba
De su ayuda - Ella era el universo.

Blog Entry Mar 29, '10 4:13 PM
by principe for group lososcuros
Contemplé, en la mañana,
la tumba de una niña;
en el sauce lloroso gemía tramontana,
desolando la amena, brilladora campiña.
Desde el túmulo frío, de verdes oquedades,
volaba el pensamiento
hacia la núbil áurea, bella de otras edades,
ceñida de contento.
Al ver oscuras flores,
libélulas moradas, junto a la losa abierta,
pensé en el jardín claro, en el jardín de amores,
de la beldad despierta.
Como sombría nube, al ver la tumba rara,
de un fluvión mortecino en la arena y el hielo,
pensé en la rubia aurora de juventud que amara
la niña, flor de cielo.
Por el lloroso sauce, lilial música de ella,
modula el aura sola en el panteón de olvido.
Murió canora y bella;
y están sus restos blancos como el marfil pulido.

JOSE MARIA EGUREN

Blog Entry Mar 16, '10 1:29 PM
by clavedere for group lososcuros



El monte de las Ánimas[Leyenda soriana. Texto completo]

Gustavo Adolfo Bécquer
La noche de difuntos me despertó un no sé qué hora el doble de las Campanas, su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.
Intenté dormir de nuevo, ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me decidí un escribirla, como en efecto lo hice.
Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo Algunas veces la cabeza con miedo Cuando partía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche.
Sea de ello lo que quiera, Ahi va, Como el caballo de copas.
I
-Los Atad perros, haced la señal con las trompas para que se reparen los cazadores, demos y Ciudad de la Vuelta a la. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas.
- ¡Tan pronto!
-A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han Arrojado de sus madrigueras, pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzaran un tañer su campana en la Capilla del Monte.
- ¡En esa capilla ruinosa! ¡¡Bah! ¿Quieres asustarme?
-No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, Aun Porque no hace un año que ha Venido A él desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré esa historia.
Los pajes se repararon en alegres y bulliciosos grupos; los Condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron A sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían la comitiva una bastante distancia.
Mientras duraba el camino, Alonso Narro En Estos términos la prometida historia:
-Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, una pertenecía los Templarios, Cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos A la vez. Soria, una conquistada los árabes, el Rey de Los Hizo venir de lejanas tierras para Defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello un agravio notables sus nobles de Castilla; Asi que hubieran solos sabido defenderla como solos la conquistaron.
Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden y los hidalgos de la ciudad Algunos fermento por años, al fin y Estallo, un odio profundo. Los primeros tenian acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus Necesidades y un CONTRIBUIR sus placeres; los segundos determinaron Organizar una gran batida en el coto, un Pesar De las Prohibiciones de los Severo Espuelas con clérigos, como llamaban A sus enemigos.
Cundió la voz del reto, y parte Fue nada a detener unos A LOS En su manía de cazar ya los otros en su Empeño de estorbarlo. La Proyectada expedición se llevo A Cabo. No se acordaron de ella las fieras; antes tendrian la presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no Fue una cacería, Fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres, Los Lobos A quiénes se Quiso exterminar Tuvieron un festín sangriento. Por último, intervino la autoridad del Rey: El Monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaro abandonado, y la Capilla de los religiosos, Situada en el mismo monte y en Cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, Comenzó a arruinarse.
Desde entonces dicen que Cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre Las Breñas y Los Zarzales. Los ciervos espantados Braman, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche.
La relación de Alonso concluyó justamente Cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, incorporárseles Después de los dos jinetes, Se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria.
II
Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del Palacio de los Condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor iluminando Algunos grupos de damas y caballeros que Alrededor de la lumbre conversaban Familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón .
Solas dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso: Beatriz seguia con los ojos, absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz.
Ambos guardaban Hacía rato un profundo silencio.
Las dueñas referían, a propósito de la noche de difuntos, cuentos tenebrosos en que los espectros y los aparecidos representaban el papel principal, y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste.
-Hermosa prima-exclamó al fin Alonso rompiendo el largo silencio en que se encontraban-, pronto vamos a separarnos tal vez para siempre, las Llanuras áridas de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por Algún galán de tu lejano señorío.
Beatriz Hizo un gesto de fría indiferencia; todo un carácter de mujer se Revelo en Aquella Desdeñosa contracción de sus delgados labios.
-Tal vez por la pompa de la corte francesa, donde hasta aquí ha vivido-se apresuró una añadir el joven-. De un modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte ... Al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía ... ¿Te acuerdas Cuando fuimos al templo un DAR gracias a Dios por haberte devuelto la salud que viniste a buscar a la Tierra esta? El Joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivo tu atención. ¡Qué hermoso Estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada; mi padre se lo regaló a la que me dio el ser, y ella lo llevo al altar ... ¿Lo quieres?
-No sé en el tuyo-contestó la hermosa-, pero en mi país una prenda Recibida compromete una voluntad ". Sólo en un día de ceremonia Debe aceptarse un presente de manos de un deudo ... Aún Puede que ir a Roma sin volver con las manos vacías.
El acento helado con que Beatriz pronuncio estas palabras turbo de un momento al joven, que Después de serenarse dijo con tristeza:
-Lo sé prima; pero hoy se Celebran Todos los Santos, y todos ante el tuyo, hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío?
Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra.
Los dos jóvenes volvieron uno quedarse en silencio, y volviose oír a la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de Trasgos y el zumbido del aire Qué hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste monótono doblar de las campanas.
Al cabo de Algunos minutos, interrumpido el Diálogo Torno a anudarse de este modo:
-Y antes de que concluya el día de Todos los Santos, es que asi como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad ", dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? -dijo él clavando una mirada en la de su prima, que brillo como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico.
- ¿Por qué no? Ésta-exclamó llevándose la mano al hombro derecho como para buscar alguna cosa entre las pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro ... Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió:
- ¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y por que no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma?
-Sí.
-Pues ... ¡Se ha perdido! Se ha perdido, y PENSABA dejártela como un recuerdo.
- ¡Se ha perdido!, ¿Y dónde? -preguntó Alonso Incorporandose de su asiento y con una indescriptible expresión de esperanza y Temor.
-No sé .... en el monte acaso.
- ¡En el Monte de las Ánimas-murmuró palideciendo y dejándose caer sobre el sitial-; en el Monte de las Ánimas!
Luego prosiguió con voz entrecortada y sorda:
-Tú lo sabes, Porque lo habrás oído mil veces, en la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de los cazadores. Aún no habiendo Podido probar mis Fuerzas en los combates, como mis ascendentes, que llevado una diversión esta, imagen de la guerra, todos los Bríos de mi juventud, todo el ardor, hereditario en mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres, y se combatido con ellas de día y de noche, un pastel ya caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir del peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría Gozoso Como a una fiesta, y, sin embargo, esta noche ... esta noche. ¿A ocultártelo qué?, Tengo miedo. ¿Oyes? Doblan Las campanas, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzaran ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas ... ¡Las Ánimas!, Cuya sola Puede helar Vista de terror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarle en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento sin que se sepa adónde.
Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que Cuando hubo concluido exclamó con un tono indiferente y Mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas de mil colores:
- ¡Oh! Eso de Ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante, friolera! ¡Una noche tan oscura, noche de difuntos, y cuajado el camino de lobos!
Al decir esta última frase, la Recargo de un modo tan especial, toda Alonso que no menos de Pudo Comprender su amarga ironía, movido como por un resorte se puso de pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que Estaba en su cabeza y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa, Que Aún Estaba inclinada sobre el hogar entreteniéndose en revolver el fuego:
-Adiós Beatriz, adiós ... Hasta pronto.
- ¡Alonso! ¡¡Alonso! -dijo ésta, volviéndose con rapidez, pero Cuando Quiso o aparentó querer detenerle, el joven había desaparecido.
A los Pocos minutos se Oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho que coloreó sus mejillas, presto atento oído un rumor de aquel que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último.
Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos.
III
Había pasado una hora, dos, tres, La Media Noche Estaba a punto de sonar, y Beatriz Se retiró A su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, Cuando en menos de una hora Pudiera haberlo hecho.
- ¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven cerrando su libro de oraciones y encaminándose uno su lecho, Después de haber intentado inútilmente murmurar Algunos de los rezos que la Iglesia consagra en el día de difuntos A LOS QUE YA no existen.
Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmio, se durmio con un sueño inquieto, ligero, nervioso.
Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz Oyó entre sueños las vibraciones de la campana, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído a la par de ellas pronunciar su nombre, pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana.
-Será el viento-dijo, y poniéndose la mano sobre el corazón, Procuro tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más violencia. Las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes, con un Chirrido agudo prolongado y estridente.
Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que Daban paso a su habitación iban sonando por su orden, un Éstas con ruido sordo y grave, Aquellas con un lamento crispador y largo. Después silencio, un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la noche los medios de comunicación, con un murmullo monótono de agua distante, lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles, ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que se arrastran , suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas que casi se sienten, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y se Cuya aproximación se nota no obstante en la oscuridad.
Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y un momento escuchó. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar: nada, silencio.
Veia, con esa fosforescencia de la pupila en las NERVIOSAS crisis, como bultos que se movían en todas direcciones; Y cuándo dilatándolas las fijaba en un punto nada, oscuridad, las sombras impenetrables.
- ¡Bah! -exclamó, volviendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de raso azul del lecho-, ¿yo soy tan Miedosa como SEE pobres gentes, Cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura, al oír una conseja de aparecidos?
Y cerrando los ojos intento dormir ..., pero en vano había Un hecho Esfuerzo sobre sí Misma. Pronto Volvió a incorporarse más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse, y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra, el rumor de Aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, ya su compás se oía crujir una cosa como madera o hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movio el reclinatorio Qué estaba a la orilla de su lecho. Beatriz Lanzó un grito agudo, y arrebujándose en la ropa que la Cubría, escondió la cabeza y contuvo el aliento.
El aire azotaba los vidrios del balcón, el agua de la fuente lejana cosía y cosía con un rumor monótono y eterno, los ladridos de los perros se dilataban en las Ráfagas del aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, otras Distantes, Doblan tristemente por las ánimas de los difuntos.
Así pasó una hora, dos, la noche, Siglo de las Naciones Unidas, Porque la Aquella noche eterna parecio una Beatriz. Al fin despuntó la aurora: vuelta de su Temor, entreabrió los ojos A LOS primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separo las cortinas de seda del lecho, y ya se disponía uno reírse de sus temores pasados, Cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus Mejillas: sobre el reclinatorio había visto sangrienta y desgarrada la la banda azul que perdiera en el monte, la banda azul Que Fue a buscar Alonso.
Cuando sus servidores llegaron despavoridos un noticiarle La muerte del primogénito de Alcudiel, que a la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Ánimas, la encontraron inmóvil crispada, ambas con Asida Manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, la boca entreabierta, los labios blancos, rígidos los miembros, muerta, ¡muerta de horror!
IV
Dicen que Después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas, y que al otro día, antes de morir, Pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, asegura que vio A LOS esqueletos de los antiguos templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y, caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir Como a una fiera una hermosa Una mujer, desmelenada y pálida, que con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas Alrededor de la tumba de Alonso.


.

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Blog Entry Jul 1, '12 12:16 PM
by clavedere for group lososcuros


:


El juego del libro.
La idea es la siguiente yo recomiendo un libro que haya leído recientemente a alguien, después ese alguien tiene que recomendárselo a otro.
Ahora que llegan las vacaciones muchos de nosotros nos relajaremos leyendo un libro, libro que estará en nuestra biblioteca Oscura Hipotéticamente, claro.
Mi recomendación de libro es:
La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón, se lo recomiendo al Príncipe de la Soledad, porque me parece un libro muy romántico y misterioso.
Con dos grandes amores uno prohibido y otro que comienza siéndolo y acaba por triunfar.
Creo que le gustara.
Ahora le toca al Príncipe elegir libro y a quien se lo va a dedicar.

Blog Entry Sep 1, '11 7:06 AM
by novia for everyone
CANTO I


A mitad del camino de la vida,

en una selva oscura me encontraba

porque mi ruta había extraviado.
¡Cuán dura cosa es decir cuál era
esta salvaje selva, áspera y fuerte
que me vuelve el temor al pensamiento! 6
Es tan amarga casi cual la muerte;
mas por tratar del bien que allí encontré,
de otras cosas diré que me ocurrieron. 9
Yo no sé repetir cómo entré en ella
pues tan dormido me hallaba en el punto
que abandoné la senda verdadera. 12
Mas cuando hube llegado al pie de un monte, 13[L3]
allí donde aquel valle terminaba
que el corazón habíame aterrado, 15
hacia lo alto miré, y vi que su cima
ya vestían los rayos del planeta
que lleva recto por cualquier camino. 18[L4]
Entonces se calmó aquel miedo un poco,
que en el lago del alma había entrado
la noche que pasé con tanta angustia. 21
Y como quien con aliento anhelante,
ya salido del piélago a la orilla,
se vuelve y mira al agua peligrosa, 24
tal mi ánimo, huyendo todavía,
se volvió por mirar de nuevo el sitio
que a los que viven traspasar no deja. 27
Repuesto un poco el cuerpo fatigado,
seguí el camino por la yerma loma,
siempre afirmando el pie de más abajo. 30
Y vi, casi al principio de la cuesta,
una onza ligera y muy veloz, 32[L5]
que de una piel con pintas se cubría; 33
y de delante no se me apartaba,
mas de tal modo me cortaba el paso,
que muchas veces quise dar la vuelta. 36
Entonces comenzaba un nuevo día,
y el sol se alzaba al par que las estrellas
que junto a él el gran amor divino 39
sus bellezas movió por vez primera; 40[L6]
así es que no auguraba nada malo
de aquella fiera de la piel manchada 42
la hora del día y la dulce estación;
mas no tal que terror no produjese
la imagen de un león que luego vi. 45[L7]
Me pareció que contra mí venía,
con la cabeza erguida y hambre fiera,
y hasta temerle parecia el aire. 48
Y una loba que todo el apetito 49[L8]
parecía cargar en su flaqueza,
que ha hecho vivir a muchos en desgracia. 51
Tantos pesares ésta me produjo,
con el pavor que verla me causaba
que perdí la esperanza de la cumbre. 54
Y como aquel que alegre se hace rico
y llega luego un tiempo en que se arruina,
y en todo pensamiento sufre y llora: 57
tal la bestia me hacía sin dar tregua,
pues, viniendo hacia mí muy lentamente,
me empujaba hacia allí donde el sol calla. 60
Mientras que yo bajaba por la cuesta,
se me mostró delante de los ojos
alguien que, en su silencio, creí mudo. 63
Cuando vi a aquel en ese gran desierto
«Apiádate de mi ‑yo le grité‑,
seas quien seas, sombra a hombre vivo.» 66
Me dijo: «Hombre no soy, mas hombre fui,
y a mis padres dio cuna Lombardía
pues Mantua fue la patria de los dos. 69
Nací sub julio César, aunque tarde, 70[L9]
y viví en Roma bajo el buen Augusto:
tiempos de falsos dioses mentirosos. 72
Poeta fui, y canté de aquel justo 73[L10]
hijo de Anquises que vino de Troya,
cuando Ilión la soberbia fue abrasada. 75
¿Por qué retornas a tan grande pena,
y no subes al monte deleitoso
que es principio y razón de toda dicha?» 78
« ¿Eres Virgilio, pues, y aquella fuente
de quien mana tal río de elocuencia?
‑respondí yo con frente avergonzada‑. 81
Oh luz y honor de todos los poetas,
válgame el gran amor y el gran trabajo
que me han hecho estudiar tu gran volumen. 84
Eres tú mi modelo y mi maestro;
el único eres tú de quien tomé
el bello estilo que me ha dado honra. 87[L11]
Mira la bestia por la cual me he vuelto:
sabio famoso, de ella ponme a salvo,
pues hace que me tiemblen pulso y venas.» 90
«Es menester que sigas otra ruta
‑me repuso después que vio mi llanto‑,
si quieres irte del lugar salvaje; 93
pues esta bestia, que gritar te hace,
no deja a nadie andar por su camino,
mas tanto se lo impide que los mata; 96
y es su instinto tan cruel y tan malvado,
que nunca sacia su ansia codiciosa
y después de comer más hambre aún tiene. 99
Con muchos animales se amanceba,
y serán muchos más hasta que venga 101[L12]
el Lebrel que la hará morir con duelo. 102
Éste no comerá tierra ni peltre,
sino virtud, amor, sabiduría,
y su cuna estará entre Fieltro y Fieltro. 105
Ha de salvar a aquella humilde Italia
por quien murió Camila, la doncella,
Turno, Euríalo y Niso con heridas. 108[L13]
Éste la arrojará de pueblo en pueblo,
hasta que dé con ella en el abismo,
del que la hizo salir el Envidioso. 111[L14]
Por lo que, por tu bien, pienso y decido
que vengas tras de mí, y seré tu guía,
y he de llevarte por lugar eterno, 114
donde oirás el aullar desesperado,
verás, dolientes, las antiguas sombras,
gritando todas la segunda muerte; 117
y podrás ver a aquellas que contenta
el fuego, pues confían en llegar
a bienaventuras cualquier día; 120
y si ascender deseas junto a éstas,
más digna que la mía allí hay un alma:
te dejaré con ella cuando marche; 123[L15]
que aquel Emperador que arriba reina,
puesto que yo a sus leyes fui rebelde,
no quiere que por mí a su reino subas. 126
En toda parte impera y allí rige;
allí está su ciudad y su alto trono.
iCuán feliz es quien él allí destina!» 129
Yo contesté: «Poeta, te requiero
por aquel Dios que tú no conociste,
para huir de éste o de otro mal más grande, 132
que me lleves allí donde me has dicho,
y pueda ver la puerta de San Pedro
y aquellos infelices de que me hablas.» 135
Entonces se echó a andar, y yo tras él.


Blog Entry May 20, '11 4:20 AM
by novia for group lososcuros





La Hermandad de la Daga Oscura




Amante OscuroEn las sombras de la noche, en Caldwell (Nueva York), se desarrolla una sorda y cruel guerra entre los vampiros y sus verdugos. Y existe una hermandad secreta de seis vampiros guerreros, los defensores de toda su raza. Ninguno de ellos desea aniquilar a sus enemigos con tanta ansia como Wrath, el campeón de la Hermandad de la Daga Negra… Wrath, el vampiro de raza más pura de los que aún pueblan la tierra, tiene una deuda pendiente con los que, hace siglos, mataron a sus padres. Cuando cae muerto uno de sus más fieles guerreros, dejando huérfana a una muchacha mestiza, ignorante de su herencia y su destino, no le queda más remedio que arrastrar a la bella joven al mundo de los no-muertos. Traicionada por la debilidad de su cuerpo, Beth Randall se ve impotente para resistir los avances de ese desconocido, increíblemente atractivo, que la visita cada noche, envuelto en las sombras. Sus historias sobre la Hermandad la aterran y la fascinan… y su simple roce hace que salte la chispa de un fuego que puede acabar consumiéndoles a los dos.





Amante Eterno Dentro de la Hermandad, Rhage es el vampiro con el apetito más fuerte. Es el mejor guerrero, el más rápido para actuar por sus impulsos y el amante más voraz… porque por dentro arde una feroz maldición lanzada por la Virgen Escriba. Poseído por este lado oscuro, Rhage teme el momento en que su dragón interior sea liberado, convirtiéndolo en un peligro para todos los que lo rodean.
Mary Luce, sobreviviente de muchas penalidades, es involuntariamente introducida en el mundo de los vampiros y confiada a la protección de Rhage. Con una maldición que amenaza su propia vida, Mary no está buscando amor. Hace años que perdió su fe en los milagros. Pero cuando la intensa atracción animal de Rhage se convierte en algo más emocional, él sabe que debe hacerla suya. Mientras sus enemigos se acercan, Mary lucha desesperadamente por conseguir una vida eterna junto al hombre al que ama…




Amante DespiertoEl vampiro Zsadist, un ex esclavo de sangre, todavía lleva las cicatrices de un pasado lleno de sufrimiento y humillación. Famoso para su insaciable furia y sus siniestras proezas, es un salvaje temido por humanos y vampiros por igual. La ira es su única compañera y el terror, su única pasión… hasta que rescata a una hermosa aristócrata de la malvada Sociedad de los Lessers.Bella queda de inmediato fascinada por el ardiente poder que Zsadist posee. Pero así como el deseo que sienten el uno por el otro comienza a sobrepasarlos, la sed de venganza que Zsadist siente por los torturadores de Bella lo lleva al límite de la locura. Ahora, Bella debe ayudar a su amante a superar las heridas de su atormentado pasado y a encontrar un futuro con ella…




Amante DescubiertoButch O’Neal es un luchador por naturaleza. Con una vida difícil, este ex policía de homicidios, es el único humano admitido en el círculo interno de la Hermandad de la Daga Negra. Y desea entrar aún más profundo en el mundo de los vampiros para participar en la guerra contra los lessers. Él no tiene nada que perder. Su corazón pertenece a una mujer vampiro, una bella aristocrática que está fuera de su alcance. Si no puede tenerla, por lo menos puede luchar junto a los Hermanos…El destino lo maldice con aquello que desea. Cuando Butch se sacrifica para salvar a un vampiro civil de los asesinos, cae presa de la fuerza más oscura en la guerra. Dado por muerto, lo encuentran por milagro y la Hermandad llama a Marissa para traerlo de vuelta, aunque incluso su amor puede no resultar suficiente para salvarlo…



Amante LiberadoLa doctora Jane Whitman, jefa de equipo de trauma cardiaco, está a punto de macharse ya a su casa tras finalizar su turno como cada noche cuando llega una emergencia al centro médico; un hombre con un disparo en el corazón. Mientras Jane lo examina comienza a abrigar la sospecha de que su nuevo paciente, un hombre de aspecto peligroso y sexy, no es del todo humano.Mientras se encuentra en recuperación el desconocido no ceja de buscar el contacto de la doctora, pues parece que la presencia de la mujer le tranquiliza. Y ella, a su vez, se siente extrañamente fascinada por la de él. Jane no tarda en descubrir que su paciente no es otro que Vishous, a quien muchos llaman «V», el vampiro más inteligente de la Hermandad de la daga negra. Pero el torturado pasado de este hombre le ha llevado a evitar todo tipo de intimidad con otro ser. La naturaleza de V le impide dejar que nadie vea su lado vulnerable, a excepción de Jane, pues tiene la extraña sensación de que ella, y sólo ella, comprende…




Amante ConsagradoEn las sombras de la noche en Caldwell, Nueva York, se libra una guerra letal entre los vampiros y sus asesinos. Pero también existe una Hermandad secreta que no se puede comparar a ninguna otra que haya existido —seis guerreros vampiros, protegiendo a su raza. Ahora, uno de los gemelos debe escoger entre dos vidas…Ferozmente leal a la Hermandad de la Daga Negra, Phury no ha hecho más que sacrificarse a sí mismo por el bien de su raza, hasta el punto de llegar a ser responsable de mantener viva la línea de sangre de la Hermandad. Como Primale de la Elegida, está destinado a ser el padre de los descendientes que perpetuarán las tradiciones de su raza, proveyendo de nuevos guerreros que luchen contra aquellos que quieren ver extinguidos a los vampiros.Como su primera compañera, la Elegida Cormia no sólo anhela el cuerpo de Phury, sino que también quiere ganarse su corazón, y puede ver las terribles cicatrices emocionales que hay en el interior de este noble hombre.

Ahora, mientras la guerra contra la Sociedad se torna mas cruenta y la tragedia se cierne sobre la mansión de la Hermandad, Phury deberá decidir entre el deber… y el amor.

Espero que os guste la Saga
Novia

Link Feb 26, '11 4:12 AM
by Diva for everyone
Link: http:/
/

esprecoz.blogspot.com/
2011/02/el-catalizador.html

Buenas Lunas

No habia tenido oportunidad de saludar de nuevo y agradecer el que me reciban en su casa de nuevo pues mi ausencia en ese entonces fue necesaria, ahora no tengo mas tiempo que antes pero les vengo a compatir la reseña de una novela muy buena que tube el gusto de leer hace poco, y en serio espero les agrade y traten de conseguirla vale muchisimo la pena, cualquier cosa no duden en preguntar. un oscuro abrazo y de nuevo gracias por recibirme en su casa.

Diva E.



Blog Entry Dec 24, '10 5:04 AM
by clavedere for group lososcuros
Es tipico en estas fechas contar un cuento de Navidad y que mejor que este de tres espiritus.
El de las navidades pasadas, presentes y futuras.
con un gran maestro de la novela,
con este link podrán descargarse el libro.

Blog Entry Dec 23, '10 2:29 AM
by Isthar for everyone

Cuando he perdido toda fe en el milagro,
cuando ya la esperanza dejó caer la última nota
y resuena un silencio sin fin, cóncavo y duro;

cuando el cielo de invierno no es más que la ceniza
de algo que ardió hace muchos, muchos siglos;

cuando me encuentro tan solo, tan solo,
que me busco en mi cuarto
como se busca, a veces, un objeto perdido,
una carta estrujada, en los rincones;

cuando cierro los ojos pensando inútilmente
que así estaré más lejos
de aquí, de mi, de todo
aquello que me acusa de no ser más que un muerto,

siento que estoy en el infierno frío,
en el invierno eterno
que congela la sangre en las arterias,
que seca las palabras amarillas,
que paraliza el sueño,
que pone una mordaza de hielo a nuestra boca
y dibuja las cosas con una línea dura.

Siento que estoy viviendo aquí mi muerte,
mi sola muerte presente,
mi muerte que no puedo compartir ni llorar,
mi muerte de que no me consolaré jamás.

Y comprendo de una vez para nunca
el clima del silencio
donde se nutre y perfecciona la muerte.
Y también la eficacia del frío
que preserva y purifica sin consumir como el fuego.

Y en el silencio escucho dentro de mí el trabajo
de un minucioso ejército de obreros que golpean
con diminutos martillos mi linfa y mi carne estremecidas;

siento cómo se besan
y juntas para siempre sus orillas
las islas que flotaban en mi cuerpo;

cómo el agua y la sangre
son otra vez la misma agua marina,
y cómo se hiela primero
y luego se vuelve cristal
y luego duro mármol,
hasta inmovilizarme en el tiempo más angustioso y lento,
con la vida secreta, muda e imperceptible
del mineral, del tronco, de la estatua.


Xavier Villaurrutia "Nostalgia de la muerte" (1938)

Blog Entry Nov 22, '10 1:18 PM
by clavedere for group lososcuros
Como se arranca el hierro de una herida
su amor de las entrañas me arranqué,
aunque sentí al hacerlo que la vida
me arrancaba con él!
Del altar que le alcé en el alma mía
la Voluntad su imagen arrojó,
y la luz de la fe que en ella ardía
ante el ara desierta se apagó.
Aún turbando en la noche el firme empeño
vive en la idea la visión tenaz...
¡Cuándo podré dormir con ese sueño
en que acaba el soñar!
*
Yo me he asomado a las profundas simas
de la tierra y del cielo,
y les he visto el fin o con los ojos
o con el pensamiento.
Mas, ¡ay!, de un corazón llegué al abismo
y me incliné un momento,
y mi alma y mis ojos se turbaron.
¡Tan hondo era y tan negro!
*
En la clave del arco ruinoso
cuyas piedras el tiempo enrojeció,
obra de un cincel rudo campeaba
el gótico blasón.
Penacho de su yelmo de granito,
la yedra que colgaba en derredor
daba sombra al escudo en que una mano
tenía un corazón.
A contemplarle en la desierta plaza
nos paramos los dos.
Y, ése, me dijo, es el cabal emblema
de mi constante amor.
¡Ay!, y es verdad lo que me dijo entonces:
Verdad que el corazón
lo llevará en la mano..., en cualquier parte....
pero en el pecho no.
*
¡Los suspiros son aire y van al aire!
¡Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer: cuando el amor se olvida,
¿sabes tú a dónde va?
*
Primera voz
Las ondas tienen vaga armonía,
Las violetas suave olor,
brumas de plata la noche fría,
luz y oro el día,
yo algo mejor;
¡yo tengo Amor!
Segunda voz
Aura de aplausos, nube radiosa,
ola de envidia que besa el pie.
Isla de sueños donde reposa
el alma ansiosa.
¡Dulce embriaguez
la Gloria es!
Tercera voz
Ascua encendida es el tesoro,
sombra que huye la vanidad.
Todo es mentira: la gloria, el oro.
Lo que yo adoro
sólo es verdad;
¡la Libertad!
Así los barqueros pasaban cantando
la eterna canción
y al golpe del remo saltaba la espuma
y heríala el sol.
¿Te embarcas?, gritaban, y yo sonriendo
les dije al pasar:
Yo ya me he embarcado; por señas que aún tengo
la ropa en la playa tendida a secar.
*
Fatigada del baile,
encendido el color, breve el aliento,
apoyada en mi brazo
del salón se detuvo en un extremo.
Entre la leve gasa
que levantaba el palpitante seno,
una flor se mecía
en compasado y dulce movimiento.
Como en cuna de nácar
que empuja el mar y que acaricia el céfiro,
dormir parecía al blando
arrullo de sus labios entreabiertos.
¡Oh!, ¡quién así, pensaba,
dejar pudiera deslizarse el tiempo!
¡Oh!, si las flores duermen,
qué dulcísimo sueño!
*
Voy contra mi interés al confesarlo;
no obstante, amada mía,
pienso cual tú que una oda solo es buena
de un billete del banco al dorso escrita.
No faltará algún necio que al oírlo
se haga cruces y diga:
Mujer al fin del siglo diez y nueve
material y prosaica... ¡Boberías!
¡Voces que hacen correr cuatro poetas
que en invierno se embozan con la lira!
¡Ladridos de los perros a la luna!
Tú sabes y yo se que en esta vida,
con genio es muy contado el que la escribe,
y con oro cualquiera hace poesía.
*
¿Quieres que de ese néctar delicioso
no te amargue la hez?
Pues aspírale, acércale a tus labios
y déjale después.
¿Quieres que conservemos una dulce
memoria de este amor?
Pues amémonos hoy mucho y mañana
¡digámonos, adiós!
*
Entre el discorde estruendo de la orgía
acarició mi oído,
como una nota de lejana música,
el eco de un suspiro.
El eco de un suspiro que conozco,
formado de un aliento que he bebido,
perfume de una flor que oculta crece
en un claustro sombrío.
Mi adorada de un día, cariñosa,
-¿En qué piensas?, me dijo:
-En nada...-En nada, ¿y lloras?-Es que tengo
alegre la tristeza y triste el vino.
*
Como en un libro abierto
leo de tus pupilas en el fondo.
¿A qué fingir el labio
risas que se desmienten en los ojos?
¡Llora! No te avergüences
de confesar que me has querido un poco.
¡Llora! Nadie nos mira.
Ya ves; yo soy un hombre... y también lloro.

Blog Entry Jul 17, '10 6:11 AM
by clavedere for group lososcuros
El paraiso perdido.
http://books.google.es/books?id=rmERAAAAYAAJ&printsec=frontcover&dq=el+paraiso+perdido+de+Milton&source=bl&ots=mKfaJjTCQu&sig=OdY_bTErRoFBmVyFc8HF_XFAJ5I&hl=es&ei=TUxBTI6RHoKi0gT09cCZDw&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=9&ved=0CDoQ6AEwCA#v=onepage&q&f=false


Blog Entry May 26, '10 12:54 PM
by novia for everyone



Blog Entry May 10, '10 2:11 AM
by novia for everyone



 

El Crepúsculo de la Tarde 

 
Por CHARLES BAUDELAIRE
De Spleen de París
Traducción de Nydia Lamarque 1º edición, 1961, México, Editorial Aguilar.
 
    Cae la tarde. Un gran apaciguamiento se produce en los pobres espíritus fatigados 
por la labor de la jornada, y sus pensamientos toman ahora los colores tiernos 
e indecisos del crepúsculo.
    No obstante, desde lo alto de la montaña, a través de los transparentes vapores 
de la tarde, llega hasta mi balcón un gran aullido compuesto por una cantidad de gritos 
discordantes, que el espacio transforma en una lúgubre armonía como la de la marca 
creciente o la de la tempestad que se despierta.
    ¿Quiénes son los infortunados a los que la tarde no calma y que, como los búhos, 
toman la venida de la noche por la señal del aquelarre? Este siniestro ulular 
nos llega del negro hospicio posado en la montaña; y por la tarde, mientras fumo 
y contemplo el reposo del inmenso valle donde cada ventana dice: "Aquí reina la paz; 
aquí se gozan las dichas familiares", puedo yo, cuando el viento sopla de ese lado, 
mecer mi pensamiento atónito en esa imitación de las armonías del infierno.
    El crepúsculo excita a los locos. Me acuerdo de haber tenido dos amigos a quienes 
el crepúsculo enfermaba. Uno olvidaba entonces todas las relaciones de amistad y cortesía, 
y maltrataba como un salvaje a cualquiera que se le acercara. Yo lo vi arrojar a la cabeza 
de un maître d' hotel un pollo excelente, en el que creía encontrar no sé qué insultante 
jeroglífico. La tarde, precursora de las voluptuosidades profundas, le estropeaba 
las cosas más suculentas.
    El otro, un ambicioso fracasado, volvíase, a medida que la luz menguaba, más agrio, 
más sombrío, más incómodo. Indulgente y sociable aun durante el día, era implacable 
al atardecer, pues su manía crepuscular se manifestaba rabiosamente no sólo a expensas 
de los demás, sino también a expensas de sí mismo.
    El primero murió loco, incapaz de reconocer a su mujer y a su hijo; el segundo lleva 
dentro de sí la inquietud de un malestar perpetuo y, aunque se viera gratificado con 
todos los honores que pueden conferir las repúblicas y los príncipes, creo que 
el crepúsculo seguiría encendiendo en él la quemante codicia de imaginarias distinciones. 
La noche, que insuflaba sus tinieblas dentro de aquel espíritu, ilumina el mío, 
y aunque no sea raro ver que la misma causa engendra dos efectos contrarios, 
esto me intriga siempre y despierta en mí algo como una alarma.
    ¡Oh, noche! ¡Oh refrescantes tinieblas! ¡Ustedes son para mí la señal de una fiesta 
íntima, Ustedes son la liberación de la angustia! ¡En la soledad de las llanuras, 
en los laberintos pétreos de una capital, centelleo de estrellas, explosión de reverberos, 
son los fuegos artificiales de la diosa Libertad!
    ¡Crepúsculo, qué dulce y tierno eres! Las rosadas lumbres que perduran en el horizonte 
como la agonía del día bajo la opresión victoriosa de su noche, las luces 
de los candelabros que manchan con un rojo opaco las postreras glorias del poniente, 
las pesadas colgaduras que una mano invisible corre desde las profundidades del oriente, 
imitan todos los complicados sentimientos que se disputan el alma del hombre en las horas 
solemnes de la vida.
    También se las podría comparar con esos extraños trajes de bailarina, en los que 
una gasa transparente y sombría deja entrever los amortiguados esplendores de una falda 
rutilante, como bajo el negro presente se trasluce el delicioso pasado; y las vacilantes 
estrellas de oro y plata que la realzan, representan los fuegos de la fantasía que sólo 
Arden bien bajo el profundo luto de la Noche.


Blog Entry Mar 28, '10 9:53 AM
by clavedere for group lososcuros
Novelista inglesa. En 1818, con sólo 20 años, publicó la primera y más importante de sus obras: Frankenstein o el moderno Prometeo. La obra se convirtió de inmediato en un éxito de crítica y público. Ninguna de sus siguientes libros (otras novelas, varios libros de viajes, relatos y poesía) alcanzó la popularidad del primero.

Blog Entry Mar 26, '10 2:49 AM
by Diva for group lososcuros


Creo que esta de mas, este libro se describe solo, y mas aun cuando ha sido pieza principal de muchas otras obras creadas, aunque para mi Bram Stoker siempre sera favorito, tanto el libro como la pelicula.

Les comparto el libro y les traigo un pedacito de la pelicula de Francis Ford Coppola y Colombia Pictures, espero les guste tanto el libro como la pelicula una consecuencia de la otra.



Un Oscuro Abrazo.


Diva.

"Sweetiest Sin"

Attachment: Stoker,Bram-Dracula.pdf

ReviewReviewReviewReviewReview Mar 22, '10 1:53 AM
by Diva for group lososcuros

Category: Books
Genre: Horror
Author: Ramón Obón
Un crimen tan cruento como violento,
Un investigador y su aliada,
Un misterio guardado por siglos que desencadenará cosas terribles,
Una carrera contra el tiempo,
Y un viaje buscando respuestas enterradas siglos atras...

El Principe Maldito es una historia, realmente buena a mi gusto, y para los fanaticos de las novelas policiacas y de terror es geniales...
Mmmm debo ser sincera cuando empecé a leer este libro y leí el nombre de "Vládislav" estube a punto de cerrar el libro, y no abrirlo de nuevo, he leido demasiados intentos por crear diferentes historias de nuestro querido Vlad Tépes... ese sanginario y legendario guerrero, que con el tiempo llego a formar parte de nuestra cultura gotica, por sus cruentas acciones, por suerte segui leyendo y me da gusto decir que me equivoque, este libro no es uno mas, realmente es genial es de las mejores historia que he leído sobre vampiros, y mas aun ocupa su esenario principal en mi México lindo y querido, asi que me permito recomendarlo
ampliamente es una historia que vale la pena leer.

Y al final puedo hacer coro a la frase de

"El Mal Nunca Muere".

Los que tengan oportunidad de leerlo disfrutenlo... y los que no, traten pues bien lo vale.

Un oscuro abrazo.

Diva



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